Verdaderamente amor, 
sin palabrería, sin vacilaciones, 
sin malentendidos 
que puedan hacer llorar hasta 
a los cactus del desierto; 
sinceramente amor, 
el misterio de las palabras encendidas 
y de los gestos que preceden a los besos 
y a las caricias que no hablan, 
pero que lo dicen todo y mucho más; 
completamente amor, 
a borbotones, a mordiscos 
que arden como una lumbre, 
a patadas que derriban promesas 
de ayer, de anteayer y hasta de hoy; 
solamente amor, 
dejándose llevar por el deseo, 
ese que va muriendo 
sin advertirlo siquiera, 
y sólo va quedando el cariño, 
la ternura de ahora, 
y adiós amor y hasta siempre -o nunca- 
que viene a ser lo mismo; 
simplemente amor...