| 
|  |  
| 
   LA FUGA INFINITA Se fue mi niñez... Batiendo sus alas de rosa partió... Le rogué, llorando: «¡Vuelve a mí otra vez!» —Volveré— me dijo... Pero no volvió... 
 Después, mi inocencia, cual mística flor, se mustió entre las llamaradas locas del pagano amor, y a mi alma su aroma no tornó jamás... 
 Y, al llegar mis dudas, se marchó mi fe... —«¿Volverás?»— le dije... No sé si me oyó: Hizo un gesto vago me miró y se fue. 
 Luego, acurrucada, sufrió mi ilusión de los desengaños el flagelo cruel: Me miró con húmedos ojos de lebrel y se fue en silencio de mi corazón... 
 Y yo sé que un día también tú te irás, sin que mis caricias puedan retenerte, pues ya hacia otros brazos, o ya hacia la muerte, no te detendrás... 
 Porque sé que un día llegará el olvido, y sé que ese día te me irás, mujer, como tantas cosas que ya se me han ido: ¡Para no volver!... 
 
|   José Ángel Buesa |    
 |  
|  |  
 |