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El firme amor 
XI 
  
El firme amor, me diste con tus dones. 
Vino a mí la ternura que esperaba 
Y me acompaña la que lleva el beso 
Más profundo a mi boca. 
  
No pudieron 
Apartarla de mí las tempestades 
Ni las distancias agregaron tierra 
Al espacio de amor que conquistamos. 
  
Cuando antes del incendio, entre las mieses 
De España apareció tu vestidura, 
Yo fui doble nación, luz duplicada, 
Y la amargura resbaló en tu rostro 
Hasta caer sobre piedras perdidas. 
  
De un gran dolor, de arpones erizados 
Desemboqué en tus aguas, amor mío, 
Como un caballo que galopa en medio 
De la ira y la muerte, y lo recibe 
De pronto una manzana matutina, 
Una cascada de temblor silvestre. 
  
Desde entonces, amor, te conocieron 
Los páramos que hicieron mi conducta, 
El océano oscuro que me sigue 
Y los castaños del otoño inmenso. 
  
¿Quién no te vio, amorosa, dulce mía, 
En la lucha, a mi lado, como una 
Aparición, con todas las señales 
De la estrella? ¿Quién, si anduvo 
Entre las multitudes a buscarme, 
Porque soy grano del granero humano, 
No te encontró, apretada a mis raíces, 
Elevada en el canto de mi sangre? 
  
No sé, mi amor, si tendré tiempo y sitio 
De escribir otra vez tu sombra fina 
Extendida en mis páginas, esposa: 
Son duros estos días y radiantes, 
Y recogemos de ellos la dulzura 
Amasada con párpados y espinas. 
  
Ya no sé recordar cuándo comienzas: 
Estabas antes del amor, 
Venías con todas las esencias del destino, 
Y antes de ti, la soledad fue tuya, 
Fue tal vez tu dormida cabellera. 
  
Hoy, copa de mi amor, te nombro apenas, 
Título de mis días, adorada, 
Y en el espacio ocupas como el día 
Toda la luz que tiene el universo. 
  
PABLO NERUDA 
  
  
  
  
  
  
  
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