Todos apóstoles.
Cada vez la gente conoce menos a Dios y a la religión católica. Es tiempo de que todos los católicos seamos apóstoles, porque cuando Dios y la religión no son bien conocidos, sobreviene la indiferencia religiosa y hasta el odio, aumentan las violencias y la maldad en todo el mundo, y Satanás es el que reina en la tierra.
Es tiempo de que empecemos a hablar de Dios. Primero tenemos que hacer el esfuerzo de conocerlo nosotros, de formarnos nosotros para después darlo a conocer a los demás. Y no se debe tratar de un conocimiento teórico de Dios y de sus cosas, sino de un conocimiento práctico, porque recibimos al Señor en la Eucaristía, porque vivimos en gracia de Dios, y entonces así Dios habita en nuestra alma y lo podremos dar a los demás, ya que nadie puede dar lo que no tiene.
No es difícil ser apóstol, porque no es complicada la doctrina cristiana, ya que se trata de ser buenos, de cumplir los Diez Mandamientos y de hacer el bien y evitar el mal, amando a todos, sin odiar a nadie, odiando solo el error y el mal, pero amando al pecador.
A veces estamos rodeados por personas que no saben nada de Dios. Nosotros, entonces, podemos dárselo a conocer. Y lo haremos no tanto con las palabras, sino con nuestro modo de actuar ante esa persona, porque hay un dicho que es una gran verdad: “Lo que haces grita tan fuerte, que no me permite escuchar lo que dices”.
Entonces es muy necesario el testimonio, vivir las virtudes, no criticar a nadie, es decir, ser santos en definitiva, para santificar a los demás.
Y si por el momento no nos animamos a hacer apostolado, siempre tendremos el recurso de rezar por todos y ofrecer sacrificios y mortificaciones, ya que con estas dos cosas Jesús nos redimió, y son armas muy poderosas para salvar almas.