Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre mía, bajo 
vuestra protección y amparo me coloco y entrégome 
por completo en manos de vuestra bondad y misericordia. 
Sed para mí, ¡Oh Madre purísima! el refugio 
en mis necesidades, el consuelo de mis penas 
y mi abogada para con vuestro divino Hijo, 
y esto no sólo en el día de hoy, sino durante 
todos los días de mi vida y especialmente a la 
hora de mi muerte. 
Angel santo, mi más fiel y seguro guía, alcanzadme 
del Señor el ser tan dócil a vuestras inspiraciones 
y el dirigir tan rectamente mis pasos por el camino 
de la virtud, que logre no apartarme jamás de la senda 
trazada por los mandamientos de la ley de Dios. 
Bienaventurado Patrón y Santo mío, con cuyo nombre 
fui honrado al nacer a la vida espiritual por medio 
del Bautismo, protegedme, y rogad por mí, para que 
pueda yo amar a Dios sobre la tierra como Vos le amasteis 
y glorificarle algún día en el cielo en compañía vuestra. 
Amén.