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chile: 26 de Febrero 1554: Batalla de Marihueñu, Chile
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: warrior2009  (Mensaje original) Enviado: 26/02/2011 17:29
Lautaro  (n. Trehuaco, ca. 1534 – Peteroa, 1557) fue un destacado líder militar mapuche en la Guerra de Arauco durante la primera fase de la conquista española.
En pareja con Guacolda, su prometida desde pequeño, quien lo acompañó en la resistencia. Vivió una vida normal hasta que en 1546 y teniendo alrededor de 11 años de edad, fue capturado por las huestes de Pedro de Valdivia en las inmediaciones de Concepción. Tras la captura se le hizo yanacona. Permaneció como prisionero de los españoles durante seis años, en los que llegó a ser paje personal de Valdivia. Como era difícil para los españoles el pronunciar su nombre original, se le dio el nombre de Felipe Lautaro, finalmente se le llama Lautaro.
Entre sus tareas habituales de paje estaba el cuidar de los caballos de Valdivia y debía acompañarlo siempre a batallas y ejercicios militares. Fue así que aprendió a no temer al caballo, aprendió a montar hasta hacerse un buen jinete. Además, observó las disposiciones de batalla de los españoles, aprendiendo de Valdivia sus tácticas militares. Lautaro fue testigo de los escarmientos a los que Valdivia hizo someter a los derrotados mapuches, mutilando a los prisioneros y liberándolos después, como ejemplo para evitar futuras rebeliones; esto lo impactó profundamente.
Después de aprender sobre táctica y estrategia militar española, se fugó en algún momento del año 1552 a caballo y además con la corneta de Pedro Godinez, el maestro de campo de Valdivia, regresando con su pueblo.

Batalla de Marihueñu 26 de Febrero 1554; Además de los 154 hombres muy bien aderezados, llevaba Francisco de Villagra seis cañoncitos, los primeros que se emplearon en Chile, treinta arcabuces y unas mantas de madera o baluartes portátiles, para proteger a los arcabuceros de las flechas y de las hondas de los indios. Alonso de Reinoso iba como maestre de campo.
El plan de batalla de Lautaro en Marigüeñu fue el mismo de Tucapel, sin otra novedad de bulto que el empleo del lazo. Pudo cumplirse este plan en todas sus partes, porque los españoles aún no se habían dado cuenta de la forma cómo se produjo el desastre de Tucapel. Se recordará que no salvó de esta derrota ningún español, y que los cronistas reconstituyeron su desarrollo por lo que ocurrió en Marigüeñu.

Después de muchas exhortaciones pacíficas, que manifiestan su inconsciencia sobre la índole de la rebelión y sobre el estado de ánimo de los mapuches a raíz del triunfo de Tucapel, Villagra salió el 24 de febrero de 1554 de Concepción, para pernoctar en el valle de Andalién. Al día siguiente, después de una marcha muy corta, pasó la serranía de Marigüeñu, que interrumpe la comarca plana que se extiende al sur de Concepción entre la cordillera de la costa y el mar, y acampó en el pequeño valle de Chivilongo, que la separa de la montaña de Laraquete. Lautaro le había dejado avanzar, a fin de atraerle al campo de batalla elegido y cerrarle el camino de retirada, como lo hizo con Valdivia.

Es imposible precisar el número de mapuches que pelearon en Marigüeñu. Los cronistas hablan de cien mil, cifra evidentemente exagerada. Pero no cabe duda de que fué el ejército más numeroso que los araucanos lograron reunir. Lo probable es que no excediera de cuarenta mil y que no bajara de quince mil; entre estas cifras toda estimación es enteramente arbitraria.
En la madrugada del 26, Villagra empezó a remontar la cuesta de Laraquete, relativamente suave y baja, bordeada por una espesa selva donde se emboscaron los indios. Iba adelante una descubierta de 30 o 40 hombres al mando de Alonso de Reinoso. La intención de los indios parece haber sido dejarla avanzar hasta la pendiente que mira a Arauéo y destruirla por separado; mas, la batalla se trabó antes de lo previsto y Reinoso logró retroceder hasta reunirse con el grueso de las fuerzas. Villagra quiso ganar la cumbre, donde había una planicie de varias cuadras, cerrada hacia el oriente con un bosque impenetrable y cortada a pique del lado del mar. Lautaro habia elegido también esta planicie y tenia concentradas en tomo de ella sus fuerzas disimulándolas en el bosque.
Continuó Villagra remontando el camino de zigzag que conduce a la plazoleta, hostilizado por los indios que ocupaban ambos bordes, ocultos en el bosque. Lo mismo que Valdivia, Villagra se despreocupó de su retaguardia, no advirtiendo que, a su paso, los indios iban cerrando el camino con grandes árboles y construyendo albarradas. Una vez que ganó la cumbre, viendo que el número de indios aumentaba, formó sus fuerzas en línea de batalla y emplazó la artillería. Eran las ocho ante meridiano.
El combate empezó como en Tucapel: el primer cuerpo de mapuches retrocedió hacia el bosque, después de sufrir grandes pérdidas, y le reemplazó el segundo; a éste, el tercero; al tercero, el cuarto, y asi sucesivamente. Aunque ya tenían algunos muertos y numerosos heridos, a las doce del dia los españoles peleaban todavía bien. Pero a partir de este momento, el calor, el cansancio, la sed y el polvo debilitaron rápidamente sus fuerzas físicas y la constante renovación de los cuerpos de mapuches, que entraban de refresco al combate, quitándoles toda esperanza de vencer, empezó a desmoralizarlos.
Villagra hizo grandes esfuerzos por sostener la moral de sus soldados. Los animaba peleando en primera fila con coraje sobrehumano y con una energía física asombrosa. Los indios comprendieron que era el apo (jefe), "le echaron un lazo al pescuezo, hecho con una pica y varas, y cargaron muchos indios a tirar de la pica en que estaba el dicho lazo y dieron con él en el suelo". Los soldados lograron rescatar a Villagra ensangrentado, sin celada, no sin que alcanzaran a arrastrarlo algún trecho; pero no el caballo, que se lo llevaron los mapuches. Se puso otra celada y montó un caballo de repuesto para continuar peleando. Era la una de la tarde. Los españoles habían perdido su primer empuje. Villagra insultaba a los que flaqueaban en el combate "llamándoles de gallinas y de bellacos". Pronto tuvo que dar de espaldarazos con la espada desnuda a los que intentaban huir del campo. Pero los españoles estaban casi todos heridos y muy fatigados y los caballos ya no respondian a las exigencias de los jinetes. Eran las cuatro de la tarde. Habían, peleado ocho horas contra fuerzas de refresco, sin tomar un vaso de agua y sin descansar siquiera un momento, mientras Lautaro tenía aún intacta su reserva.

El jefe mapuche, con su ojo militar, advirtió el cansancio del enemigo y se precipitó sobre la artillería y los bagajes al frente de dos poderosos escuadrones de refresco. Cortó a los españoles en dos porciones mató a los 20 soldados que servían los cañones y a la casi totalidad de los indios auxiliares y se llevó las piezas de artillería. Fue el golpe de gracia.

No había otra línea de retirada que la vuelta a Concepción. Villagra la tomó sin vacilar. El desastre era enorme; pero sus proporciones se habrían podido reducir a la mitad a pesar de los obstáculos con que los indios sembraron el camino si Villagra hubiera logrado organizar una retirada en orden dando cara al enemigo la retaguardia y venciendo los obstáculos la vanguardia. Por desgracia para los españoles el pánico hizo presa en el resto de los soldados. Ignorantes de las dificultades que les aguardaban en el camino, sordos a las órdenes de Villagra huyeron a la desbandada, para perecer aisladamente derribados por las macanas y las mazas de los indios que los aguardaban ocultos en los bosques o detrás de los obstáculos del camino. Logró, sin embargo, organizar una retaguardia de treinta o cuarenta jinetes que contuvo largo tiempo al enemigo; pero que no pudo proteger de los indios apostados en el trayecto, a los que huían a la desbandada.

Los mapuches cerraron el camino en un punto en que se bifurcaba, y dejaron libre un sendero escabroso donde aguardaban a los españoles para precipitarlos al abismo con sus caballos. Unos quedaron paralizados ante la albarrada sin acometerla, y otros más incautos tomaron el sendero. Estos últimos rodaron al precipicio y los otros habrían perecido torpemente si Villagra advirtiendo lo que ocurría no llega "e fizo un portillo... por donde pasaron los que allí había". Alonso de Reinoso dice que en este paso perecieron cuarenta españoles y casi todos los indios amigos que habían salvado del campo de batalla.

Al salir al llano, Villagra logró reunir veinte hombres. Ya los enemigos eran escasos, pero era necesario llegar al Biobío antes que los indios se llevaran las barcas. Por suerte andaban algunos caballos huidos del combate. Montó en ellos a los que hablan quedado a pie y tomó el caminó de Concepción con la máxima velocidad que permitía el estado de los caballos. Las barcas estaban en la orilla Villagra colocó un cordón de centinelas para observar al enemigo, y comenzó el paso de los caballos y de la gente sin ser estorbado por los mapuches. En la misma noche empezaron a llegar dispersos. Venían todos a pie, heridos y tan extenuados que apenas podían moverse. Los más habían• arrojado las armas para libertarse de su peso o las habían perdido en la batalla.

Al día siguiente pudo hacerse el balance de la jornada. Villagra salió de la ciudad con 154 hombres, y entre el grupo que logró mantener en orden y los dispersos, entraron en ella sesenta y seis. El número de españoles muertos subía, pues, a ochenta y ocho: los veinte artilleros de a pie que murieron en el campo de batalla y la mitad de los de a caballo, caídos casi todos en la fuga. De los sesenta y seis que entraron a Concepción, debían morir cuatro o cinco más a consecuencia de las heridas. 


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De: lillyvaz Enviado: 29/08/2022 21:42
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