¿Acaso usted está ciego para no ver lo que hacemos? 
Aquí, picando
 piedras como esclavos por un sueldo miserable y sin el menor reconocimiento. 
Fíjese, allí en aquel cartel están los nombres de los ingenieros y los arquitectos, 
pero no ponen los nuestros que somos 
los que trabajamos duro y nos dejamos parte de nuestra vida en la obra.
El visitante se acercó entonces a otro de los obreros y le hizo la misma pregunta.
-Aquí, como usted puede ver, picando piedras para levantar este enorme edificio.
 La tarea es dura y está mal paga, 
pero los tiempos son difíciles, no hay mucho trabajo y algo hay que
 hacer para llevar la comida a la familia.
El hombre se acercó a un tercer obrero y una vez más le preguntó lo que estaba haciendo. 
El hombre le contestó con gran entusiasmo: -Estamos levantando un Hospital, 
el más grande del país. 
Las generaciones futuras lo admirarán y escucharán el entrar y salir constante de las ambulancias, 
anunciando el auxilio que siempre estarán dispuestos a ofrecer a la comunidad.
 Yo no lo veré terminado, 
pero quiero ser parte de esta extraordinaria obra.
El mismo trabajo, el mismo sueldo, la misma falta de reconocimiento; una misma realidad, 
pero tres maneras distintas de vivirla: como esclavitud; como resignación;
 como pasión, aventura y desafío.
Piensa que el mundo es imperfecto y lo seguirá siendo. Quizás los hombres no te reconozcan,
 no te valoren y no te paguen lo que mereces, pero es decisión tuya vivir como un resentido.
He conocido muchas personas que piensan y se sienten como el primer obrero, 
sin darse cuenta de que 
a su alrededor hay muchos que están sufriendo porque no 
consiguen trabajo y no tienen medios para atender a su familia.
Un trabajo siempre y especialmente en estos tiempos, es una bendición de Dios.
“Solo depende de ti, despreciar o disfrutar de esa bendición”