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RINCÓN LITERARIO: NO ES UNICO EL AMOR. OBRA TEATRAL DE FERMIN RODRÍGUEZ LOSADA.
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: FLAQUIS  (Mensaje original) Enviado: 18/09/2009 05:31

   

 NO ES UNICO EL AMOR

Fermín Rodríguez Losada

 

La obra está basada en un hecho real. La acción se desarrolla en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial. Refleja el ambiente social y cultural de la época a través de una familia de la clase media alta: costumbres, forma de expresión, valores morales, etc.

 

personajes

Doña Carmen

Señorita Julia

Lola

Carlos

Don Gregorio

Armando

Mister Wood

PRIMER ACTO

escena 1ª

 

(Una salita sencilla, pero presentada con gusto refinado. Tres puertas, una al fondo y dos laterales).

(Doña Carmen hace punto; Julia lee una revista)

Doña Carmen.- Te repito, Julia, que terminarás volviéndome loca. Debes salir y distraerte. No es posible que una pena dure tanto y provoque en tu existencia esa intensidad dramática con que la vives.

Julia.- No puedo, mamá. Es algo superior a mi probada fuerza de voluntad. No lo olvidaré nunca. Cada día que pasa parecen aumentar mis constantes recuerdos. Me parece verlo a todas horas. Piensa, mamá, que mi amor a Jorge sigue tan vivo. Sólo me consuelo un poco en la soledad del cementerio cuando me creo muy cerca de él.

Doña Carmen.- Pues eso es precisamente lo que más te afecta. Por otra parte, ¿qué dejas tú para las viudas?. Tú eras una novia, nada más. Es cierto que estaba muy próxima tu boda, pero eres una mujer joven, muy agraciada, hija mía, aunque no está bien que lo diga tu madre, y puedes, mejor aún, debes aspirar a que otro hombre te haga todo lo feliz que tú mereces. Deja ya esas visitas y sé fuerte para dar cara a la vida.

Julia.- ¿Me aconsejas tú que no visite el cementerio? Hace diez años que papá murió y todos los viernes depositas flores en su tumba.

Doña Carmen.- Y lo haré mientras viva, querida. ¡Qué bello es contemplar la vida en este lugar! Allí la paz es más profunda, más dulce. Los corazones hacen ofrenda, en este santo recinto, de su más preciado tesoro.

Julia.- Sí, mamá. Unas flores, unas oraciones, el amor... pruebas de un recuerdo...

Doña Carmen.- A veces se oyen llantos contenidos que temen romper aquel equilibrado silencio. ¡Esa madre que limpia con esmero y con el máximo cariño el mármol que cubre los sagrados restos!.

Julia.- ¡Y aquellos hijos que parecen clavados, por un algo misterioso, a la sepultura de su madre!.

Doña Carmen.- Nos conocemos todos. El dolor, que para Wilde es el modelo supremo en la vida y en el arte, ha hecho de todos los que respiramos aquel tan querido ambiente, una familia unida por los más fuertes lazos espirituales.

(Suena el timbre)

Julia.- Llaman a la puerta. Me voy, mamá, no quisiera que una visita cualquiera echara por tierra mis planes de trabajo.

Doña Carmen.- Sí, hija, vete a tu habitación. Yo la recibiré. pero nada de trabajar. Te arreglas y aceptas la invitación que te ha hecho Carlos. Darás con él un paseo por el jardín. Es un excelente muchacho. Algo que para nosotros es inexplicable ocurre en su vida. ¡Qué pena que un alma tan buena permanezca siempre en la oscuridad de la tristeza!.

Julia.- Pensaré lo del paseo por el jardín, mamá.

(Sale por la lateral derecha)

(Doña Carmen, que durante la conversación anterior fue andando hacia la puerta del fondo, la abre y entra Lola con una pequeña maleta)

escena 2ª

Lola.- Buenos días, señora. Ya estoy aquí, como lo he prometido y creo que hemos de entendernos.

Doña Carmen.- Ese es mi deseo, Lola. En principio quisiera que usted me dijera los motivos que originaron los cambios de casa en las que sirvió.

Lola.- Verá, usted, señora. Son muy variados y algunos no me parece oportuno dárselos a conocer. Muchas veces son las mismas señoras las que me despiden por cualquier capricho, y hacen muy bien. La verdad, yo no concibo esas familias que soportan años y años una criada, hasta el punto de que llega a hacerse el ama de la casa. Le temen los niños y, en ciertas ocasiones, los propios señores toman sus precauciones para que la autoritaria muchacha no tenga que llamarles la atención.

Doña Carmen.- Sí, sí; en cierto modo, dice usted bien.

Lola.- En cambio, no creo que usted deje de darme la razón cuando digo que debe ser maravillosa la emoción de los maridos pensando que al llegar a casa han de encontrarse con la nueva sirvienta, que su mujer se procura... cada ocho o nueve días. ¿Será rubia?... ¿Será morena?...y qué sé yo cuántas cosas más pensarán... Desde luego, señora, que ellos no comentan nada. Observan y callan.

Doña Carmen.- Pues lo que es, en esta casa, Lola, no tiene usted quien sufra emociones. Desgraciadamente no hay marido observador.

Lola.- Pero también los visitantes agradecen la renovación de fichas.

Doña Carmen.- Por lo visto, usted toma el servicio como un campeonato de liga. No me importan sus opiniones sobre ciertos extremos. Con lo que hemos hablado ayer es más que suficiente. Pase usted a la cocina, ya conoce la casa, y a trabajar.

Lola.- Sí, señora. No tendrá motivo de queja alguna.

(Va saliendo) 

Doña Carmen.- Así lo espero... ¡Ah! ¡Cuidado con las emociones!.

Lola (Ya en la puerta lateral derecha).- No se preocupe. ¡Eso corre de mi cuenta!

(Sale por la lateral derecha)

 

                                                           
     
       

      



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