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POESIA DECLAMADA: PROFECIA DE RAFAEL DE LEON. VOZ: PACO STANLEY
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: FLAQUIS  (Mensaje original) Enviado: 30/05/2011 21:05


 

 

 


PROFECÍA

Rafael de León

 

En la voz de Paco Stanley



 

«Y me bendijo a mi mare;
y me bendijo a mi mare.
Diez céntimos le di a un pobre
y me bendijo a mi mare.


¡Ay! qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande.
¡Qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande!»

¿A dónde vas tan deprisa
sin decirme ni ¡con Dió!?
Me puedes mirá de frente,
que estoy enterao de tó.

Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hace un mé
y me quedé tan tranquilo.


Otro cualquiera en mi caso,
se hubiera echao a llorá,
yo, cruzándome de brazos
dije que me daba iguá.


Y ná de pegarme un tiro
ni liarme a mardiciones
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus barcones.


¿Que t'has casao? ¡Buena suerte!
Vive cien años contenta
y a la hora de la muerte,
Dios no te lo tenga en cuenta.


Que si al pie de los artares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi mare
que no te guardo rencor.


Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
yo fui quien más t'ha querío,
con eso tengo bastante.

* * *

—¿Qué tiene er niño, Malena?
Anda como trastornao,
tié la carilla de pena
y el colorcillo quebrao.


Y ya no juega a la tropa,
ni tira piedras al río,
ni se destroza la ropa
subiéndose a coger níos.


¿No te parece a ti extraño,
no ves una cosa rara
que un chaval de doce años
lleve tan triste la cara?

Mira que soy perro viejo
y estás demasiao tranquila.
¿Quieres que te dé un consejo?
Vigilia, mujé, ¡vigila!
Y fueron dos centinela
los ojitos de mi mare.


—Cuando sale de la escuela
se va pa los olivare.
—Y ¿qué busca allí? —Una niña,
tendrá el mismo tiempo que él.


José Migué, no le riñas,
que está empezando a queré.
Mi pare ensendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre,
te regaló unos zarcillos
y a mí un pantalón de hombre.

Yo no te dije «te adoro»
pero amarré en tu barcón
mi lazo de seda y oro
de primera comunión.

Y tú, fina y orgullosa,
me ofreciste en recompensa
dos cintas color de rosa
que engalanaban tus trenzas.


—Voy a misa con mis primos.
—Bueno, te veré en la ermita.
Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita.
Mas luego en el campanario,
cuando rompimos a hablar:


—Dice mi tita Rosario
que la cigüeña es sagrá,
y el colorín, y la fuente,
y las flores, y el rocío,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río;
y el bronce de esta campana,
y el romero de los montes,
y aquella línea lejana
que la llaman... ¡horizonte!


¡Todo es sagrao: tierra y sielo
porque así lo quiso Dió!
¿Qué te gusta más? —Tu pelo.
¡Qué bonito me salió!


—Pues, ¿y tu boca, y tus brazos,
y tus manos reonditas,
y tus pies fingiendo el paso
de las palomas suritas?


Con la pureza de un copo
de nieve te comparé;
te revestí de piropos
de la cabeza a los pié.


A la vuerta te hice un ramo
de pitiminí,precioso
y a luego nos retratamos
en las agüitas de un pozo.


Y hablando de estas pamplinas
que inventan las criaturas,
llegamos hasta tu esquina
cogíos por la cintura.


Yo te pregunté: —¿En qué piensas?
Tú dijiste: —En darte un beso.
Y yo sentí una vergüenza
que me caló hasta los huesos.
De noche, muertos de luna,
nos vimos por la ventana.


—¡Chssss! Mi hermaniyo está en la cuna,
le estoy cantando la nana.

«Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco».

Y mientras que tú cantabas
yo, inocente me pensé
que nos casaba la luna
como a marío y mujé.

¡Pamplinas! ¡Figuraciones
que se inventan los chavales!
Después la vida se impone:
tanto tienes, tanto vales;
por eso, yo al enterarme
que llevas un mes casá,
no dije que iba a matarme,
sino que me daba iguá.


Mas como es rico tu dueño,
te vendo esta profesía:
tú, por la noche, entre sueños
soñarás que me querías,
y recordarás la tarde
que mi boca te besó
y te llamarás «¡cobarde!»
como te lo llamo yo.


Y verás, sueña que sueña,
que me morí siendo chico
y se llevó la cigüeña
mi corazón en su pico.


Pensarás: «no es cierto ná,
yo sé que lo estoy soñando»;
pero allá en la madrugá
te despertarás llorando,
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querío.
Con eso tengo bastante.


Por lo demás, tó se orvía.
Verás cómo Dios te manda
un hijo como una estrella;
avísame de seguía,
me servirá de alegría
cantarle la nana aquella:

«Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco».

Pensarás: «no es cierto ná,
yo sé que lo estoy soñando».
Pero allá en la madrugá
te despertarás llorando.

Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
yo soy... quien más t'ha querío...


¡Con eso tengo bastante!

 





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