ELEGIA DEL NIÑO MARINERO
Marinerito delgado,
Luis Gonzaga de la
mar,
¡qué fresco era tu pescado,
acabado de pescar!
Te fuiste,
marinerito,
en una noche lunada,
¡tan alegre, tan bonito,
cantando, a
la mar salada!
¡Qué humilde estaba la mar!
¡Él cómo la
gobernaba!
Tan dulce era su cantar,
que le aire se enajenaba.
Cinco
delfines remeros
su barca le cortejaban.
Dos ángeles
marineros,
invisibles, la guiaban.
Tendió las redes, ¡qué
pena!,
por sobre la mar helada.
Y pescó la luna llena,
sola en su red
plateada.
¡Qué negra quedó la mar!
¡La noche qué
desolada!
Derribado su cantar,
la barca fue derribada.
Flotadora va
en el viento
la sonrisa amortajada
de su rostro. ¡Qué lamento
el de la
noche cerrada!
¡Ay mi niño marinero,
tan morenito y galán,
tan
guapo y tan pinturero,
más puro y bueno que el pan!
¿Qué harás
pescador de oro,
allá en los valles salados
del mar? ¿Hallaste el
tesoro
secreto de los pescados?
Deja, niño, el salinar
del fondo, y
súbeme al cielo
de los peces y, en tu anzuelo,
mi hortelanita del
mar.
Poeta:
Rafael
Alberti