Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo 
de personas se 
divertían con el tonto del pueblo, 
un pobre infeliz de poca 
inteligencia, que vivía haciendo pequeños recados 
y recibiendo limosnas.
Diariamente, algunos hombres 
llamaban al tonto al bar donde
 se reunían y le ofrecían 
escoger entre dos monedas: 
una de tamaño grande de 50 centavos y otra de menor 
tamaño, 
pero de 1 peso.
Él siempre tomaba la más 
grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas 
para todos.
Un día, alguien que observaba 
al grupo divertirse con el
 inocente hombre, lo 
llamó aparte y le
 preguntó si todavía 
no había percibido
 que la moneda de mayor tamaño valía menos y éste 
le respondió:
- Lo sé señor, no soy 
tan tonto..., vale 
la mitad, pero el día
 que escoja la otra, el jueguito se acaba y no voy a 
ganar más mi moneda.
Esta historia podría 
concluir aquí,
 como un simple chiste, pero se pueden sacar varias 
conclusiones:
La primera: Quien parece tonto, no siempre lo es.
La segunda: ¿Cuáles son los verdaderos tontos de 
la historia?
La tercera: 
Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente 
de ingresos.
La cuarta: y la 
conclusión más interesante: 
Podemos estar bien, 
aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre 
nosotros. Por lo tanto, 
lo que importa no es lo 
que piensan 
los demás de nosotros, sino lo que uno piensa de 
sí mismo.
MORALEJA: El verdadero 
hombre inteligente 
es el que aparenta 
ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente...
Desconocido