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Cuando yo era un niño me llamaban la atención los cascos militares en las cabezas de los soldados cuando estos desfilaban en las paradas militares.

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Mientras centenares de soldados marchaban imponentes por las calles de mi ciudad yo pensaba como serían estos en una guerra y mentalmente me deleitaban viendo en mi imaginación los proyectiles rebotando de la superficie de estos cascos.

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Hoy, ya siendo un adulto comprendo que mucho de lo que estaba en mi imaginación de niño, ahora está en la realidad diaria. Una batalla diaria tenemos que librar…pero los proyectiles rebotan si tengo puesto el yelmo de la salvación. Hoy, quiero ponerme ese yelmo.

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El yelmo del soldado cristiano, es la esperanza de salvación, Nuestra seguridad futura y final. Si en nuestra vida carecemos de la seguridad de salvación entonces nuestra existencia no tiene sentido y estaremos expuestos a los más viles y groseros ataques de aquel que no quiere destruir.

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Cuando nuestra vida está escondida en Dios entonces los proyectiles de inseguridad rebotaran. Nadie puede darme a mi seguridad eterna sino solo Dios. Ni la religión, ni las filosofías, ni os amigos, n el dinero ni el éxito. Solo el Señor me hace sentir seguro y salvo.

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Con este yelmo de seguridad puedo marchar hacia la meta.

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Sea que este yelmo represente la porción de salvación que ya por la fe he recibido o la expectativa confiada de salvación plena en el día final, no hay duda de que el poder de salvación de Dios es mi única defensa contra el enemigo de mi alma.

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Lo que me adorna y me protege hoy…lo que me capacita para vivir confiado hoy y lo que me impulsa a enfrentar el futuro con optimismo es la confianza y el gozo de saber que por él, soy salvo.

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Señor, Gracias porque un día cuando vagaba sin Dios, sin fe y sin esperanza con tu amor me rescataste y me diste salvación. Junto con la salvación me has dado la seguridad de la vida eterna.

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Hoy quiero tener ese yelmo de la salvación bien colocado, porque cuando me siento seguro…me siento feliz y optimista y podré hacer frente a cualquier batalla. Quien me podrá separar de tu amor, Señor? Ni lo alto ni lo bajo, ni principados ni potestades, ni el porvenir.. nada me podrá separar de tu amor que me ha dado vida terna y seguridad.

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Aunque rujan tempestades, yo en ti estaré confiado porque eres mi refugio eterno y la roca eterna de la salvación donde puedo esperar mientras la calma regresa. Gracias Señor, porque tu presencia me hace vivir con la confianza necesaria. Amén.

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Dr. Serafín Contreras Galean0