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"Recibir el Espíritu Santo es como un relámpago celestial; no existe una experiencia más sublime y más llena de sentido. Pero no por el hecho de que un ser humano haya recibido este rayo se convierte de inmediato en omnisciente, todopoderoso y perfecto, no; sólo se le dan las posibilidades para llegar a serlo, y a él le corresponde trabajar con este fuego. Desgraciadamente, puede suceder también que pierda esta gracia, y ésta es la pérdida más terrible. Muchos espiritualistas, místicos e Iniciados que poseían este fuego lo han perdido de una manera o de otra. Algunos lograron reconquistarlo, ¡pero al precio de cuántos sufrimientos, arrepentimiento y trabajo! Tuvieron que humillarse y suplicar durante mucho tiempo para que el fuego aceptara regresar. Pero a partir del momento en que acepta, se agarra con tal fuerza, empuja y hunde sus raíces tan profundamente en el interior de su ser, que ya no le abandona más: dirige, ordena y orienta su vida."



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