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| De: OSCARJ  (message original) | Envoyé: 27/12/2011 09:53 | 
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Las uvas del tiempoMadre: esta noche se nos muere un año.En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
 zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!
 claro, como que todos tienen su madre cerca
 Yo estoy tan solo, madre,
 ¡tan solo! pero miento, que ojalá lo estuviera;
 estoy con tu recuerdo y el recuerdo es un año
 pasado que se queda.
 Si vieras, si escucharas este alboroto: hay hombres
 vestidos de locura, con cacerolas viejas,
 tambores de sartenes,
 cencerros y cornetas,
 el hálito canalla
 de las mujeres ebrias,
 el Diablo con diez latas prendidas en el rabo
 anda por esas calles inventando piruetas
 y por esta balumba en que da brincos
 la gran ciudad histérica,
 mi soledad y tu recuerdo, madre,
 marchan como dos penas.
 Esta es la noche en que todos se ponen
 en los ojos la venda,
 para olvidar que hay alguien que está cerrando un libro
 para no ver la periódica liquidación de cuentas,
 donde van las partidas al Haber de la Muerte,
 por lo que viene
 y por lo que se queda
 porque lo que sufrimos se ha perdido
 y lo gozado ayer es una pérdida.
 Aquí es de tradición que en esta noche
 cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega
 todos los hombres coman, al compás de las horas
 las doce uvas de la Noche Vieja.
 Pero aquí no se abrazan ni gritan: «Feliz Año»
 como en los pueblos de mi tierra
 en este gozo hay menos caridad;
 la alegría de cada cual va sola
 y la tristeza del que está al margen del tumulto
 acusa lo inevitable de la casa ajena.
 ¡Oh, nuestras plazas,
 donde van las gentes sin conocerse,
 con la buena nueva!
 Las manos que se buscan
 con la efusión unánime de ser hormigas
 de la misma cueva y al hombre que está solo,
 bajo un árbol le dicen cosas de honda fortaleza:
 —Venir, compadre, que las horas pasan
 ¡pero aprendamos a pasar con ellas!—
 Y el cañonazo en la Planicie
 y el Himno National desde la Iglesia
 y el amigo que viene a saludarnos:
 —Feliz Año, señores—
 y los criados que llegan a recibir
 en nuestros brazos el amor de la casa buena.
 Y el beso familiar a medianoche:
 —La bendición, mi madre.
 Que el Señor te proteja...
 después, en el claro comedor,
 la familia congregada para la cena,
 con dos amigos íntimos
 y tú, madre, a mi lado y mi padre,
 algo triste, presidiendo la mesa.
 ¡Madre, cómo son ácidas las uvas de la ausencia!
 ¡Mi casona oriental!
 aquella casa con claustros coloniales,
 portón y enredaderas,
 el molino de viento y los granados,
 los grandes libros de la biblioteca,
 —mis libros preferidos:
 tres tomos con imágenes
 que hablaban de los Reinos de la Naturaleza—
 Al lado, el gran corral,
 donde parece que hay dinero
 enterrado desde la Independencia,
 el corral con guayabos y almendros,
 el corral con peonías y cerezas
 y el gran parral que daba todo el año
 uvas más dulces que la miel de las abejas!
 Bajo el parral hay un estanque,
 un baño en ese estanque sabe a Grecia;
 del verde artesonado,
 las uvas en racimos, tan bajas,
 que del agua se podría cogerlas,
 y mientras en los labios se desangra la uva,
 los pies hacen saltar el agua fresca.
 Cuando llegaba la sazón tenía cada racimo
 un capuchón de tela,
 para salvarlo de la gula
 de las avispas negras,
 y tenían entonces una gracia
 invernal las uvas nuestras,
 arrebujadas en sus telas blancas,
 sordas a la canción de las abejas...
 Y ahora, madre,
 que tan solo tengo las doce uvas de la Noche Vieja,
 hoy que exprimo la uva de los meses
 sobre el recuerdo de la viña seca
 siento que toda la acidez del mundo
 se está metiendo en ella,
 porque tienen el ácido de lo que fue
 dulzura las uvas de la ausencia.
 Y ahora me pregunto:
 ¿Por qué razón estoy yo aquí?
 ¿qué fuerza pudo más que tu amor,
 que me llevaba a la dulce
 anonimia de tu puerta?
 ¡Oh, miserable vara que nos mides!
 el Renombre, la Gloria...
 ¡pobre cosa pequeña!
 cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
 ¡cómo olvidé la gloria que me dejaba en ella!
 Y ésta es la lucha ante los hombres malos
 y ante las almas buenas;
 yo soy un hombre a solas
 en busca de un camino
 ¿dónde hallaré camino mejor que la vereda
 que a ti me lleva, madre,
 la vereda que corta por los campos frutales,
 pintada de hojas secas,
 siempre recién llovida,
 con pájaros del trópico,
 muchachas de la aldea hombres que dicen
 —Buenos días, niño—
 y el queso que me guardas siempre para merienda?
 ...Esa es la gloria, madre, para un hombre
 que se llamó Fray Luis y era poeta.
 ¡Oh, mi casa sin críticos,
 mi casa donde puede mi poesía
 andar como una Reina!
 ¿qué sabes tú de formas y doctrinas,
 de metros y de escuelas?
 tú eres mi madre,
 que me dices siempre
 que son hermosos todos mis poemas;
 para ti, yo soy grande,
 cuando dices mis versos,
 yo no sé si los dices o los rezas...
 Y mientras exprimimos
 en las uvas del Tiempo
 toda una vida absurda,
 la promesa de vernos otra vez
 se va alargando el momento
 de irnos está cerca y no pensamos
 que se pierde todo!
 por eso en esta noche,
 mientras pasa la fiesta
 y en la última uva libo
 la última gota del año que se aleja,
 pienso en que tienes todavía,
 madre, retazos de carbón en la cabeza
 y ojos tan bellos que por mí
 regaron su clara pleamar
 en tus ojeras y manos pulcras
 y esbeltez de talle,
 donde hay la gracia de la espiga nueva,
 que eres hermosa,
 madre todavía y yo estoy loco
 por estar de vuelta porque tú eres
 la gloria de mis años
 ¡y no quiero volver cuando estés vieja!...
 Uvas del tiempo que mi ser escancia
 en el recuerdo de la viña seca
 ¡cómo me pierdo madre en los caminos,
 hacia la devoción de tu vereda!
 Y en esta algarabía de la ciudad borracha
 donde va mi emoción sin compañera
 mientras los hombres comen las uvas
 de los meses yo me acojo al recuerdo
 como un niño a una puerta
 mi labio está bebiendo de tu seno
 que es el racimo de la parra buena,
 el buen racimo que exprimí en el día
 sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.
 Madre, esta noche se nos muere un año;
 todos estos señores tienen su madre cerca
 y al lado mío mi tristeza muda
 tiene el dolor de una muchacha muerta...
 Y vino toda la acidez del mundo
 a destilar sus doce gotas trémulas,
 cuando cayeron sobre mi silencio
 las doce uvas de la noche vieja.
   ANDRES ELOY BLANCO                  Webset Copyright © ~ LUCY_CUBANA ~All Rights reserved                                                                                                                              |  |  |  |  |  |  |  |  |    |  |  |  |  |  |  |  |  
 
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 | |  |  | | De: xania | Envoyé: 28/12/2011 21:15 | 
 | Tendrá sabor amargo el verso dedicado, a los viejos amigos, que ya no volverán,   a los seres queridos  recordados con llanto, y… que en la noche vieja, conmigo no estarán       muy bello poema gracias   | 
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