EL TESORO

Me gusta pensar que estamos en este mundo con un objetivo.
Que estamos aquí para aprender algo.
Hay una prueba que necesitamos pasar para alcanzar el siguiente nivel.

Quiero creer que ese es el propósito de nacer y la meta de nuestra vida.
Igual que cada uno de nosotros, la prueba es diferente,
individual y con un fondo común para todos.

¿Cuál es ese propósito común?
Tal vez encontrar el amor y descubrirnos a nosotros mismos como criaturas de perfección
y nacidas para ser felices...

Algunos empiezan a trabajar para conocer y alcanzar su meta desde muy temprano,

localizando e identificando lo que les molesta y también lo que les agrada,

 sin perder tiempo enfocándose en lo que les causa problemas.
Antes bien lo aprovechan para encontrar lo que buscan.
Ellos transforman lo que muchos consideramos basura, en su mayor tesoro.
Existen otros seres que posponen lo más que pueden la búsqueda del objetivo de su vida hasta el final,

y unos más que parten sin siquiera darse cuenta de que su existencia tenía un motivo y un propósito.

Como quiera que sea, parecería que no escogemos lo que queremos ser:
Felices o infelices; tímidos o extrovertidos; alegres o amargados; optimistas o pesimistas;
amorosos o resentidos; capaces o incapaces; valientes o cobardes...
Pero eso es sólo una parte del desafío de vivir.
Somos influenciados por la herencia y el medio ambiente,

 factores que ayudan para modelar la personalidad que requerimos en esta vida.
Nos cargamos con exigencias propias, familiares y de la comunidad en que vivimos,
porque son obstáculos que deberemos vencer;
cargas necesarias para iniciar nuestro camino en este sendero
y para abrir la mente a lo que hay más allá de lo que la vista percibe.

Dentro de nosotros tenemos un mecanismo que nos guía.
Orgánicamente nuestro sistema nervioso está diseñado para huir del dolor.
Instintivamente procuramos el placer.
Esa es la primera señal que identificamos sobre la que es nuestra misión en la tierra.
Vamos tras una parte de nosotros:
Eso que creemos que nos dara la felicidad.

Muchas veces, confundidos, la buscamos fuera de nosotros,
rechazamos lo que por naturaleza nos conviene,
sin ver que el motivo de nuestro afán está en nuestro interior
y que es, en esencia, lo que venimos a descubrir en esta vida.

Toma mucho de nuestra parte aceptar lo que somos.
Eso que desde muy temprano nos enseñan a esconder, a enterrar.
Esta lucha termina en el momento en que en nuestro interior se uniforma la energía vital.
El equilibrio entre mente, cuerpo y alma que se da cuando descubrimos,
dentro de nosotros, la parte que buscamos.
Eso es lo que llamamos felicidad.
Estamos buscando la parte que nos falta, lo que nos dara la integridad.

El despertar espiritual es tan doloroso y lento,
como grande es el miedo de enfrentarte
a ti mismo.

ROMPIENDO LAS CADENAS DEL AYER CON DON REY MARTINEZ