Señor, ¡cuánta maldad que hay en el mundo! Con razón decías en el Evangelio que en los últimos tiempos el mal estaría tan extendido que en muchos se enfriaría el amor, se enfriaría la caridad. Yo no quiero ser del número de los que se vuelvan insensibles a las necesidades de los hermanos, y por eso quiero pedirte hoy insistentemente que me protejas, cuides mis sentimientos y los movimientos de mi corazón para que de él jamás salga un pensamiento de odio o de indiferencia.

Jesús, ¡y los niños que sufren tanto en este mundo! mal guiados por sus padres y superiores. Que yo sea su defensor y los ayude, al menos con mi oración y penitencia, a encontrar quien los cuide y proteja.

¡Y los pobres pecadores que no tienen ni idea del tremendo castigo que les espera para toda la eternidad si siguen por ese camino! Ahora entiendo que las mayores calamidades de la tierra son una nada comparadas con la condenación de una sola alma.

Jesús Misericordiosísimo ayúdame a ser compasivo y misericordioso con todos, así seré semejante a Ti en bondad, y el Cielo será mi recompensa. Pero ya en la tierra gozaré de paz y alegría, porque quien no guarda rencor ni odio en su corazón, ya es feliz en este mundo.