Olvida El Temor:
Afronta Enero... ¡Y Sus Preguntas!
“Sé el cambio que quieres ver en el mundo” (Mahatma Gandhi)
Había una vez un rey que habitaba en un gran castillo.
Era un soberano feliz, excepto por las noches. Al aplacarse el
ruido cotidiano, escuchaba a los fieros perros, a los que
tanto temía, ladrar desde los sótanos de su palacio.
Entre más fuertes los ladridos, más miedo le provocaban y más les rehuía.
El monarca ignoraba que lo único que sus perros
deseaban era que bajara a buscarlos, a acariciarlos, a conocerlos.
Desconocía que, de enfrentarlos, su vida cambiaría por completo.
Enero es igual a esos perros fieros. Llega implacable
y demandante. Imposible ignorar lo que reclama:
escuchar sus preguntas. Preguntas que, en lo personal,
me acosan mientras duermo, al levantarme, mientras trabajo.
Quisiera no toparme con ellas después de que durante
todo el año logré capotearlas cual experta torera.
¿Cómo? Muy fácil: por medio del trabajo, las compras, el
activismo, chocolates, lectura obsesionada
de periódico, teléfono, tele, radio y demás.
Pero enero ya grita muy fuerte: ¿Qué vas a hacer ahora?
¿Hacia dónde vas? ¿Cómo vas a hacer para mejorar o al menos
resistir la tendencia natural que tú, tus relaciones, tu salud
y demás tienen a deteriorarse? ¿Y por los demás, qué vas a hacer?
¿Cómo vas a mejorar tu cultura? ¿Te sientes satisfecha con
lo que has hecho?... Y ya mejor me tapo los oídos. Qué razón
tenía Proust al decir que “no hay nada que le duela más al hombre
que cambiar de una costumbre a otra; porque lo obliga a hacer
las dos cosas que más le duelen: pensar y sentir”. Y lo peor es
que, de no hacerle caso a las preguntas, éstas encuentran la
forma de ser escuchadas. Al sentir que las reprimes se quedan
atoradas en nuestro cuerpo, en el campo energético, y nos
provocan todo tipo de llamadas de atención. Desde dolor en el
cuello, gastritis hasta ansiedad y depresión. Metas propias y las
que haremos por el mundo El secreto para acallar nuestros
perros internos que tanta atención reclaman es descender a
nuestros sótanos, enfrentarlos y escucharlos. Después de todo,
¿por qué y para qué estamos aquí? En el momento en
que nos detenemos a pensar y nos damos cuenta de nuestras
habilidades, características únicas y lugar en el mundo,
que nos fijamos una meta propia y para
el bien de los demás, empezaremos a sentir esa anhelada paz.
Una vida con sentido tiene
dos capas: la primera, es la meta para alcanzar tu propia
realización. Contactar tu interior para ver con honestidad
lo que —
a ti, no a tu ego— te hace sentir feliz, satisfecha/o y pleno/a.
La segunda tiene que ver con qué te gustaría hacer para
mejorarle la vida por lo menos a una persona. Lo chistoso
es que una vez que lo decidimos pareciera que todo se pone
de acuerdo para allanarnos el camino: las puertas se abren,
las “coincidencias” aparecen y comenzamos a subir la escalera
del bienestar. El siguiente paso, por supuesto, es comenzar.
Hacer esa llamada, inscribirte en ese curso, carrera o seminario.
Quitarte de penas y tocar esa puerta, comenzar ese libro,
ese proyecto; unirte como voluntario/a, y demás. Esa
sensación de por fin dar el primer paso para hacer lo que se
supone debo hacer es muy liberadora. Démosle la bienvenida
a enero y sus preguntas. Acariciemos y entablemos amistad
con nuestros perros internos;
es la única y la más sana forma de liberarnos de ellos.
Nos daremos cuenta de que la vida nos ha traído hasta este preciso
momento, para sacar y dar lo mejor de nosotros
mismos. Feliz año 2009. Me encantará conocer tu opinión
Gaby Vargas
Con Cariño Y Mucho Amor!!
