Deuteronomio 22: 9 - ♣♣ Postales Manantial de Agua Viva ♣♣

Deuteronomio 22: 9
El libro de Deuteronomio es un repaso de las leyes de Dios que de boca de Moisés recibió Israel. Estaba cercano el tiempo tan ansiado de entrar a la Tierra prometida de Canaán. Las leyes que los israelitas debían respetar eran las que les permitirían conquistar aquella tierra promisoria de libertad. Resulta apasionante la lectura de esas ordenanzas. En ellas vemos hasta los más mínimos detalles previstos por El Creador. Todos los aspectos cuidados de una manera minuciosa y prolija. Esta ley en particular, que acabamos de leer, hace referencia al cuidado que se debía poner en el cultivo de la tierra. No mezclar semillas de diferentes especies, para evitar pérdidas en los cultivos, es el mandato de Dios. Pero, como todas las cosas referidas al amor de Dios hacia los seres humanos, hay en esta ordenanza una clara parábola referida al propio corazón del hombre. Esto nos resulta más claro cuando el mismo Jesús nos habla en los Evangelios sobre la parábola del sembrador: Entendiendo la semilla como la misma palabra de Dios, y el corazón como el surco que la recibe. Uniendo ambos conceptos, tanto la ley de Deuteronomio como la de Jesús en aquella parábola, entendemos con claridad lo que Dios nos quiere decir: Guardemos en nuestro corazón lo que Dios nos manda desde La Bblia y no la mezclemos con ninguna otra semilla, o sea, con ninguna otra semilla. No sea que lo que Dios nos dice y nos manda se eche a perder por la contaminación de cualquier otra palabra. Pues si se perdiera, por mezclarla, la pureza de la voz de Dios en nuestras almas, quedaríamos sin lo más importante que tenemos en la vida: El consejo de quien nos ha creado. Así como en un cóctel la mezcla despoja de su esencia a cada uno de los ingredientes, hasta tornarlos casi imposible de identificarlos, así pasa cuando recibimos de una manera liviana lo que Dios nos dice.