Cuando tomo decisiones cada día, algunas parecen no requerir mucha deliberación, mientras que otras son abrumadoras. El pensamiento más reconfortante que puedo mantener es que no estoy solo. Yo soy uno con Dios y uno con Su sabiduría. Expreso la luz divina en mí al tomar mis decisiones.

La luz que mora en mí es firme y constante; brilla como un faro de comprensión. La luz divina alumbra mi sendero e intuyo qué dirección tomar. Aun ante lo incierto, tengo fe en que la luz interior me llevará a mi bien.

Cuando dejo ir mis desafíos durante la oración, me abro a mi sabiduría interna y a la solución correcta. Sabiendo que tomo decisiones guiado por la luz de Dios, procedo con confianza y claridad.

Toda las personas desean ser apreciadas, escuchadas, amadas y aceptadas. Cada uno de nosotros tiene desafíos, inseguridades y temores. Si tomo tiempo para explorar aquello que se me hace difícil aceptar en los demás, probablemente descubra que ello viene de cosas que aún no han sanado en mí. Incluso hasta puede revelar heridas en mí, que sí las trato con comprensión y amor, pueden ser sanadas.

Hoy opto por dar el regalo de la compasión, tanto a otros como a mí mismo. Extiendo con ternura mi corazón y una mano amorosa hacia todos. De este modo ayudo a crear un ambiente comprensivo y compasivo para todos. Agradezco la sanación que ocurre en ese ambiente y bendigo a los que la hacen posible.