Cuando tenía un par de décadas de existencia,
vi una película en que alguien se refería en esos términos a su mejor ropa y
claro, me sentí de inmediato identificada. Actualmente mis prendas menos malas
vienen de tiempos inmemoriales y están tan de moda como el cha cha cha. Tanto
así que no me atrevo a visitar a mi única amiga contemporánea de los años
mozos, porque mi vestimenta proviene más del mercado y la cuneta que de las
“grandes tiendas”. Me da algo de pudor provocarle un shock.
En este año, cierto día me puse falda recta,
chaqueta de paño, blusa blanca, zapatos con tacón mediano y usé una cartera
buena, todo largamente guardado. Me sentí extrañísima al comienzo, me costaba
caminar pues eso de falda y tacos era como andar disfrazada, pero, al rato me
fui adecuando al ritmo de la indumentaria y metiéndome en la piel del personaje
extraño hasta llevarlo con soltura. Entonces sentí horror del atuendo de todos
los (demás) días: pantalón y casaca de polar, zapatillas, bolso deforme.
No hay duda
que no hay nada como la comodidad, pero también eso se relaciona con el
“dejarse estar” que no es otra cosa que elegir la comodidad propia en
detrimento de la ajena. O quizá una es egoísta con los demás al elegir. A veces
me ha molestado bastante encontrarme con los vecinos de este poblado en la
misma facha descuidada que a mi me acomoda. Es antiestético. En cambio, si
todos nos diéramos el trabajo de cuidar el aspecto mostrando una mejor fachada,
distinto sería el paisaje de todos los días.
Quizá medite en eso lo suficiente para
aplicarlo a mi propia geografía. Pero, ¿cómo se viste una anciana para las
compras en el super , la farmacia o para visitar a los médicos? Siempre me han
horrorizado los vestidos “de señora” XL. Si me esmerara en el tema es posible
que atrajera el ojo de cogoteros y ramos afines y eso es indudablemente peor
que la mala facha.
Me parece que es más razonable no innovar y
continuar con la pinta ramplona. Por lo demás, si paso revista a mi pequeño
closet, descorazona ver la barra de colgar apretadísima a reventar por la
enorme cantidad de “ropa para la casa” que tengo y que me da pena reciclar.
Es más sensato volver a guardar los
harapos de gala en una maleta. De igual manera, irán a parar a la basura dentro
de poco.