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| EL RESUCITADO 
 
 
 No, nunca fue lo oscuro tan oscuro.Y está acostado pero no en su lecho.
 Quiere moverse y se lo impide un muro.
 Un muro en derredor, largo y estrecho.
 
 Llama, y su voz resuena extrañamente,
 sin que acudan su madre ni su hijo.
 Y un súbito sudor hiela su frente,
 Al palpar en su pecho un crucifijo.
 
 No, no hay duda: Esa sombra que lo aterra
 es sombra de ataúd bajo la tierra,
 y no es soñando, porque está despierto.
 
 Y lo aturde un pavor definitivo
 Al comprender que se le dio por muerto
 y al comprobar que fue enterrado vivo
 
 II
 
 Pero un día, al abrir la sepultura,
 se sabría su muerte verdadera.
 Si el ataúd mostrara la hendidura,
 de un golpe de su mano en la madera.
 
 Y al pensar de repente en el mañana,
 piensa también enloquecidamente
 en el espanto de la madre anciana
 y en el horror del hijo adolescente.
 
 Y allí, en la sombra, sin quejarse en vano
 sin dar un grito, sin alzar la mano,
 con una abnegación casi suicida.
 
 Cierra los ojos y se queda quieto
 Porque así, solo así, será un secreto
 Su horrible muerte de enterrado en vida.
 
 
 
 JOSE ANGEL BUESA 
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