¡Buen día!
Les comparto esta reflexión acerca de uno de las emociones más comunes, pero más difíciles de manejar: La ira.
Espero la disfruten tanto como yo!
«Déjala secar»
Mariana se puso muy feliz por haber ganado en la tómbola un juego de té multicolor.
Al día siguiente, Julia, su amiguita, vino temprano a invitarla a jugar, pero Mariana no podía pues saldría con su madre. Entonces Julia le pidió que le prestara su juego de té para que pudiera jugar en el jardín mientras ella llegaba. Ella se resistía a prestar su flamante regalo pero ante la insistencia de su amiga decidió prestársela, haciendo hincapié en que tuviera mucho cuidado al manejarlo.
Al volver del paseo, Mariana se quedó pasmada al ver su juego de té tirado al suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota. Llorando y muy molesta Mariana se desahogó con su mamá, y le dijo: «¿ves mamá porque no quería prestarle mi juego de te a Julia? Le tuve confianza y ella lo descuidó todo y lo dejó tirado en el suelo!»
Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de Julia a pedir explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo: «Hija, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste a la calle con tu vestido nuevo color blanco y un coche que pasaba te salpicó de lodo? Al llegar a casa querías lavar inmediatamente el vestido pero tu abuelita no te dejó… ¿te acuerdas lo que dijo?»
-Ella dijo que había que dejar que el barro se secara, porque después sería más fácil de quitar.
«Así es hija, -le dijo su madre- con la ira pasa lo mismo. Siempre hay que dejar que se enfríe la situación y después es mucho más fácil ver y resolver todo con claridad.
Mariana no entendió muy bien, pero decidió seguir el consejo de su madre y fue a ver la televisión. Un rato después sonó el timbre de la puerta. Era Julia, con una caja en las manos, y sin más preámbulo le dijo: «Mariana, ¿recuerdas al niño malcriado de la otra calle, ese que siempre nos molesta? Pues vino porque quería jugar conmigo y no lo dejé porque creí que no cuidaría tu juego de té, entonces él se enojó y lo destruyó todo. Cuando le conté a mi madre, se preocupó mucho y me llevó a comprar otro juego igual y vengo a dártelo. ¡Espero que no estés enojada conmigo, te juro que no fue mi culpa!»
Entonces Mariana entendió, y le dijo «¡No hay problema amiga! ¡mi ira ya se secó!». Y dandole un fuerte abrazo a su amiga, la tomó de la mano y la llevó a su cuarto para contarle la historia del vestido nuevo que se había ensuciado de lodo y como esa historia ahora tenía sentido.
Moraleja:
Nunca reacciones de manera inmediata ante un suceso que te haga enojar. La ira nos ciega e impide que veamos las cosas como ellas realmente son. Trata de controlarte. Así evitarás cometer injusticias y ganarás el respeto de los demás por tu posición serena y correcta delante de una situación difícil.