Docenario Jueves, 12 de febrero de 2015 -
Estamos en el año de la familia y la vida consagrada. Esperemos que den mucho fruto ambas celebraciones para el bien del mundo. Las situaciones críticas de ambas merecen nuestro apoyo y el de toda la Iglesia. En la voz del Papa y de tantísimas personas en el mundo sentimos que el mundo y México están que arden.
Pongamos todo lo que esté de nuestra parte, como se lo dice Nuestra Morenita a Juan Diego, para que las cosas vayan mejor y se enderecen por el camino de las Bienaventuranzas. Este mes reflexionaremos y oraremos sobre la cohesión familiar que se va logrando en las familias cuando se participa en acontecimientos religiosos. Testigos de esto, las familias del Señor y de Juan Diego como puntos de referencia para nuestras familias y órdenes y congregaciones religiosas. Cada mes, como lo comenté en las consideraciones del mes pasado, iremos conmemorando a algunas santos fundadores de diferentes órdenes y congregaciones religiosas, según el mes que sea y en que se conmemore a algún santo o santa fundadores de algún instituto religioso. Este mes nos toca detenernos en la Orden de los Siervos de María. Fueron siete varones que iniciaron su vida monacal en Italia. Son conocidos como Servitas y se dedican al servicio de María en distintos aspectos: enseñanza, atención en parroquias y otros más. En México D.F. hay una comunidad cercana a la Basílica de Guadalupe a donde van a celebrar misa y confesar todos los días. Pidamos por ellos para que tengan vocaciones abundantes y muy fundamentadas en el amor a María y a su Hijo…
Como anticipé también el mes anterior nos iremos deteniendo cada día 12 en algunas de las fiestas del Señor, en especial las más ligadas a su vida familiar. En esta ocasión nos detendremos un poco en la famosa fiesta de la presentación del Señor en el Templo de Jerusalén, fiesta muy conocida en México como la Candelaria por la cantidad de velas que se llevan ese día a la iglesia en conmemoración de Cristo, Luz del Universo, presentado como Luz total del pueblo de Israel y de todos los pueblos de la Tierra en el Templo de Jerusalén.
Primera consideración: La Virgen María y San José se prepararon para hacer su peregrinación con el Niño Jesús y consagrarlo al Señor en el templo de Jerusalén (Lc 2, 22-24). Imaginemos la alegría de José y María al poder salir a una vida normal en Belén, después de la cuarentena obligatoria de María de no salir del lugar del parto. Probablemente estarían pensando en quedarse algunos días en Belén, la famosa ciudad de David, con los parientes de San José. Pensemos en los preparativos que tuvieron que hacer, pedir cosas prestadas, conseguir las tórtolas para llevarlas consigo en esa peregrinación tan significativa para el pueblo judío, muy en especial para los Primogénitos, que debían ser consagrados a Dios, quien los había liberado de los egipcios. Acompañémoslos y oremos con Ellos.
Segunda consideración: Al llegar la Sagrada Familia al Templo les sale al paso el viejo Simeón, que se convierte en profeta ante el encuentro con Ellos (Lc 2, 25-35). Este relato nos hace maravillarnos de los planes de Dios y cómo se nos anticipa para prepararnos encuentros fundamentales como éste que le preparó a Simeón y -en él- a nosotros. Leamos pausadamente. Saboreemos el relato. Veamos. Escuchemos. Admiremos.
Tercera consideración: La profetisa Ana también fue al Templo a la misma hora y se encontró con Jesús, María y José (Lc 2, 36-38). Ana simboliza a tantísimas mujeres tan devotas, fieles, dedicadas a su familia, a sus principios y tradiciones. Son aquellas mujeres del pueblo que les rezan a los muertos, que les preparan ropita a los recién nacidos pobrecitos y oran y trabajan con dignidad. Pidamos por todas ellas y por los mayores que, como Simeón, dan ejemplo de cómo vivir piadosamente ante Dios y cómo ser testimonios vivos de fe ante el pueblo. Oremos por los más abandonados.
Cuarta consideración: La Virgen y San José se sorprendieron con estos encuentros y glorificaron a Dios por haber provocado su Divina Providencia estos acontecimientos. Imaginemos las reacciones de ambos custodios de Jesús. Sintamos con Ellos su sorpresa ante el Poder e Inteligencia de Dios, ante su infinita y luminosa misericordia. Desde ese momento habrán sentido la presencia de Dios más palpablemente y se confiarían más a la Divina Providencia. Así lo han hecho millones de familias. Hagámoslo nosotros hoy.
Quinta consideración: Santa María de Guadalupe también nos trajo a Jesús a México para que nos redimiera desde el templo dedicado a su Madre… Entre los acontecimientos mundiales preparados y realizados por la Sabiduría y Providencia de Dios destaca el Acontecimiento Guadalupano. ¡Cuánta preparación de parte de Dios para realizar este acontecimiento en donde se repiten los preparativos: un pueblo que va a recibir el regalo; un vidente-profeta: Juan Diego; la misma Madre de Jesús y Jesús mismo: una presencia velada de San José y más vida de los familiares de San Juan Diego: su esposa María Lucía ya fallecida, el viejo tío Juan Bernardino..! ¡Siempre Dios nos sorprende y sorprenderá, como se quedó sorprendido Juan Diego ante la belleza de María en el cerro del Tepeyac! (N.M. 6-32). Agradezcamos tantas finezas a Dios que nos ha amado primero, como nos dice San Juan (1Jn 4, 19). Otros apoyos bíblicos: Malaquías 3, 1-4; Salmos 23, 26 y 122(121); Hebreos 4, 14 hasta 5, 10.