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De: FLAQUIS  (Mensaje original) Enviado: 03/10/2009 06:48
 

LA CABAÑA

Hoy llueve como ayer y antes de ayer. Hace tres malditos días que llueve y nosotros acá, encerrados- decía mientras miraba por una ventana y la lluvia caía fuertemente contra la pobre cabaña que habíamos alquilado.

- Tranquilo por lo menos tenemos comida- me decía Diego al tiempo que se acercaba con una bandeja llena de bocados.


- No, gracias. No tenemos TV, no tenemos nada excepto esta lluvia- le contesté mientras tiraba una pelotita de goma.


- Bueno por lo menos nos tenemos- decía Martín mientras se tiraba en la cama y se preparaba para dormir.


- Ey, Oscar, vamos a dormir tal vez mañana no llueva- decía Rafael y se iba a su cuarto.


- Mirá, tus viejos nos prestan la cabaña para pasar el fin de semana y llueve, nosotros cinco solos en la cabaña y llueve ¿qué queres que haga?- seguía diciéndoles.


- ¿Vas a dormir o ver como llueve?- me lo preguntó Ismael, el cuarto de mis amigos, por supuesto tenía más pero hoy no vinieron.


- No, no tengo sueño, que duerman bien.

Todas las luces se apagaron y sólo quedó la mía, la de mi habitación, pasé la siguiente hora mirando la lluvia que caía con fuerza sobre el suelo; hasta que me aburrí y me fui a acostar.

De repente, caí en lo más profundo de mis sueños y me encontré en una cabaña, entré a una habitación para ver que había y encontré un largo camino de sangre que iba a la cama y en la cama había un pequeño bulto y por curiosidad comencé a caminar hacia allí agarré la sábana y cuando estaba por tirar de ella, me detuve ¿y si ahí había algo?¿Y si la había, que me iba a pasar? Total, en los sueños no te pueden lastimar, sólo es un pensamiento cuando estás dormido, pero tal vez es eso lo que uno piensa como cuando vas a operarte y decís “no me pasa nada” pero a veces pasa algo. Junté toda la valentía y comencé a tironear.



- ¿Qué haces acá?- me di vuelta para ver quien me hablaba, no podía verlo bien tenía toda la cara llena de sangre y en la mano llevaba una lanza también llena de sangre- ¿No te había matado? Bueno eso no importa ahora si vas a morir.


- ¿Quién sos?- preguntaba con miedo pero no hubo respuesta. Se limitó a atacarme dándome en el corazón y riendo mientras me quedaban pocos segundos de vida. Cuando cerré los ojos, ya al borde de la muerte, vi el número uno lleno de sangre y con unas palabras; también había un hombre vestido de negro con una manta que lé cubría toda la cara y me decía que tenía dos más...

- Aahh- me sobresalté y comencé a ver a mi alrededor y me encontré en mi habitación y al lado mío estaba Rafael.
- Disculpa que te haya asustado, ¿Te levantas? Vamos a desayunar- me decía mientras subía la persiana.
- Está bien, sólo tuve una pesadilla. Una pregunta ¿Hay algo por acá cerca?


- Sí, hay dos cabañas más; una en la que vive un hombre llamado, me parece que, es Juan Pablo un muchacho que trabaja en su pequeño campo, creo que vivió siempre solo y en la otra no vive nadie porque... este por nada- y se fue corriendo de mi pieza.
- ¿Qué pasó?- no hubo respuesta, sólo el ruido del horno.

Con dificultad me desperté y me cambié con algunos tropiezos. Cuando salí de mi habitación, estaban todos en la mesa esperándome para desayunar.

Después de desayunar, Rafael fue a su habitación a escuchar la radio; Diego se fue a estudiar; Ismael comenzó a lavar los platos y Martín a barrer. Yo fui a la pieza de Rafael, cerré la puerta y comenzamos a hablar:

- Ahora decíme ¿Por qué en la cabaña no vive nadie y quien es ese tal Juan Pablo?- mientras me sentaba en la silla media rota.
- Bueno, pero juráme que no le vas a decir a nadie- y asentí con un gesto de la cabeza- eso espero, hace unos cuantos años la casa permaneció solitaria. Un hombre se atrevió, ya que había habido unas extrañas muertas pero de eso hacía unos cien años, se decía que era un científico pero una noche pasó algo; se escuchó un grito pero cuando traté de ver qué era, por todas las ventanas había sangre y no se podía ver nada, sólo se escuchaban gritos. Traté de llamar a la policía pero el teléfono estaba roto y no podía ir a la comisaria por que no tenía auto. Me fui a mi casa ya que no se podía entrar, me quedé despierto toda la noche.

< Al otro día Juan Pablo fue a la cabaña para ver qué había sucedido y encontró al dueño colgado del techo con una soga alrededor del cuello y con cortaduras bastantes profundas. Por cada una corría sangre, después llegó la policía pero no encontró ninguna prueba o indicio de quién pudo haberlo matado.

< Después de unos dos años, yo volvía acá una vez por semana. Una familia se mudó aquí; pasaron un mes bien, pero exactamente en la misma fecha en que había muerto el muchacho, pasó algo. Yo no estaba, por eso no te puedo decir qué pasó, pero me contó Juan Pablo que en la noche, mientras él dormía, se escucharon unos golpes seguidos de unos gritos. Él trató de salir pero no podía abrir la puerta y dice que cuando se dio vuelta vio “algo” estaba todo cubierto por sangre y le dio un golpe en la cabeza con una especie de lanza haciéndole un corte en la cabeza. Él quedó en el suelo sangrando; después la criatura desapareció y cuando pudo levantarse vio a través de la ventana de la puerta al hijo corriendo hacia su cabaña pero detrás de él estaba el padre con un hacha y le dio en la cabeza; el padre volvió, con el cadáver de su hijo, adentro de su casa.

< Juan Pablo trató de salir pero no pudo y lo ultimo que recuerda es que recibió un corte en la espalda. Al otro día llegué y, como siempre hago, fui a la cabaña de Juan Pablo para saludarlo como nadie me atendió traté de ver por la ventana, porque Juan Pablo nunca sale, y vi que estaba en el suelo había un charco de sangre debajo de él. Llamé a una ambulancia. Después Juan Pablo le dijo a la policía que fuera a la cabaña de al lado, cuando llegaron encontraron a la familia muerta: al hijo con la cabeza partida, a la mujer decapitada y al hombre muerto de un balazo. Desde ese momento nadie volvió a ocupar esa casa.

- Bastante información; una pregunta, ¿alguna vez estuviste ahí?- le pregunté y me fui a la ventana para ver la cabaña.
- No, ¿por qué preguntás?
- ¿Por qué no vamos a ver que hay? Total, no tendría que pasar nada excepto en un mes.
- Bueno, se lo pregunto a los otros y vamos, igual tenía ganas de ir.

Rafael salió de la habitación, dejándome a mi solo. Como tuve sueño, me eche a dormir un rato. Desperté y volví a estar en el mismo lugar en donde terminó mi sueño anterior: miré a mi alrededor y vi que todavía había un pequeño bulto en la cama. Como no había nadie agarré la sábana y tiré de ella; encontre un pequeño muchacho dormido y traté de despertarlo pero no pasaba nada. Pero algo se había parado en la puerta con un hacha en la mano. Se acercó a mí, pero yo no era su blanco; se paró cerca del chico levantó el hacha y volteó su mirada a mí y me dijo que ya iba a llegar mi turno. Volvió a mirar al chico y bajó el hacha. Yo traté de pararla pero traspasó mi mano como si yo fuese un fantasma y el hacha llegó al pequeño chico terminando con su vida. El hombre la dejó y me miró me dijo que era imposible cambiar el pasado pero que se podía cambiar el futuro. Después de terminar su frase, desapareció del cuarto y volví a estar en un cuarto con el hombre todo vestido de negro que me dijo que todavía tenía tiempo de cambiar el futuro, que el pasado no era posible de cambiar pero sí el futuro y desapareció.

Luego de ese sueño desperté y lo único que tenía en mi cabeza era ¿por qué tenía estos sueños? y, ¿qué tenían que ver conmigo? Pero lo iba a dejar para otro día por que Rafael me llamaba para irnos a la cabaña.

Los cinco íbamos caminando por un sendero que nos llevaba directo allí y como ya estaba oscureciendo, prendimos nuestras linternas. Mientras íbamos directo a la cabaña; cada uno charlaba, silenciosamente, con alguien, excepto yo que iba callado y pensando en el sueño, ¿tendría que ver con el lugar hacia donde estábamos yendo?¿Por qué me repetía que no se podía cambiar el pasado pero sí el futuro? Pero el futuro, ya se sabe, no se puede evitar; si uno lo evita no habría tal futuro y no podrían avisarme de lo que estaba por pasar, lo único que sé, es que eso no tenía sentido...

- No he hecho nada malo, sólo fui a la cabaña de enfrente, no ¡por favor! ¡No! ¡Aahh!- se escucharon esos gritos y luego un golpe seco. Después hubo un gran silencio y todos nos quedamos quietos hasta que Rafael interrumpió con una idea.
- Volvamos, esto no es divertido, ¿Quién me acompaña?- lo dijo y se dio vuelta rumbo a su cabaña.

Todos lo iban a acompañar menos yo. Cuando se fueron, comencé a caminar rumbo a la cabaña y de repente tropecé con una piedra, caí de cara al suelo y me desmayé para volver a mis sueños o pesadillas.

Cuando pude abrir los ojos me encontré en una habitación; pensé que era un living ya que tenía un televisor, una estufa y una mesa con sus sillas. Se podría decir que era marrón pero en estos momentos no, ya que tenía, a alguien arriba de ella y de la mesa caía sangre; me acerqué para ver la cara de la víctima pero...

- ¡Auxilio, me quiere matar, igual que...!- todos mis músculos se quedaron congelados.

No pude escuchar más, ya que de golpe la voz se interrumpió. Después se abrió la puerta y vi a un hombre que tenía la cara mirando el suelo y estaba tirando del pelo a una mujer, la estaba arrastrando, y la sentó en una de las sillas. Luego sentó a la persona que estaba en la mesa, fue a la cocina y trajo unas milanesas se sentó y volteó la mirada a mí:

- Por fin, están todos no falta nadie- y comenzó a hablar con los muertos que, según él, eran su familia.
- ¿Por qué lo hiciste?- pregunté con nerviosismo.
- Ahora que lo pienso, no sé, tal vez por la cabaña. Nos cambió a todos desde que venimos.

Fue lo último que me dijo; él desapareció y yo volví en mí.

- No vayas, no vale la pena, ¿para qué?

No supe de donde salió esa voz pero igual iba a ir a la cabaña, cuando mis amigos aparecieron.

- Sabía que no se iban a perder la diversión- igual no creo que me hayan hecho caso porque se quedaron mirándome con la cara congelada- ¿muchachos qué les pasa?

- Oscar ¡Mi Cabaña está!... eh... no existe, decidimos ir a ver a Juan Pablo, tal vez nos deje entrar y pasar la noche- me decía Rafael y volvió a caminar para el lado contrario de su cabaña.
- Bueno, pero tengo un mal presentimiento.

Todos seguimos a Rafael hacia la cabaña de Juan Pablo. Después de caminar unos diez minutos llegamos a la cabaña. Enfrente había otra que debía ser la cabaña de las muertes. Rafael golpeó la puerta y salió Juan Pablo; él le hizo un gesto para que entráramos.

Cuando entramos, pude ver bien a Juan Pablo; no podía ver nada porque tenía cubierta la cara con un manto negro.

- Bueno, muchachos él es Juan Pablo y ellos son Oscar- mientras decía los nombres Rafael nos iba señalando- Ismael, Diego y Martín.
- ¿Puedo usar el baño?- le pregunté a Juan Pablo.
- Sí- esa voz me resultó muy conocida.
- Gracias.

Me dirigí al baño que estaba en la segunda puerta de esta habitación... y... ¿cómo lo sabía? Me detuve a pensar y la respuesta salió: es igual a la cabaña de Rafael.

Cuando entré, vi algo asqueroso: la habitación estaba llena de sangre, con hachas, cuchillos, otras armas pero no de pólvora. Todo con lo que se puede matar se encontraba en esa habitación, me quedé quieto y vi que una sombra se acercaba, después me empujó suavemente y cerró la puerta, luego prendió la luz. Pude ver su rostro... por lo que podía ver era Juan Pablo. Con el mismo manto y su cara al descubierto, su rostro tenía una cuantas cortaduras.

- Calmáte, lo que ves acá tiene una explicación- después de eso se sentó y me dio una silla, pero no me senté.
- ¿Cuál?
- La explicación de tus sueños, ¿Esa es buena?
- Sí, y ¿cómo sabés lo de mis sueños?
- Porque yo los hice. ¿Por qué no me hiciste caso?
- Porque no sabía a lo que se refería, tenía mis dudas, ¿Por qué los hiciste?
- Es una larga historia.
- Tengo todo el tiempo del mundo.
- Bueno acá va. Yo soy como una especie de protector, por eso nunca salgo de acá, y cuido el portal entre los muertos y este mundo y esa cabaña es el portal de los muertos y yo soy el que lo debe cuidar. Para que los muertos regresen a este mundo necesitan cierta cantidad de muertos por eso matan a la gente que vaya a esa cabaña pero nunca llegan a esa cifra de muertos...
- ¿Sí o sí en esa cabaña?
- Sí, como te iba diciendo. Y yo tengo que quedarme aquí para que nunca lleguen a matar a cinco personas el mismo día, ¿Entendiste?
- Sí, pero si llegan a cuatro ¿te pueden matar?
- Sí, si entro a esa cabaña.
- Pero si Rafael me dijo que te lastimaron acá.
- Le mentí.
- ¿Por qué me mandaste esos sueños?
- Para que no te acercaras... me olvidaba, acá también te pueden matar pero como es mi cabaña no, porque es la cabaña de un Protector... Vuelvo a lo que te iba diciendo: yo estoy por morir y vos tenés que hacer lo mismo que yo...
- ¡¿Por qué?!
- Porque vos sos el hombre perfecto para suplantarme y otra cosa que no te puedo decir, igual ya que viniste vas a tener que ayudarme a proteger a tus compañeros d...
- ¡Auxilio, mamá me quiere matar, auxili...!- otra vez el mismo grito parecía que el tiempo volvía a atrás.
- ¡No puede ser! Todo comenzó de vuelta, Oscar agarrá un hacha y vamos a terminar con estos muertos; pienso que el futuro de la humanidad esta en nuestras manos- me dijo y se paró a buscar alguna de sus armas.
- Bueno, pero si nadie vive acá excepto nosotros.
- Sí, pero en este día, siempre, vuelven los muertos. Tenés cuidado porque si lastiman no va a ser como en tus sueños.

Cuando salimos no había nadie en la cabaña. Vimos a Martín en el suelo; Juan Pablo me dijo que lo ayude y que él entraría en la otra cabaña. Cuando me acerqué a Martín, como estaba de cara al suelo, lo di vuelta y tenía el rostro cubierto de sangre. De repente puso sus manos en mi cuello, se paró y me tiró contra las paredes de madera de la cabaña de Juan Pablo. Yo quedé un poco lastimado y vi a Martín acercándose:

- Ya es tarde, ni el guardián nos podrá detener; ahora el mundo de los vivos nos pertenece- mientras decía eso fue a buscar el hacha que había dejado caer.
- Eso te parece, pero yo no lo voy a permitir- le dije y me levanté.
- Bueno total vos sos uno solo y nosotros somos demasiados, hoy reviven todos los que murieron en esa cabaña.
- ¿Dónde están mis amigos?
- No sé.

Después de decir eso juntó el hacha y se preparó para matarme. Comenzó a correr hacia mí con el hacha para arriba y cuando ya estaba bastante cerca mío, yo saqué rápidamente otra hacha que tenía puesta en mi espalda y con un limpio corte en diagonal lo maté. Cuando cayó muerto su cuerpo se fundió. Tomé el hacha que había dejado y fui a donde estaba Juan Pablo. Entré; todo estaba a oscuras. Moví el interruptor y se prendió una luz pero no en donde estaba yo sino a lo lejos. Me acerqué y cuando entré había un largo camino de sangre que iba a la cama y en la cama había un pequeño bulto; por curiosidad comencé a caminar hacia la cama agarré la sábana y cuando estaba por tirar de ella, me detuve y pensé que era igual que al primer sueño que había tenido. Cuando agarré la sábana y empecé a tirar...

- ¿Qué haces acá?- miré a la puerta y vi que estaba Rafael; éste se acercó a mí y... un momento el de mi sueño me mataba...- demasiado tarde para recordar; tu amigo ya está muerto y vos la vas a pagar.

Después de decir eso me pegó y me tiró arriba de la cama. Cuando agarré el hacha me detuvo y agarró la otra, la levantó para el golpe de gracia y... una lanza le atravesó la cara. Miré quien había sido y era Rafael.

- Oscar, ¿Estás bien?- se acercó y me ayudó a levantarme.
- Sí, pero él me dijo que te había matado.
- No, cuando escuchamos ese grito salimos a ver qué pasaba y nos encontramos en esta cabaña; nos separamos y a mí me atacó un muerto. No sé bien qué era y comencé a correr; me encontré con Juan Pablo y me dio esto, después te encontré.
- Bueno, ¿sabés que hay acá?- me hizo un gesto de que no sabía- Averigüemos.

Puse mis manos en la sabana y tironeé; en la cama no había nada excepto un círculo de sangre pero que estaba hundido.

- ¿Qué es?- me preguntó.

Acerqué una mano al círculo y algo me tironeó hacia abajo; pasé por un lugar muy oscuro. Después caí a algo duro; me levanté, miré a mí alrededor y me di cuenta de que ya no estaba en la cabaña y no creo que en el mundo en donde vivía. Por suerte tenía las hachas. Las puse en mis manos y cuando iba a comenzar a avanzar, algo cayó detrás de mí:

- ¡Oscar! ¡¿Dónde estás?!- me pareció la voz de Rafael.
- ¿Rafael?
- Sí, ¿dónde estás?
- Delante tuyo. ¿Trajiste algún arma?
- Sí, ¿dónde estamos?
- No tengo ni idea, pero vamos a averiguarlo.

Comenzamos a avanzar hacia una pequeña luz. Cuando llegamos vimos que estábamos en una especie de balcón pero de tierra y debajo de nosotros había millones de muertos o de personas y una pequeña voz nos llamó:

- Oscar y Rafael, ¿los trajo el Protector de su pequeño mundo?
- ¿Quién sos?- le preguntó Rafael.
- El guardián y el amo de los muertos; y como veo, ustedes no están muertos, por eso van a morir.
- Qué miedo, ¿por qué no mostrás tu fea cara?- le dije yo.
- Con todo gusto.

De repente el pequeño balcón desapareció y nos trasladamos a un pequeño lugar que estaba cerrado por montañas y un poco de fuego salía de ellas. Los dos estábamos ahí pero algo apareció: un muerto o una horrible criatura que tenía la cara como la de un dragón y todo el cuerpo lleno de pinches:

- ¿Les gusta mi fea cara?- nos dijo y se acercó hacia nosotros- Tengo un pequeño trato: si ustedes ganan, nosotros, los muertos, no volvemos a ir a su mundo y si yo gano, lo atravesamos, ¿están de acuerdo?
- Sí, a pelear- le dije yo y comencé a correr hacia él con las dos hachas que tenía.

El guardián levantó una mano y del suelo salió fuego que hizo que me estrellara contra una de las montañas. Rafael me miró y me preguntó si estaba bien pero no pude decirle nada. Mi amigo agarró y le tiró su lanza pero no le hizo nada.
- Me parece que se quedaron sin armas; voy a ser generoso y les voy a proporcionar unas armas- dijo el guardián y levantó otra mano y aparecieron unas armas de fuego.

Rafael fue a buscar algunas y yo hice un esfuerzo y me levanté para ayudarlo. Agarré una escopeta y otras armas de fuego, le dije a Rafael que nos separaramos; yo tomé la derecha y él la izquierda. Rafael empezó a disparar y el guardián levantó del suelo fuego pero las balas pasaron igual y le dieron. El guardián comenzó a ir a hacia atrás por el golpe de las balas y me acerqué, guardé la escopeta, saqué el hacha y, le corté la cabeza; el guardián cayó muerto y me acerqué a Rafael:
- Fue fácil mat...

Antes de que pudiera terminar la frase, algo nos tiró hacia el costado; volví a mirar hacia el frente y estaba el guardián pero ahora estaba convertido en un dragón de verdad. Sin perder tiempo, comencé a disparar pero las balas no le hicieron nada y comprendí por qué solo nos había dado armas de fuego; era porque en su segunda forma no le hacían daño. Por suerte, tenía las dos hachas y me acerqué a él, que estaba mirando hacia Rafael.

Cuando estuvo cerca le clavé un hacha y dio un grito de dolor; después le arroje el hacha que tenía en el brazo derecho y comencé a escalar hasta su espalda, cuando llegué seguí clavándole las hachas hasta acercarme a su cabeza (siempre que le clavaba un hacha, daba un grito de dolor). Al llegar vi a Rafael:

- Rafa, tirále la lanza en la cara.

Él me hizo caso. Yo me tiré a su hocico, levanté las hachas y se las clavé en la frente, después le saqué la lanza y las hachas, mientras Rafael le disparaba. Le tiré las armas a su boca haciendo que se las tragase. El guardián se puso las manos en el cuello y comenzó a quemarse, yo me resbalé y caí, pero el lugar en donde estábamos desapareció y volvimos a la cabaña.

Salimos de allí y vimos a nuestros amigos que estaban con Juan Pablo, él se acercó hacia mí:

- Oscar, tus amigos van a recordar lo que pasó igual que vos, como destruiste el portal; no tenés que ser el guardián y yo puedo morir en paz, chau- después de decirme eso cayó. Yo me acerqué a él y puse mis manos como para ver si tenía pulso, pero no lo tenía.

Después de lo que pasó volvimos a la ciudad, vivimos bien pero yo todavía tenía algunas preguntas ¿cómo supo Juan Pablo que habíamos destruido el portal? Pero eso no importaba y todas las semanas, con Rafael, Ismael, Martín y Diego, fuimos a ver si pasaba algo en la cabaña. Nunca pasó nada; me parece que el guardián cumplió con su palabra.

autor desconocido

 

Con amor...

Flaquita

 

 



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