Pagina principale  |  Contatto  

Indirizzo e-mail

Password

Registrati ora!

Hai dimenticato la password?

AAAXtremecollectors
 
Novità
  Partecipa ora
  Bacheche di messaggi 
  Galleria di immagini 
 File e documenti 
 Sondaggi e test 
  Lista dei Partecipanti
 
 
  Strumenti
 
historia: Historia del fosforo ( cerillo)
Scegli un’altra bacheca
Argomento precedente  Argomento successivo
Rispondi  Messaggio 1 di 1 di questo argomento 
Da: warrior2009  (Messaggio originale) Inviato: 30/09/2010 20:44
Todo comenzó en 1669, cuando el alquimista Hennig Brand descubrió el Fósforo, que pronto sería utilizado en las cabezas de los cerillos. Se trata de un elemento químico que no se encuentra libre en la naturaleza, pero que está distribuido ampliamente en diversos materiales. Su símbolo es la letra P y su nombre se deriva del griego phosphoros, que significa “mensajero de luz”, el antiguo nombre dado al planeta Venus antes del amanecer.

 
Los intentos de producir cerillos comenzaron con el destacado científico irlandés Robert Boyle, considerado uno de los padres de la Química Moderna por su defensa del método experimental, que le hizo ganar muchos adeptos, como Isaac Newton. Hizo importantes contribuciones en el análisis químico de los elementos y la medición de la presión de los gases, además de ser fundador de la Real Sociedad, actualmente la asociación científica más antigua del mundo.

  Para 1680, Robert Boyle, irlandés considerado “El padre de la química moderna”, fue el primero en intentar hacer cerillos, y tras varias tentativas creó el primero. Para lograrlo cubrió una pieza de papel con fósforo y la punta de un palillo de madera con azufre, frotó la madera sobre el papel y se hizo el fuego,

 
Al comenzar el siglo Diecinueve, el método común para encender fuego era usar un pedernal y un eslabón martillo para prender una mecha. La idea de emplear trocitos de madera con azufre reapareció en 1800 y al poco tiempo ya se mezclaban clorato de potasio y azúcar al azufre, para mejorar su combustión.

En 1827, el químico y boticario inglés John Walker descubrió que si cubría el extremo de un palillo con ciertas sustancias químicas y lo dejaba secar, podía encender un fuego en cualquier lugar, tan sólo frotando el palillo. Estos fueron los primeros cerillos de fricción. Las sustancias que utilizó fueron sulfuro de antimonio, clorato de potasio, goma y almidón. Los cerillos se encendían al frotarlos contra un pliegue de papel de lija.

Walker no patentó sus cerillos, a los que llamó Congreves, en honor del cohete inventado por Sir William Congreve en 1808 y usado en la guerra contra los Estados Unidos.

John Walker vendió sus primeros cerillos al Señor Hixon, un agente comercial de su pueblo. En realidad, ganó muy poco dinero con su invento y murió sin haber hecho fortuna.

Como los cohetes, los cerillos Congreves eran explosivos por naturaleza e impredeciblemente peligrosos de manejar; con frecuencia las cabezas se rompían sin prender o bien, salían volando encendidas, quemando los tapetes o hasta los vestidos de las damas. Es por esto que su venta fue prohibida en Francia y Alemania.

Un tal Samuel Jones vio los cerillos de fricción de Walker y decidió comercializarlos con la marca "Lucifer". La cabeza estaba formada por sulfuro de antimonio y cloruro de potasio, aglutinados con goma y agua; tenían en la caja una advertencia para que no los usaran "las personas de pulmones delicados". Se encendían frotándolos entre dos hojas de papel de lija y se hicieron populares entre los fumadores, pero tenían muy mal olor al quemarse.

En 1830, el químico francés Charles Sauria creó los llamados "cerillos prometéicos”, utilizando fósforo blanco, con lo que no tenían olor. Estaban hechos de un rollito de papel, el cual tenía en un extremo la mezcla con un pequeño tubo hermético que contenía un poco de ácido sulfúrico. Rompiendo el tubito con un par de tenacillas o ¡con los dientes! el ácido reaccionaba con la mezcla, encendiendo el papel. Estos cerillos enfermaban a las personas, ya que el fósforo blanco es venenoso.

Los cerillos de seguridad, fabricados con el menos peligroso fósforo rojo, el cual no presenta combustión espontánea ni es tóxico, fueron patentados en Suecia en 1852 por Johan Edvard Lundstrom. En éstos, los ingredientes necesarios para la combustión se hallaban separados, unos en la cabeza y otros en una superficie especial para frotarlos.

En 1889, el abogado y experto en patentes Joshua Pusey de Filadelfia, Estados Unidos, inventó la carterita de cerillos de cartón, a los que llamó “flexibles”. Cortó el material con unas tijeras de oficina y en una pequeña estufa de madera hirvió la volátil fórmula original para la cabeza de los cerillos y la mezcla de la superficie para frotarlos. No se sabe exactamente cuántos cerillos tenía esa primera carterita, pero se cree que eran entre 20 y 50.

Su patente fue impugnada sin éxito por la Compañia Cerillera Diamond, que había inventado una carterita similar. El inventor se defendió de esa y otras demandas. Siete años después, la compañía le compró su patente por 4,000 dólares y una oferta de empleo, en el cual permaneció Pusey durante hasta su muerte, 20 años después. La compañía Diamond se convirtió en líder del mercado y con ello el invento de Pusey recibió el reconocimiento mundial.

La primera fábrica Diamond de carteritas de cerillos se construyó en Barbeton, Ohio, ya que la compañía decidió no utilizar sus ocupadas fábricas de cerillos de madera para esta nueva aventura.

Pronto, las cifras de producción excedieron las 150,000 unidades diarias. El objetivo de Diamond era producir carteritas de cerillos de calidad para vender al público, no regalarlas como sucedería 50 años después. Las primeras eran aún endebles y peligrosas, por lo que no se les hacía ninguna promoción.

El primer uso publicitario de las cajetillas de cerillos surgió en la Compañía de Ópera Mendelson, que en 1895 compró 100 carteritas en blanco, las cuales fueron decoradas por los miembros del reparto con fotos de su estrella, el trombonista Thomas Lowden y frases como: “Un ciclón de diversión, un gran reparto, hermosas chicas, lujoso vestuario, aparte sus boletos con anticipación”, después de lo cual las repartieron por los alrededores del teatro. La única muestra que se conserva está valuada en 25,000 dólares, unos 275,000 pesos.

La compañía Diamond contrató a un joven y entusiasta vendedor llamado Harry Traute, quien resultó ser un genio de la mercadotecnia.

Para empezar, convenció a los directivos de cambiar el diseño de Pusey, con la superficie de frotamiento en el interior, por el de Diamond, que la tenía en el exterior. Para mayor seguridad, insistió en que se imprimiera la leyenda “Ciérrese antes de encender”.

Traute pensaba en grande y decidió vender las carteritas de cerillos a la Cervecería Pabst de Milwaukee, que le hicieron un pedido de diez millones de carteritas, cada una anunciando la cerveza Blue Ribbon. Luego obtuvo pedidos de la cigarrera Duke y de la Compañía de Goma de Mascar Wrigley’s.

La extraordinaria iniciativa de Traute, fue un éxito y entonces se le ocurrió un sistema en el que las compañías cerilleras vendieran espacio en sus carteritas para que se anunciaran diversos productos, manteniendo así el control de su distribución, abaratando los costos para los anunciantes y ganando más por las regalías.

La idea funcionó bien y otras compañías cerilleras siguieron su ejemplo, produciendo cerillos patrocinados durante las primeras dos décadas del siglo Veinte.

En esa época, aún seguían fabricándose cerillos con fósforo blanco, debido a su gran resistencia a la humedad. Cuando se descubrieron sus efectos tóxicos en los obreros de las fábricas, se prohibió su fabricación en la Conferencia de Berna de 1905.

Cinco años después, en 1910, la Compañía Cerillera Diamond patentó el primer cerillo no venenoso en los Estados Unidos, que usaba una sustancia química segura llamada sesquisulfuro de fósforo. El Presidente de esa nación le pidió a la empresa liberar su patente en beneficio de la Humanidad, lo que ocurrió al año siguiente, el 28 de enero de 1911.

Los cerillos actuales tienen en la cabeza sulfuro de antimonio y agentes oxidantes como clorato de potasio y azufre o carbón; y en la superficie de frotamiento, fósforo rojo, vidrio molido y aglutinante.

El encendido de un cerillo implica muchas reacciones sucesivas. El mecanismo es, en principio, el siguiente: la energía mecánica debida al frotado del cerillo es mayor que la energía de activación para la reacción del fósforo rojo, es decir, el contenido en la tira café oscuro de la cajetilla; esta reacción libera suficiente calor como para iniciar la combustión del azufre, que está en la cabeza del cerillo y ésta libera suficiente calor como para iniciar la combustión de la madera o papel encerado del cerillo.




Primo  Precedente  Senza risposta  Successivo   Ultimo  

 
©2024 - Gabitos - Tutti i diritti riservati