docenario dia 8 - PERLASYANGELES

Docenario Guadalupano

Martes, 8 de diciembre de 2015

Padre Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita

Día 8. Hoy podemos estar felices porque celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, uno de los regalos más grandes que le concedió nuestro Dios a nuestra amada y bella Madre María.

Festejémosla de alguna manera sensible para que podamos contagiar a otros nuestro entusiasmo. Una manera sería convocar a amigos y vecinos para meditar estas consideraciones a manera de rosario, como acostumbramos.

Dice el Papa sobre este día escogido por él para abrir el Año Santo de la Misericordia que, “después del pecado de Adán y Eva, Dios no quiso dejar a la humanidad en soledad y a merced del mal y por eso pensó y quiso a Santa María Santa e Inmaculada en el amor (cfr Ef 1, 4) para que fuese la Madre del Redentor del hombre. Ante la gravedad del pecado Dios responde con la plenitud del perdón” (Misericordiae Vultus, “El rostro de la misericordia”, número 3, carta apostólica del 11-12 de abril de este año). El Papa añade que escogió este día como un agradecimiento a Dios por la celebración de los 50 años de haber sido clausurado en un día como hoy el Concilio Vaticano II. Fue un acontecimiento único en la historia de la humanidad pues allí se reunieron más de 2,000 obispos del mundo más sus asesores y otras personas que fueron invitadas como observadoras de tal acontecimiento, de 1962 a 1965. En verdad que se sintió el soplo del Espíritu Santo.

Que este Adviento que estamos iniciando nos haga entrar en un camino de solidaridad y misericordia como Dios quiere y así se lo ha inspirado a la Iglesia universal a través del papa Francisco. Oremos por los frutos que habrá, entre ellos el de la paz y concordia, en muchos lugares de la tierra y de México, en especial. Primera consideración. Dios, manifestado por Cristo, es la Misericordia misma. Dice el papa Francisco que “en Él —Dios— todo habla de misericordia“ (documento citado, M.V. número 8). Pensemos en estas frases tan consoladoras que nos abren el camino para entender el don para María de su Inmaculada Concepción.

Jaculatoria: Por tu limpia concepción, Soberana princesa, una muy grande pureza te pido de corazón.

Segunda consideración. En el Tepeyac nuestra Madre se identifica ante Juan Diego como la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por Quien se vive (N.M. 26). La perfección de que habla nuestra Madre incluye su inmaculadez, su pureza perfecta en todo. Admiremos, como Juan Diego, su gloriosa perfección.

Tercera consideración. La Virgen le ratifica a Juan Diego quién es cuando le pide que vaya otra vez con el Obispo para convencerlo de que le haga su casita: “… y dile que Yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, Yo, que soy la Madre de Dios, te envío…” (N.M. 62). El regalo de Dios para María no fue temporal, por eso Ella dice: ”La siempre Virgen”. Que esta perfección inmaculada la veneremos y alabemos siempre.

Cuarta consideración. Nuestra Madre amada le dijo también a Juan Bernardino, cuando lo curó, que “bien la llamarían y así se nombraría: la Perfecta Virgen Santa María de Guadalupe a su Amada Imagen” (N.M. 208).

Quinta consideración. La Virgen, en el ayate de Juan Diego, se convirtió en la señal que Dios daba al Obispo y a su pueblo de que Ella era la Perfecta Virgen, Santa María, Madre de Dios (N.M. 183). Aquí es el autor del relato original el que repite este título.

Dios es el único que puede dar este tipo de señales porque incluye el futuro de toda la humanidad y el futuro intemporal de la Gloria eterna. Gocemos porque a nuestra Madre la veneramos en la Basílica como la auténtica y perfecta señal que Dios nos da y no sólo de María Inmaculada Virgen sino de la Madre del Hijo de Dios y la perfecta en todos los órdenes posibles de santidad.

Acudamos a Ella porque es perfecta en su capacidad de escuchar a sus hij@s y de llenarnos de su consuelo porque Ella nos dice a cada uno: “Que nada te aflija, te perturbe. ¿No estoy Yo aquí que soy tu Madre?” (N.M. 118-119).

Citas de la Biblia: Is 61, 10; Salmo 98-97; Ef1, 3-12; Lc 1, 26-38.

Una oración especial para este día: Gracias, Padre, y te alabamos, porque preservaste a la Santísima Virgen María de toda mancha de pecado original, para preparar en Ella, por la plenitud de tu gracia, una digna Madre para tu Hijo y Señor nuestro; te pedimos que seamos fieles hijos suyos en el seguimiento de Cristo, Nuestro Hermano mayor. Amén.