Día del Señor.
Estamos terminando de vivir el Día del Señor, este domingo que la providencia amorosa de Dios nos ha concedido vivir.
Ojalá lo hayamos santificado, como manda el tercer mandamiento de la Ley de Dios, y no hayamos trabajado innecesariamente, o haciendo sólo deportes o concurriendo a espectáculos. Porque el día domingo hay que dedicarlo en primer lugar a asistir a la Santa Misa, instituida por Jesucristo, y en la que recibimos gracias y ayudas celestiales y hasta materiales para la semana que comenzaremos. Pero, además, en la Misa vamos a adorar a Dios, que es la obligación que tiene el hombre como criatura de Dios. Y también el domingo es para que lo dediquemos a nuestro espíritu, tan olvidado a veces durante la semana.
Si hemos faltado a Misa sin un motivo suficiente, pidamos perdón a Dios y confesémonos en la semana, para poder ir el próximo domingo a la Misa y comulgar en ella.
Recordemos que una Misa oída en vida, vale más que mil Misas que se ofrezcan por nosotros luego de la muerte.