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RINCÓN LITERARIO: EL PESCADOR Y SU ALMA. 4a. PARTE
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جواب  رسائل 1 من 1 في الفقرة 
من: FLAQUIS  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 16/09/2009 09:32
EL PESCADOR Y SU ALMA
Oscar Wilde
 
Cuarta parte
 
 
 

Cuando transcurrió un año, el alma vino a la orilla del mar y llamó al joven Pescador. Él subió de las profundidades, y la interrogó en tono fastidiado:

—¿Por qué me llamaste?

Y el alma respondió:

—Acércate más, para que pueda hablar contigo, porque he visto cosas maravillosas.

El Pescador se acercó a la orilla, se tendió sobre el agua, y escuchó con la cabeza apoyada en la mano.

Y el alma le refirió:

—Cuando nos separamos miré hacia el Oriente, y caminé hacia allá, pues del Oriente viene toda la sabiduría. Estuve caminando seis días, y al amanecer del séptimo, llegue a una colina que se encuentra en el país de los Tártaros. Tuve que sentarme a la sombra de un tamarindo, porque el país era seco y el calor me abrasaba. La gente iba y venía, como moscas arrastrándose por una bandeja de cobre bruñido. Al mediodía se levantó una nube de polvo, y apenas la divisaron los tártaros prepararon sus arcos saltaron sobres sus caballos, y galoparon hacia ella. Las mujeres subieron chillando a los carros, y se escondieron tras las cortinas de fieltro.

"Los tártaros volvieron al caer la tarde; faltaban cinco de ellos, y muchos de los que volvían estaban heridos. Subieron a los carros y se alejaron velozmente. Cuando salió la luna, vi los fuegos de un campamento y me dirigí hacia allá. Era una caravana de mercaderes, sentados en sus alfombras alrededor de una fogata.

"Al acercarme, su jefe se levantó, y desenvainando la espada, me preguntó qué quería.

"Repuse que en mi país yo era un príncipe, y que había huido de los tártaros que me llevaban prisionero. El jefe sonrió mostrándome cinco cabezas clavadas en varas de bambú.

"Luego me preguntó quien era el profeta de Dios, y yo le dije que Muhammad.

"Al oírme pronunciar el nombre del falso profeta, me tomó de la mano y me hizo sentar a su lado. Un negro me trajo leche de yegua y un trozo de cordero asado.

"Continuamos el viaje a la salida del sol. Yo cabalgaba en un camello al lado del jefe, y un esclavo corría delante de nosotros agitando una lanza. Nos seguían los hombres de armas, desplegados a uno y otro lado, y detrás las mulas con las mercancías.

"Mucho cabalgamos. Del país de los tártaros pasamos al país de los que odian a la Luna, donde vimos los grifos custodiando su oro sobre rocas blancas, y los dragones cubiertos de escamas durmiendo en sus cavernas. Cuando cruzamos las montañas, conteníamos el aliento por miedo a que las nieves cayeran encima de nosotros. Al pasar por los valles, los pigmeos nos lanzaron flechas desde los huecos de los árboles, y durante la noche escuchamos los tambores de los salvajes. Cuando llegamos a la Torre de los Monos, les ofrecimos fruta, y no nos hicieron daño. Cuando alcanzamos la Torre de las Serpientes, les ofrecimos leche tibia, y nos dejaron pasar mirándonos con sus ojos inexcrutables.

"Los señores de cada ciudad nos exigían tributos de paso, pero no nos abrían sus puertas. Nos arrojaban pan, pastelillos de harina cocidos en miel, y pasteles de cebada rellenos con dátiles, desde lo alto de sus muros.

"Cuando los habitantes de las aldeas nos veían acercar, envenenaban sus pozos y escapaban a la cumbre de los cerros. Luchamos con los magdenses, que nacen viejos y se rejuvenecen año tras año hasta que mueren niños; y con los lactros, que se dicen hijos de los tigres y se pintan de negro y amarillo; y con los aurantes, que sepultan a sus muertos en los árboles, y viven en oscuras cavernas por miedo a que el sol, que es su dios, les quite la vida.

"Un tercio de nuestra caravana murió peleando, y un tercio pereció de hambre. El resto murmuraba en contra mía, diciendo que les había traído la mala suerte. Entonces tomé una víbora de debajo de una piedra y la dejé que me mordiera. Cuando vieron que no me pasaba nada, sintieron temor pero no me amaron.

"Tras cuatro meses de viaje agobiador, llegamos a la ciudad de Illiel. Era de noche, y al amanecer llamamos a sus inmensas puertas. Los centinelas preguntaron qué queríamos, y nosotros respondimos que veníamos de la isla de Siria con gran cantidad de mercancías. Ellos nos dijeron que abrirían las puertas al mediodía.

"Y así lo hicieron; abrieron las puertas cuando el sol estaba en el cenit y apenas entramos acudió la gente para vernos, y un pregonero recorrió la ciudad. Nos detuvimos en el mercado, donde los mercaderes mostraron los lienzos encerados del Egipto, y las telas pintadas de los Etíopes, y las esponjas purpúreas de Tiro y los tapices azules de Sidón.

"El primer día vinieron a comprar los sacerdotes, al segundo los nobles, y al tercero los artesanos y los esclavos.

"Permanecimos allí toda una luna hasta que, hastiado, me puse a vagar por las calles de la ciudad. Así llegué al jardín de su dios. Los sacerdotes vestidos de amarillo, paseaban silenciosos entre los árboles verdes, y sobre un pavimento de mármol negro se levantaba el palacio rosado que sirve de mansión al dios.

"Uno de los sacerdotes, me preguntó qué deseaba.

"Le respondí que quería ver al dios.

"—El dios ha ido de cacería —dijo el sacerdote mirándome con sus ojos oblicuos.

"—Dime a qué selva ha ido, pues quiero cabalgar con él —repuse.

"El sacerdote peinó los flecos de su túnica con las uñas puntiagudas, y respondió:

"—El dios está durmiendo.

"—Dime en qué lecho, y velaré su sueño —respondí.

"—El dios está en la fiesta —gritó el sacerdote.

"—Si el vino es dulce, beberé con él, y si es amargo beberé también —respondí.

"El sacerdote, asombrado, me cogió de la mano y me condujo al templo.

"En la primera cámara había un ídolo sentado en un trono de jaspe. Era de ébano tallado y de la estatura de un hombre. Tenía un rubí en la frente y sus pies estaban enrojecidos por la sangre de un cabrito recién degollado.

"Le pregunté al sacerdote:

"—¿Es éste el dios?

"Y él me respondió:

"—Este es el dios.

"—Enséñame el dios —grité—, o te mataré sin vacilar.

"Y le toqué la mano, que se marchitó enseguida.

"El sacerdote me imploró diciendo:

"—Cure mi señor a su siervo, y le mostraré al dios.

"Le soplé en la mano que se curó de inmediato. Temblando me condujo a un segundo aposento, donde había un ídolo, en pie sobre un loto de jade. Era todo de marfil y del doble de la estatura de un hombre. Tenía un crisólito en su frente, y sus pechos estaban ungidos de mirra y cinamomo.

"Yo interrogué al sacerdote:

"—¿Es éste el dios?

"Y él me respondió:

"—Este es el dios.

"—Enséñame el dios—rugí—, o te mataré sin vacilar.

"Y le toqué los ojos, que quedaron ciegos.

"El sacerdote me suplicó diciendo:

"—Cure mi señor a su siervo, y le mostraré el dios.

"Le soplé en los ojos, y la vista volvió a ellos. Temblando de pavor, el sacerdote me llevó entonces a una tercera estancia. Allí, ¡oh maravilla!, no había ídolo ni imagen alguna, sino solamente un espejo redondo de metal, colocado encima de un altar de piedra.

"Y dije al sacerdote:

"—¿Dónde está el dios?

"Y él me contestó:

"—No hay más dios que este Espejo, que es el Espejo de la Sabiduría. Todas las cosas del cielo y de la tierra las refleja, excepto el rostro de quien se mira en él. No lo refleja para que el que mire pueda ser sabio. Todos los demás espejos son espejos de la opinión. Sólo éste es el Espejo de la Sabiduría. Quienes poseen este Espejo, lo saben todo, y no hay nada oculto para ellos. Y quienes no lo poseen, no adquieren la Sabiduría. Este es el dios que adoramos nosotros.

"Miré el espejo, y era tal como él me había dicho.

"Hice entonces una cosa muy singular... No viene al caso que te lo diga, pero en un valle que está a sólo un día de camino, tengo escondido el Espejo de la Sabiduría. Permíteme que vuelva a entrar en ti, para servirte, y serás más sabio que todos los sabios, y tuya será la Sabiduría. Permíteme entrar en ti, y no habrá nadie tan sabio como tú.

El joven Pescador se puso a reír.

—El amor es mejor que la sabiduría —exclamó— y la sirenita me ama.

—Te equivocas, no hay nada mejor que la sabiduría —dijo el alma.

—El amor es mejor —repitió el joven Pescador, y volvió a sumergirse en las honduras del mar, mientras el alma se alejaba llorando a través de las marismas.



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