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De: Yaxi (Mensaje original) |
Enviado: 11/05/2016 20:07 |
Agua del recuerdo
¿Cuándo fue? No lo sé. Agua del recuerdo voy a navegar.
Pasó una mulata de oro, y yo la miré al pasar: moño de seda en la nuca, bata de cristal, niña de espalda reciente, tacón de reciente andar.
Caña (febril le dije en mí mismo), caña temblando sobre el abismo, ¿quién te empujará? ¿Qué cortador con su mocha te cortará? ¿Qué ingenio con su trapiche te molerá?
El tiempo corrió después, corrió el tiempo sin cesar, yo para allá, para aquí, yo para aquí, para allá, para allá, para aquí, para aquí, para allá...
Nada sé, nada se sabe, ni nada sabré jamás, nada han dicho los periódicos, nada pude averiguar, de aquella mulata de oro que una vez miré al pasar, moño de seda en la nuca, bata de cristal, niña de espalda reciente, tacón de reciente andar.
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:21 |
La tarde pidiendo amor...
La tarde pidiendo amor. Aire frío, cielo gris. Muerto sol. La tarde pidiendo amor.
Pienso en sus ojos cerrados, la tarde pidiendo amor, y en sus rodillas sin sangre, la tarde pidiendo amor, y en sus manos de uñas verdes, y en su frente sin color, y en su garganta sellada... La tarde pidiendo amor, la tarde pidiendo amor, la tarde pidiendo amor.
No. No, que me sigue los pasos, no; que me habló, que me saluda, no; que miro pasar su entierro, no; que me sonríe, tendida, tendida, suave y tendida, sobre la tierra, tendida, muerta de una vez, tendida... No.
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:23 |
Llegada
¡Aquí estamos! La palabra nos viene húmeda de los bosques, y un sol enérgico nos amanece entre las venas. El puño es fuerte y tiene el remo.
En el ojo profundo duermen palmeras exorbitantes. El grito se nos sale como una gota de oro virgen. Nuestro pie, duro y ancho, aplasta el polvo en los caminos abandonados y estrechos para nuestras filas. Sabemos dónde nacen las aguas, y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo los cielos rojos. Nuestro canto es como un músculo bajo la piel del alma, nuestro sencillo canto.
Traemos el humo en la mañana, y el fuego sobre la noche, y el cuchillo, como un duro pedazo de luna, apto para las pieles bárbaras; traemos los caimanes en el fango, y el arco que dispara nuestras ansias, y el cinturón del trópico, y el espíritu limpio. Traemos nuestro rasgo al perfil definitivo de América.
¡Eh, compañeros, aquí estamos! La ciudad nos espera con sus palacios, tenues como panales de abejas silvestres; sus calles están secas como los ríos cuando no llueve en la montaña, y sus casas nos miran con los ojos pávidos de las ventanas. Los hombres antiguos nos darán leche y miel y nos coronarán de hojas verdes.
¡Eh, compañeros, aquí estamos! Bajo el sol nuestra piel sudorosa reflejará los rostros húmedos de los vencidos, y en la noche, mientras los astros ardan en la punta de nuestras llamas, nuestra risa madrugará sobre los ríos y los pájaros.
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:24 |
Los fieles amantes
Noche mucho más noche; el amor ya es un hecho. Feliz nivel de paz extiende el sueño como una perfección todavía amorosa. Bulto adorable, lejos ya, se adormece, y a su candor en la isla se abandona, animal por ahí, latente. ¡Qué diario infinito sobre el lecho de una pasión: costumbre rodeada de arcano! ¡Oh noche, más oscura en nuestros brazos!
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:25 |
Madrigal
Tu vientre sabe más que tu cabeza y tanto como tus muslos. Esa es la fuerte gracia negra de tu cuerpo desnudo.
Signo de selva el tuyo, con tus collares rojos, tus brazaletes de oro curvo, y ese caimán oscuro nadando en el Zambeze de tus ojos.
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:31 |
Madrigal II
Sencilla y vertical como una caña en el cañaveral. Oh retadora del furor genital: tu andar fabrica para el espasmo gritador espuma esquina entre tus muslos de
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:32 |
Mariposa
Quisiera hacer un verso que tuviera ritmo de Primavera; que fuera como una fina mariposa rara, como una mariposa que volara sobre tu vida, y cándida y ligera revolara sobre tu cuerpo cálido de cálida palmera y al fin su vuelo absurdo reposara --tal como en una roca azul de la pradera-- sobre la linda rosa de tu cara...
Quisiera hacer un verso que tuviera toda la fragancia de la Primavera y que cual una mariposa rara revolara sobre tu vida, sobre tu cuerpo, sobre tu cara.
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:34 |
Mujer nueva
Con el círculo ecuatorial ceñido a la cintura como a un pequeño mundo la negra, mujer nueva, avanza en su ligera bata de serpiente.
Coronada de palmas, como una diosa recién llegada, ella trae la palabra inédita, el anca fuerte, la voz, el diente, la mañana y el salto.
Chorro de sangre joven bajo un pedazo de piel fresca, y el pie incansable para la pista profunda del tambor.
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:35 |
Palabras en el trópico
Trópico, tu dura hoguera tuesta las nubes altas y el cielo profundo ceñido por el arco del Mediodía. Tú secas en la piel de los árboles la angustia del lagarto. Tú engrasas las ruedas de los vientos para asustar a las palmeras. Tú atraviesas con una gran flecha roja el corazón de las selvas y la carne de los ríos. Te veo venir por los caminos ardorosos, Trópico, con tu cesta de mangos, tus cañas limosneras y tus caimitos, morados como el sexo de las negras. Te veo las manos rudas partir bárbaramente las semillas y halar de ellas el árbol opulento, árbol recién nacido, pero apto para echar a correr por entre los bosques clamorosos. Aquí, en medio del mar, retozando en las aguas con mis Antillas desnudas, yo te saludo, Trópico. Saludo deportivo, primaveral, que se me escapa del pulmón salado a través de estas islas escandalosas hijas tuyas. (Dice Jamaica que ella está contenta de ser negra, y Cuba ya sabe que es mulata.) ¡Ah, qué ansia la de aspirar el humo de tu incendio y sentir en dos pozos amargos las axilas! Las axilas, oh Trópico, con sus vellos torcidos y retorcidos en tus llamas. Puños los que me das para rajar los cocos tal un pequeño dios colérico; ojos los que me das para alumbrar la sombra de mis tigres; oído el que me das para escuchar sobre la tierra las pezuñas lejanas. Te debo el cuerpo oscuro, las piernas ágiles y la cabeza crespa, mi amor hacia las hembras elementales, y esta sangre imborrable. Te debo los días altos, en cuya tela azul están pegados soles redondos y risueños; te debo los labios húmedos, la cola del jaguar y la saliva de las culebras; te debo el charco donde beben las fieras sedientas; te debo, Trópico, este entusiasmo niño de correr en la pista de tu profundo cinturón lleno de rosas amarillas, riendo sobre las montañas y las nubes, mientras un cielo marítimo se destroza en interminables olas de estrellas a mis pies.
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:37 |
Piedra de horno
La tarde abandonada gime deshecha en lluvia. Del cielo caen recuerdos y entran por la ventana. Duros suspiros rotos, quimeras lastimadas. Lentamente va viniendo tu cuerpo. Llegan tus manos en su órbita de aguardiente de caña; tus pies de lento azúcar quemados por la danza, y tus muslos, tenazas del espasmo, y tu boca, sustancia comestible y tu cintura de abierto caramelo. Llegan tus brazos de oro, tus dientes sanguinarios; de pronto entran tus ojos traicionados; tu piel tendida, preparada para la siesta: tu olor a selva repentina; tu garganta gritando -no sé, me lo imagino-, gimiendo -no sé, me lo figuro-, quemándose- no sé, supongo, creo; tu garganta profunda retorciendo palabras prohibidas. Un río de promesas desciende de tu pelo, se demora en tus senos, cuaja al fin en un charco de melaza en tu vientre, viola tu carne firme de nocturno secreto. Carbón ardiente y piedra de horno en esta tarde fría de lluvia y de silencio.
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:38 |
Puedes?
¿Puedes venderme el aire que pasa entre tus dedos y te golpea la cara y te despeina? ¿Tal vez podrías venderme cinco pesos de viento, o más, quizás venderme una tormenta? ¿Acaso el aire fino me venderías, el aire (no todo) que recorre en tu jardín corolas y corolas, en tu jardín para los pájaros, diez pesos de aire fino?
El aire gira y pasa en una mariposa. Nadie lo tiene, nadie.
¿Puedes venderme cielo, el cielo azul a veces, o gris también a veces, una parcela de tu cielo, el que compraste, piensas tú, con los árboles de tu huerto, como quien compra el techo con la casa? ¿Puedes venderme un dólar de cielo, dos kilómetros de cielo, un trozo, el que tú puedas, de tu cielo?
El cielo está en las nubes. Altas las nubes pasan. Nadie las tiene, nadie.
¿Puedes venderme lluvia, el agua que te ha dado tus lágrimas y te moja la lengua? ¿Puedes venderme un dólar de agua de manantial, una nube preñada, crespa y suave como una cordera, o bien agua llovida en la montaña, o el agua de los charcos abandonados a los perros, o una legua de mar, tal vez un lago, cien dólares de lago?
El agua cae, rueda. El agua rueda, pasa. Nadie la tiene, nadie.
¿Puedes venderme tierra, la profunda noche de las raíces; dientes de dinosaurios y la cal dispersa de lejanos esqueletos? ¿Puedes venderme selvas ya sepultadas, aves muertas, peces de piedra, azufre de los volcanes, mil millones de años en espiral subiendo? ¿Puedes venderme tierra, puedes venderme tierra, puedes?
La tierra tuya es mía. Todos los pies la pisan. Nadie la tiene, nadie.
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:40 |
Rosa tú, melancólica
El alma vuela y vuela buscándote a lo lejos, rosa tú, melancólica rosa de mi recuerdo. Cuando la madrugada va el campo humedeciendo, y el día es como un niño que despierta en el cielo, Rosa, tú, melancólica ojos de sombra llenos, desde mi estrecha sábana toco tu firme cuerpo. Cuando ya el alto sol ardió con su alto fuego, cuando la tarde cae del ocaso deshecho, ya en mi lejana mesa tu oscuro pan contemplo. Y en la noche cargada de ardoroso silencio, Rosa, tú, melancólica rosa de mi recuerdo, dorada, viva, y húmeda, bajando vas del techo, tomas mi mano fría y te me quedas viendo. Cierro entonces los ojos, pero siempre te veo clavada allí, clavando tu mirada en mi pecho, larga mirada fija, como un puñal de sueño.
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:42 |
Siempre
Bien pueden su hojarasca y polvo y hielo acumular los años sobre ti. Mi corazón sacude el turbio velo, y siempre te hallo, ¡oh dádiva del cielo! fresca y radiante en mí.
Porque a mí te envió El, y yo he guardado tu mejor luz en ánfora inmortal, porque a cosas de Dios morir no es dado y eres tú claro espíritu encarnado en diáfano cristal.
No hay flor cuyo matiz no degenere al pasajero sol que la esmaltó. Tan sólo propia luz firmeza espere: la perla de la mar se opaca y muere; las de los cielos no.
Nuestra querida estrella leve gasa o negro temporal veló talvez; mas ¿qué a ella el furor que el golfo arrasa? Parece cada nubarrón que pasa doblar su brillantez.
La copa del banquete postrimera el gusto encantado. En tu vergel era sonó de juventud postrera; el ángel me hallará, cuando yo muera, saboreando tu miel. La tarde de la vida, árida y fosca, pide un hogar con su genial calor; si él falta, huraño el corazón se embosca, y la memoria en torno a sí se enrosca cual serpiente en sopor.
Así, vuelta la espalda a lo presente, que, sin el ser por quien vivir sentí, es noria vil, bullicio impertinente, torno a buscar mi sol, mi cara fuente, mi cielo, urna de ti.
Voy para atrás pisada por pisada, recogiendo el rumor de nuestros pies, repensando un silencio, una mirada, un toque, un gesto. ..tanto que fue nada y que un diamante hoy es.
Oculta, como en mágica alcancía, guardé felicidad para los dos, y cuanto una vez fue lo es todavía, que el sol del alma no es el sol de un día, ni es del tiempo, -es de Dios.
Cierta, como la dicha antes de su hora, es ésta; y tierna cual pasado bien que en escondida soledad se llora; sacra como deidad que la fe adora y ojos de éxtasis ven.
Hora, hora mismo, en alta noche oscura, mi aurora boreal, surges aquí. Hay resplandor, hay brisa de hermosura; alzo a ver -y hallo tu mirada pura vertiendo tu alma en mí.
Y ya no media esa impaciencia ingrata, ese exceso de luz que impide ver y que al gustar el bien, nos lo arrebata. La sal de la amargura hoy aquilata, el néctar del placer.
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
¡Ah! cuando osen a ti dardos y afrentas, cuando te odies tú misma en tu dolor, cuando apagada y lóbrega te sientas, abre mi corazón: allí te ostentas en todo tu esplendor.
¿Dónde está él? -Donde tú estés. Bien sabes que fue, por fiel a ti, conmigo infiel. Ábrelo, que en tu voz están sus llaves; pero, al mirarte en su cristal, no laves lo que escribiste en él.
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:44 |
Sudor y látigo
Látigo, sudor y látigo.
El sol despertó temprano y encontró al negro descalzo, desnudo el cuerpo llagado, sobre el campo.
Látigo, sudor y látigo.
El viento pasó gritando: - ¡Qué flor negra en cada mano! La sangre le dijo: ¡vamos! Él dijo a la sangre: ¡vamos! Partió en su sangre, descalzo. El cañaveral, temblando, le abrió paso.
Después, el cielo callado, y bajo el cielo, el esclavo tinto en la sangre del amo.
Látigo, sudor y látigo, tinto en la sangre del amo; látigo, sudor y látigo; tinto en la sangre del amo, tinto en la sangre del amo
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:45 |
Tu recuerdo
Siento que se despega tu recuerdo de mi mente, como una vieja estampa; tu figura no tiene ya cabeza y un brazo está deshecho, como en esas calcomanías desoladas que ponen los muchachos en la escuela y son después, en el libro olvidado, una mancha dispersa. Cuando estrecho tu cuerpo tengo la blanda sensación de que estás hecho de estopa. Me hablas, y tu voz viene de tan lejos que apenas puedo oírte. Además, ya no te creo. Yo mismo, ya curado de la pasión antigua, me pregunto cómo fue que pude amarte, tan inútil, tan vana, tan floja que antes del año de tenerte en mis brazos ya te estás deshaciendo como un jirón de humo; y ya te estás borrando como un dibujo antiguo, y ya te me despegas en la mente como una vieja estampa!
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De: Yaxi |
Enviado: 11/05/2016 20:50 |
Un poema de amor
No sé. Lo ignoro. Desconozco todo el tiempo que anduve sin encontrarla nuevamente. ¿Tal vez un siglo? Acaso. Acaso un poco menos: noventa y nueve años. ¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma un tiempo enorme, enorme, enorme. Al fin como una rosa súbita, repentina campánula temblando, la noticia. Saber de pronto que iba a verla otra vez, que la tendría cerca, tangible, real, como en los sueños. ¡Qué trueno sordo rodándome en las venas, estallando allá arriba bajo mi sangre, en una nocturna tempestad! ¿Y el hallazgo, en seguida? ¿Y la manera que nadie comprendiera que ésa es nuestra propia manera? Un roce apenas, un contacto eléctrico, un apretón conspirativo, una mirada, un palpitar del corazón gritando, aullando con silenciosa voz. Después ( Ya lo sabéis desde los quince años ) ese aletear de las palabras presas, palabras de ojos bajos, penitenciales, entre testigos enemigos, todavía un amor de "lo amo" de "usted", de "bien quisiera, pero es imposible..." De "no podemos, no, piénselo usted mejor...." Es un amor así, es un amor de abismo en primavera, cortés, cordial, feliz, fatal. La despedida, luego, genérica, en el turbión de los amigos. Verla partir y amarla como nunca; seguirla con los ojos, y ya sin ojos seguir viéndola lejos, allá lejos, y aún seguirla más lejos todavía, hecha de noche, de mordedura, beso, insomnio, veneno, éxtasis, convulsión, suspiro, sangre, muerte... Hecha de esa sustancia conocida con que amasamos una estrella.
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