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General: La Batalla de Culloden, Escocia (16 de abril de 1746)
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De: felipe2do  (Mensagem original) Enviado: 16/04/2011 18:19
La Batalla de Culloden, Escocia  (16 de abril de 1746) fue el choque final entre Jacobitas y partidarios de la Casa de Hanóver durante el levantamiento jacobita de 1745.
Los Jacobitas, en su mayoría escoceses de las Highlands, apoyaban las pretensiones al trono de Carlos Eduardo Estuardo (conocido como Bonnie Prince Charlie o El joven pretendiente), hijo de Jacobo III. Se les oponía el ejército británico, liderado por el Principe Guillermo Augusto, duque de Cumberland, Duque de Cumberland, hijo menor de Jorge II, miembro de la Casa de Hanóver.
Tras la batalla, la crueldad británica le valió a su general el apodo de "Cumberland el Carnicero". Carlos Estuardo huyó de Gran Bretaña y vivió en el exilio hasta que acabó sus días en Roma, completamente alcoholizado, y sin volver a intentar nunca hacerse con el trono. Las represalias civiles fueron también severas. Se promulgaron leyes para erradicar el sistema feudal de clanes en Escocia, e incluso las gaitas y la vestimenta tradicional de la zona fueron declaradas ilegales.
El 16 de abril  temprano, el ejército gubernamental marchó desde Nairn, y los cañones jacobitas dieron la alarma (que no todos oyeron) con el fin de hacer formar a las tropas en dos líneas. La línea frontal de exhaustos soldados de a pie tenía los cañones  disponibles formados en su centro y sus flancos. La segunda línea estaba constituida por los regimientos de caballería, agotados tras la marcha nocturna, y los regimientos escocés e irlandés del ejército francés. El tiempo era muy malo, con un frío viento arrojando llovizna en dirección a las caras de los jacobitas. Las fuerzas del Duque de Cumberland llegaron al campo de batalla hacia las 11 de la mañana y se desplegaron también en dos filas, frente a las jacobitas que les esperaban ya formados. El flanco izquierdo británico estaba apoyado en un bajo muro de piedra que corría a lo largo del campo que delimitaba con Culloden Park. Los dragones  a caballo y la milicia se desplegaron más allá del muro, para infiltrarse por el parque y rodear el flanco jacobita. La artillería de Carlos, superada en número en proporción de tres a uno, abrió fuego primero, pero su número y la falta de artilleros experimentados hicieron que su impacto fuera escaso.

Durante la primera media hora de la batalla, la artillería británica, superior en técnica y en número, se dedicó a machacar las líneas jacobitas prácticamente a placer, mientras Carlos, que se encontraba muy por detrás de sus fuerzas para no caer víctima del cañoneo enemigo, esperaba a que las fuerzas gubernamentales iniciaran su avance, firmemente decidido a luchar a la defensiva como pretendía. Inexplicablemente, le llevó casi treinta minutos darse cuenta de que Cumberland no tenía ninguna prisa por ponerse al alcance de una carga de la infantería highlander, y que parecía sentirse perfectamente a gusto dejando que su artillería hiciera el trabajo el máximo de tiempo posible. Para sus hombres, que mantenían la formación bajo el cañoneo británico, debieron ser treinta minutos larguísimos. De hecho, aunque el terreno blando de las marismas minimizaba las bajas, la moral de las tropas empezaba a decaer. Varios jefes de clan, furiosos por la falta de actividad, presionaron al Príncipe para que diera la orden de carga.
Cuando ésta llegó finalmente, los McDonald rehusaron cargar, molestos por haber sido desplegados en el flanco izquierdo prescindiendo de su tradicional derecho a formar al otro lado (cuando se combate con espada y escudo, hay mucha diferencia entre uno u otro flanco en una línea de batalla). El clan Chattan fue el primero en cargar, pero tropezaron con un área de terreno especialmente blanda y tuvieron que desviarse hacia la derecha, con lo que obstruyeron el avance de los regimientos que les seguían, y el ataque en general empezó a encajonarse hacia el muro sur. Los higlanders avanzaron hacia el flanco izquierdo de las tropas gubernamentales, recibiendo por el camino varias salvas de fuego de mosquete y artillería, que había pasado a disparar metralla.

A pesar de todo, una gran cantidad de jacobitas lograron llegar hasta las filas gubernamentales. Sin embargo, a diferencia de batallas anteriores, su carga fue descoordinada, con lo que llegaron en grupos pequeños y dispersos. La recientemente introducida bayoneta, sumada a las semanas de entrenamiento que Cumberland había forzado a su ejército, permitieron a los británicos repeler la mayoría de los ataques. Tan sólo un empuje especialmente fuerte logró sobrepasar la primera línea, pero fue detenido y aplastado por las tropas de la segunda línea de Cumberland.

Un capitán del regimiento de Munro relató después: "En medio de esta acción, el oficial al mando de los Camerons me lanzó un grito pidiendo cuartel, que rehusé, y reté al bribón rebelde a que avanzase. Lo hizo, y me disparó, pero providencialmente falló. Le dejé seco de un tiro, y me quedé su pistola y su dirk."

Mientras proseguía el ataque, una pequeña fuerza de tropas gubernamentales había roto el muro del parque, y la milicia de Campbell avanzó sin ser vista, para luego usar el muro como parapeto y abrir fuego de flanco contra las líneas jacobitas. Sumado al tiroteo brutal que les llegaba del frente, y amenazados por la caballería a la que podían ver desplegada en orden de combate tras la primera línea británica, obligó a los jacobitas a retroceder. El Duque ordenó entonces cargar a su caballería contra las fuerzas en fuga, pero el pequeño contingente irlandés y escocés de tropas regulares cubrió la retirada, reduciendo las bajas.

En poco más de 60 minutos, el Duque de Cumberland había cosechado una victoria aplastante. Cerca de 1.250 jacobitas habían muerto, una cantidad similar yacían heridos en el campo de batalla, y 558 fueron hechos prisioneros. A cambio, las fuerzas de Cumberland habían sufrido 52 muertos y 259 heridos.


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