Trabajar ardientemente en la última hora.
Nosotros los últimos somos los que hemos sido contratados por el Dueño de la Viña a última hora, para que trabajemos con mucha diligencia en ese corto tiempo y así hacernos merecedores también del denario que recibirán los trabajadores mañaneros.
Tengamos ardor en el apostolado, y eso lo lograremos con la oración frecuente, especialmente con el rezo del Santo Rosario, y con la recepción de la Eucaristía, que es el Pan de los fuertes y el Vino que engendra vírgenes.
Estamos a tiempo todavía de hacer grandes cosas por Dios, comenzando por hacer bien y con amor las cosas pequeñas de todos los días, pues quien es fiel en lo poco y lo cotidiano, también será fiel en lo importante.
No perdamos tiempo frente al televisor, sino usemos bien el tiempo de misericordia que Dios nos concede en este mundo para ganarnos el Cielo y hacer buenas obras, las cuales tendrán un premio maravilloso en el Paraíso.
¡Que Jesús y María nos bendigan!