Un joven, capitán de bomberos, acostumbrado a lidiar con los riesgos que conlleva apagar los fuegos, enfrenta en su vida personal el mayor de los incendios: el que está por consumir su matrimonio.

Después de siete años de casados, Caleb Holt (Kirk Cameron) y Catherine Holt (Erin Bethea) están en la antesala del divorcio, pues creen que no pueden seguir juntos.
Pero John Holt (Harris Malcom), padre de Caleb, piensa distinto: él cree que hay remedio y le propone a su hijo que aplace cuarenta días el divorcio.

Iniciará con él en este tiempo un difícil proceso para sanar y reconstruir su relación con Catherine. El camino que emprenden es, sí, la reconquista de su esposa, pero es también el proceso de conversión a fondo, propiciado y consumado por Dios mismo como don que permite la sanación de las relaciones de pareja.

Se ha descrito A prueba de fuego como una película convencional, es decir, que se conforma con narrar una historia de manera hasta cierto punto plana. Y es verdad. En este sentido no hallaremos en la película mayores propuestas visuales o giros en la trama que la vuelvan, además de compleja, novedosa, o una musicalización que haga de ella una experiencia única.
Sin embargo, podemos darnos cuenta de que existe una intención, y una intención abordada, además, con intensidad: mostrar la manera como, a través de diversos medios y personas, Dios reconstruye matrimonios. Si tomamos éste como el motivo central (y sin duda lo es), el acierto consiste en que efectivamente apreciamos que es de esa manera. Tenemos pues, en ello, una clave para valorar esta propuesta cinematográfica.
A prueba de fuego nos confirma lo que, por otra parte, podemos constatar en nuestros ambientes: existen matrimonios que funcionan y matrimonios que no funcionan. Las preguntas vienen implícitas: ¿qué es lo que hace que un matrimonio funcione? ¿Qué es lo que hace que la unión que comenzó como una promesa de amor y fidelidad termine en discusiones, frustración, desencanto y ruptura? Para responder a la primera de las preguntas habría que acudir a la relación que llevan los papás de Caleb.

Para la segunda Caleb, mismo y Catherine, a punto de separarse, dejan entrever la respuesta: él dejó de preocuparse y comunicarse con su esposa, la hizo sentirse humillada, le cargó la culpa de la situación que vivían, hizo su vida como si no necesitara de Dios… Ella entró en el juego y dio lugar al coraje y al resentimiento en su corazón, que tuvo como consecuencias, primero, el buscar la separación a como diera lugar mostrando una paralizante frialdad hacia Caleb, y luego, el aceptar el cortejo de un joven doctor e incluso coquetear con él antes de cerrar el capítulo de su primera relación.
Como en muchas otras situaciones de la vida, también en ésta podemos ver en escena las fuerzas que están en juego: las que desean que las cosas no terminen y que creen que se debe hacer otro intento, por una parte, y las que están a favor de la ruptura, por la otra. Caleb, ya en proceso de cambio, sus papás y Michael Simmons (Ken Bevel), su amigo bombero, están en el primer grupo; Catherine, sus amigas, sus compañeras de trabajo y su pretendiente están en el segundo. En esta confrontación tiene lugar una pregunta decisiva, que desencadenará la acción y que es planteada de manera directa a Caleb por su papá: “¿Alguna parte de ti quiere salvar tu matrimonio?”

Una de las ideas poderosas que se nos muestran en pantalla a partir de esta pregunta es la siguiente: volver los ojos y el corazón hacia nuestra pareja no es sólo cuestión de sentimientos, es también un asunto de decisión. Podemos no sentir nada especial que nos conduzca al cambio, a la reconciliación y a la entrega, pero es entonces cuando es necesario decidir hacerlo. Algo más: la decisión que tomamos de volver a nuestra pareja es también una decisión por el Amor, que no es otro que Jesucristo. Sólo cuando hemos conocido al Amor, que es Jesucristo, y he-mos decidido vivir a partir de él, podemos de verdad amar a quien está a nuestro lado.

Lo demás que vemos en escena es sobre todo consecuencia de esta decisión, incluido el diario que su papá entrega a Caleb, El reto del amor, una estrategia para revivir la unión que consiste, básicamente, en continuar teniendo hacia la esposa o el esposo todos los detalles que se tienen los enamorados antes de casarse y que ordinariamente disminuyen, cuando no se pierden por completo al poco tiempo de que deciden unir sus vidas.

A prueba de fuego, por la manera que tiene de abordar los conflictos de pareja en una situación extrema y de presentar alternativas para superarlos, es una excelente recomendación para nuestras familias en el mes de febrero, mes en que celebramos de manera especial el amor y la amistad.

Quizás, una de las enseñanzas y testimonios mayores que puede ofrecernos es la que nos transmite el padre de Caleb cuando pregunta a éste, refiriéndose a su propio matrimonio: “¿Quieres saber por qué no fracasó nuestro matrimonio?” El hijo bromea un poco al responder, pero su papá le ataja: “Porque el Señor trabajó con nosotros, con los dos”. Caleb traslada a sus propias palabras esta misma experiencia cuando, después de haber hecho vida El reto del amor, responde a Catherine, quien le pregunta todavía desconfiada qué le sucedió para mostrarse nuevamente como el marido ideal.

Como buen capitán de bomberos, Caleb responde: “Aprendí que no hay que dejar sola a la pareja, en especial en un incendio”.