Tratar de controlar cada parte de mi vida me puede dejar exhausto y frustrado. Si necesito ayuda para dejar ir y creer que mi mayor bien se está manifestando, recuerdo que el orden divino obra siempre en mi vida y en el mundo a mi alrededor. La vida es cambiante, pero el principio del orden divino permanece inmutable.

Darme cuenta de que el orden afianza y sostiene todo en la creación, me inspira a enfocarme en lo que está bajo mi control y a dejar ir el resto. Al entregarme, confío en que el mismo poder que mantiene los planetas en su órbita apoya mi vida. Aun cuando la vida se sienta caótica y fuera de balance, afirmo orden divino y recuerdo que nunca estoy solo.

Doy gracias por todo lo que tengo para dar. La gratitud y el dar son las llaves de la prosperidad. El bien de Dios fluye como la corriente de un río, y está en mí abrirme a la abundancia. Bendigo todo lo que tengo y doy generosamente de mi tesoro, tiempo y talento. Existen muchas maneras para compartir.

Donar dinero y regalar bienes son parte de ello, así como el voluntariado y dar una mano donde se necesite. Podría escuchar a un amigo que está pasando por un reto, llevar a un vecino a una cita médica o compartir alimentos.

Siempre busco nuevas oportunidades para dar, compartir y servir. Enfocarse en la verdad de la abundancia, ayuda a disipar el miedo a la escasez. Mi práctica de agradecer y dar refuerza mi fe, tranquiliza mi mente y abre mi corazón.

Ya sea en el trabajo o en el descanso, yo soy libre. Mi actitud determina cómo percibo la vida. Recuerdo mi niñez: corriendo, jugando, riendo y experimentando sentimientos de maravilla y dicha. En esos momentos estaba totalmente sumergido en la experiencia del verdadero gozo.

Puedo experimentar esa sensación de nuevo. Recuerdo a mi niño interior para evocar una libertad alegre. Puedo dar un paseo por el bosque y contemplar los árboles, las flores, el sol y el paisaje. Puedo hacer algo de arte o música o reunirme con mis amigos para disfrutar de un momento ameno. Mi mayor libertad es saber que yo soy un ser espiritual, libre para confiar en la presencia divina en mí. Me sosiego sabiendo que yo soy libre para vivir la vida de mis sueños.

Recuerdo momentos cuando he perdido la confianza, terminando herido y desencantado. He aprendido de esas experiencias y usado mi poder discrecional para escoger dónde y en quién pongo mi confianza. Confío en las personas fiables en mi vida, así como la constancia e integridad me hacen merecedor de que ellos depositen su confianza en mí. La confianza que tengo nace de mi fe.

Actúo para fomentar esa confianza siguiendo mi guía interna, sabiendo que mi sabiduría interior dirige mis pasos infaliblemente. Sin dudar, pongo mi confianza en Dios y abro mis ojos y oídos espirituales para ver y escuchar el sendero a seguir. Sé que todo está en orden divino y que siempre tengo lo que necesito. Confío en Dios y hago mi parte.

Al ir en pos de mayor comprensión y guía para mi sendero espiritual, confío en mi sabiduría interna. Mi conciencia creciente me proporciona mayor paz interna. Tengo presente que he sido dotado de dones espirituales poderosos. En el pasado tal vez me haya sentido a merced de los altibajos de la vida. Sentía que me abrumaban y abatían, llevándome a la ansiedad y la duda.

Mas gracias a la fe que madura en mí como guía, siento la vida como un suave río de leves curvas que navego con tranquilidad. La creciente paz y alegría son mías mientras descanso sabiendo que soy uno con Dios. Al decidir mis nuevos pasos, estoy confiado en que Dios está conmigo mientras tomo decisiones sabias e inspiradas en la divinidad.