| Es duro defender la alegríacuando se posan los ojos
 a lo largo de estos ríos de injusticia.
 Una primavera nace
 timidamente herida por la sangre.
 Florecerán los huertos, las riberas,
 las aves se organizan ya,
 en liturgias de cantos y suspiros.
 Entre cada pedacito de tierra,
 de tierra blanda y dulce,
 pululan diligente los seres
 más dispares e indefensos.
 Minúsculos milagros de la vida.
 Y nuestro corazón humano y carcomido
 se lame las heridas
 con las manos del tiempo.
 
 Si todo fuera así, nada más. Esto sería
 la fiesta
 que algún Dios o una Diosa
 soñó una noche en su refugio
 espacial y solidario.
 Pero no. El empeño es nuestro y es malsano,
 agresivo, rapaz y destructivo.
 La desolación tiene el rostro de un hombre.
 
 Y uno, apenas una luz de luciérnaga florida,
 muriendo por el hambre del deseo,
 aferrado a los contornos de los sueños,
 cobijado entre los brazos
 de la nada.
 
 Laris |