Capitulo II

Memorias…

La carcajada estrepitosa del ente desconocido se pronuncia llamando la atención de los cuervos y alimañas que se alimentan de la carne podrida. Unos ojos vivaces y unos grandes labios en tonalidad violeta se demuestran sobresalir de la capucha que cubre su cuerpo, se puede ver entonces su rostro asexuado, como sus labios su capa ceremonial, atuendo de una monja católica, quedando en incognita su verdadera sexualidad, con delicadeza entonces levanta su pie del cadáver que acaba de aplastar con la punta de su tacon, retrocediendo unos pasos pronuncia como si el cadáver estuviera con vida, -¿No que eras tan fiel?, ¿No que el representante de dios?, mirate ahora, miserable, inmundo, no eres mas que basura y abrojo pudriéndose en la tierra- con rabia y con rencor el ser observa el cadáver que lleva mucho tiempo descompuesto, sin haber sido enterrado, sin tener una plegaria a su favor o un santo sepelio, aunque sea en la muerte sufre por las consecuencias de sus pecados. Sangre descompuesta sobre la blanca túnica del sacerdote que yace en los pies del espectador, un rosario del cual cuelga la pequeña estatuilla de la crucifixión, la cual no pudo salvarle, ninguna de todas sus creencias, ni sus plegarias, ningún santo fue a salvarle como siempre el había creido, la cuenca de sus ojos permanece vacia y la piel se le cae como una cobertiza.

Retrocediendo unos años atrás a su infancia, recuerda sin querer su niñez, cuando rayaba en la plena inocencia de sus doce años, se observa asi mismo sentado en las faldas de una monja al pie del piano que con esmero, cuidado y paciencia trata de enseñarle a tocar, su vos dulce y melodiosa se deja escuchar, -El señor es mi pastor, nada me faltará- ambos felices y con una amplia sonrisa en sus labios, el niño rubio se esfuerza no solo por aprenderse bien cada tono del piano, sino también tratando de pronunciar a cabalidad cada palabra de los salmos que se encuentran en la Biblia.

Aquella mujer que con esmero y delicadeza no solo enseñaba la música al pequeño infante, sino también lo cuidaba y lo protegía desde que nació, desde que sus ojitos se abrieron, desde que sin saber como, ni de donde apareció fue criado y educado por ella, por eso se querían tanto, el cariño era mutuo, el hecho de no ser de la misma sangre, no era impedimento para llegar a quererse mutuamente, ella como una madre y el como un hijo.

Años felices para ambos, tiempos de alegría en los cuales ambos se contentaban con poco pero aun asi eran felices, muy felices. Su memoria recuerda en un campo verde pastizal donde corre alegremente con un volantin, al frente se encuentra una catedral de facciones goticas, de las cuales salen muchos sacerdotes y monjas a su paso con la procesión de una estatua llena de artilugios y adornos exagerados, su manto de tela lacia y terciopelada bordada con hilos de oro demuestran la pomposidad, el orgullo y el desgaste económico de la iglesia romana católica, tienen pies pero no pueden caminar, tienen manos pero no pueden palpar, tienen ojos pero no pueden mirar, labios tienen pero no pueden hablar, no tienen vos su garganta, semejantes a ellos son los que les adoran y como ellos serán quebrados.

El no sabia, el solamente seguía las enseñanzas de la monja católica, la cual se caracterizaba por ser supersticiosa y creyente de todas esas esatuas sin vida, siempre se persinaba, además de todo ello cubria los tantos pecados que la Iglesia Catolica trataba de ocultara toda costa. Verónica era el nombre de la dama que cuido del pequeño, esta monja se ocupaba de realizar los “trabajos” con las monjas iniciadas, las que quedaban embarazadas de los curas, no queriendo llevar la vergüenza, no solo en sus familias sino en su vida religiosa.

Exento a todo, ignorante de lo que pasaba a su alrededor, el niño solo veía en esa mujer no solo calor, amor y protección, sino una infinita compacion y un futuro feliz.

Capitulo III

Revelaciones

Fue en aquel nefasto dia, fue aquella mañana que radiaba como siempre felicidad, cuando iba a la escuela publica junto con otros niños de su edad, al terminar las clases, todos se reunieron haciendo un pequeño circulo alrededor de un niño que tomaba clases para ser monaguillo de un respetado cura católico, risas y carcajadas llenaban el coro de una manera horrible llamándolo “La novia del cura”. Por ahí pasaba el niño de melenas rubias cuando escucho el nombre del cura que abusaba del pequeño, ¡se trataba del mismo que oficiaba las misas en la iglesia donde Veronica vivía con el pequeño, -¡MENTIRA!- grito defendiendo al sacerdote católico, -El padre nunca haría algo así- con sutil inocencia el pequeño dejo escurrir de sus ojos lagrimas de impotencia por no tener fundamentos para defenderlo. Empuñando sus manos y lloroso corrió hasta los brazos de la monja la cual era conocida como Verónica, la dama le calmo el llanto sin darle explicación alguna pues sabia muy bien que todo eso era real y no podía mentirle o contarle al pequeño que apenas rayaba en la inocencia de sus doce años, simplemente lo abrazo, tan amorosa como una madre aunque no fuera así, el sentimiento era mutuo, sin ser de la misma sangre, ambos se querían con un amor fraternal que conmovería a cualquiera, cuando el pequeño le pregunto si esas cosas eran reales, ella simplemente callo y lo llevo hasta el piano donde nuevamente le hizo olvidar sus penas y preguntas con la música, -Te quiero- solo pronuncio el pequeño antes de quedarse dormido en sus faldas cansado por la carrera, agobiado por los comentarios de sus compañeros.

Verónica entonces lo llevo a acotarse y secretamente puso en sus atavíos instrumentos para hacer el “trabajo” mientras dejaba solo al pequeño, confiada en el inocente néctar del descanso, -No pasa nada- solo le dijo antes de acariciarle el rostro y darle un tierno beso en la mejilla.

Vestida como una santa la dama se persigno y rogo que le vaya bien en la empresa que acata argumentando en latín para que el niño no se diera cuenta que lo que estaba haciendo estaba bien, que libraba un peso menos a la iglesia que todo eso lo hacia en el nombre de la santísima virgen y una incontable plegaria dirigida a los santos esculpidos en las paredes, solamente cemento, solamente imágenes, pero para ella y muchos, seres milagrosos de lo imposible.

Terminando esas palabras dio la vuelta observando a la infantil criatura y se fue. Fueron segundos, minutos, tal vez horas después cuando el niño despertó, con angustia la busco, más en la puerta se encontraba un cura que había venido para hablar con Verónica, el tal insistió en pasar.

En esos momentos corta su memoria por ser muy dura y cruel, pausa por unos instantes en los cuales fuera de su risa estrepitosa y su tremendo asco por esos podridos cadáveres pronuncia, -¿No que siempre inocente?- como si hablara con esa carroña, -Siempre fuiste considerado como un hombre santo, pio e incapaz de alguna maldad, pero ahora…- hace una pausa levantando uno de sus dedos llevándolo hasta sus labios, -Pero ahora, no eres nada, y de paso, te espera una eterna condena- termina de decir mientras levanta su túnica morada como si fuese un vestido resaltando sus varoniles piernas cubiertas por tacos de mujer, con la punta hunde el vientre carcomido por moscas y gusanos manchandose con los fluidos gástricos del estomago y los intestinos que resaltan llenando el ambiente con un olor mas fetido del que ya estaba presente.

El cadáver inerte reacciona por aquello y solo emite un casi salto, las moscas espantadas y las alimañas que se alimentan de eso se elevan un momento graznando alertas por lo ocurrido, solo por un momento, todo parece parar, pero no es asi, en cuanto levanta su pie todos se acercan de nuevo al cadáver masculino y empiezan a comérselo como antes. 

Jajajaja- pronuncia sonriente disfrutando del ambiente y como si el hecho de quedar manchado con esos fluidos podridos no le afectara en nada, -Y ustedes- dice dirigiéndose a los demás, -Ustedes también pecaron, también cayeron, encubrieron sus males y además participaron, por lo tanto, son míos-. Pronuncia dirigiéndose a los demás "Padres" de la iglesia católica romana, -No vale la pena recordar, ¿verdad?- sigue hablando como si aquel pútrido cadáver se encontrara con vida y pudiera entenderle, -Aquella tarde me robaste mi inocencia y me condenaste sin ningún motivo a un mundo de desesperanza y desolación, ¿lo recuerdas?- con pena y rabia se dibuja en su mente una escena macabra en la cual se encuentra lloroso, impotente, con su cuerpo infantil ultrajado, violado, dejado, como si sus sentimientos no tuvieran valor, como si se tratara de un simple muñeco destinado al placer malsano del soberbio cura que aparentaba santidad y pureza.

Fue la última vez que logro verla con vida fue la última vez que sus pequeños ojos pudieron contemplar a su querida protectora, cuando regreso ya era demasiado tarde, cuando ella volvió de encubrir los pecados otra vez de la iglesia romana a la cual le profesaba toda su fe y esperanza de una vida eterna en el paraíso por los crímenes que cometía, convencida que eran los designios de Dios, convencida que era lo justo y bueno, pero muy equivocada, demasiado errada.

Ella llego y su memoria puede captar a la alerta mujer que presencia los restos del acto malévolo que el cura acababa de cometer, no fue necesaria ninguna palabra, todo testifico, todo se evidencio, en la cama del pequeño se observo sangre y semen, en su frágil cuerpecito muestras de violencia y sus ojos sollozaban maltratados y cansados de tanto llorar.

Enojada, furiosa y molesta no pensó en sus acciones, de uno de sus cajones saco una daga, tratando de ocultar su dolor observo nuevamente en ese estado a su protegido, un nudo en su garganta le impedía pronunciar palabra alguna, levanto una de sus manos agarrándose el corazón para que no se le destrozara por el dolor de la inocencia perdida y desgarrada, no podía creerlo, no a él, aquel acto bárbaro, fue como una pesadilla viviente, como la peor desgracia que le puede ocurrir a un ser amado.

Cerró la puerta con fuerza y escondió en sus atavíos de monja la daga de la caja del armario, fingió tranquilidad y se dirigió a la parroquia donde el nefasto cura oficiaba las misas sacando dinero a la incauta gente, haciéndoles creer que las almas de sus seres queridos se encuentran purgando sus penas y culpas antes de purificarse y poder obtener el cielo a su favor, por muchos años, mentiras, simplemente mentiras que usan ellos para sacar dinero, para explotar las creencias de la gente, para enriquecerse, bajo un disfraz de inocencia, bajo un disfraz de piedad, cometiendo con su cuerpo y su mente los más viles pecados inimaginables que a toda costa intentaban disfrazar y esconder, sin importarles los demás, sin hacer valía de sus sentimientos y futuros de los maltratados y desolados.

Al fin llego, y como si no supiera nada solicito audiencia con el cura, el sacerdote despacho a la muchedumbre y llevo a la monja a sus aposentos. El niño que había corrido hasta la parroquia, se dio cuenta que ambos se habían encerrado en la habitación, con impaciencia e intranquilidad espero que saliera de allí su protectora, pero la angustia crecía minuto a minuto, pues ella no regresaba, se escuchaban gritos, reclamos, amenazas.

Adentro, donde ambos discutían, ella amenazo con contar todos los pecados encubiertos que por muchos años había tapado para mantener pura la honra de la corrupta iglesia, Y hablaba en serio tanto que amenazo al cura con el cuchillo, de castrarle de matarlo por cometer semejante barbaridad, más fuerte fue el hombre, pudo más y con las manos en el cuello de la monja termino estrangulándola sin ninguna compasión o remordimiento. El niño que solo esperaba que Verónica saliera vio con angustia y desesperación como el tiempo pasaba y de esa puerta solo salió el hombre como si nada hubiera pasado, sin poder creerlo, con una mirada de terror, el pequeño se dio cuenta de lo que paso, corrió entonces lo más rápido que pudo sin dejar de llorar a mares, pensando siempre en ella, en su protectora, poco pudo hacer el cura para alcanzarlo, pues tenía que ocultar el crimen que había ocultado y después de todo, ¿Quién iba a creer a un niño?, pensó acusarlo de loco, de mentiroso, de impío, y amenazarlo con la exclusión de la iglesia.

El niño no dijo nada, se refugió en el bosque queriendo sentir en su cuerpo el abrazo de la monja, queriendo escuchar sus palabras, queriendo tocar el piano, solo ella, si, solo ella aliviaría ahora su dolor, pero no estaba, no volvería y es por eso que lloraba más aun, días, noches pasaron y el pequeño mostro un comportamiento muy extraño para un niño de su edad, ¿se estaría volviendo loco?, comenzó a comer insectos, a matar animales y dejarlos pudrirse, sin piedad se abalanzo sobre ellos, se acabo la inocencia, se murió la esperanza, para el todo era vano y sutil, la vida dejo de tener color, la muerte le pareció mejor, se reía sin motivo, lloraba de repente, un olor nauseabundo llamo su atención y allí estaba en las orillas de un rio. Se trataba de la misma monja que lo cuidaba yacía muerta y con muchos días en ese estado, el pequeño se abalanzo, se arrojo en sus brazos buscando aquel calor maternal, en vano, no sintió nada y una loca idea paso por su cabeza, que si se la comía, ella iba a estar con el por siempre y así paso.

-¿Inexplicable no?- pronuncia el espectro terrestre de la investigación, como si adivinara que sus memorias se están leyendo en estos momentos.

En el pueblo se hacían miles de especulaciones por la desaparición de ambos, unos decían que Verónica se llevo al niño a otro pueblo. Otros decían que realmente era su hijo y que para ocultar la vergüenza lo mato y luego se mato. Nadie sospecho del cura, nadie se entero de su crimen y además aunque hubiera evidencias, aunque hubiera testigos, nadie hubiera dudado de la inocencia del cura, pues todos lo tomaban como santo, como el enviado de dios. Concluyo entonces el pequeño que su historia no iba a ser creída y mucho menos escuchada.

-¡Ya basta!- exclama cerrando sus memorias que poco a poco mellan su dignidad, pues le han robado la hombría y el derecho de formar una familia completa, el dolor que siente en el alma es más fuerte que otra cosa, ella le faltaba, el la quería, más que nada en este mundo daría lo que fuera por recibir un abrazo suyo, por escuchar una palabra de afecto, por verla en el piano tocando y enseñando la música celestial.