Entonces dirá el
Rey a los que estén a su derecha: «[...] Reciban su herencia, el reino preparado
para ustedes desde la creación del mundo» (Mateo 25: 34).
EL MENSAJE PRINCIPAL DE
JESÚS era el reino de Dios. Sin embargo, nunca explicó los detalles relacionados
con el establecimiento de ese reino. El énfasis de su mensaje era espiritual.
Sin embargo, habló del reino de Dios como una gran cena, donde la gente se
alegraría (Luc. 22: 30). Se refirió al reino como un banquete, donde todos los
invitados hallarían regocijo (Mat. 8: 11). Les dijo a sus discípulos que no
bebería ni comería más con ellos hasta que lo hicieran juntos en el reino de
Dios (Mat. 26: 29). Junto con la predicación de las buenas nuevas del reino,
Jesús sanaba las enfermedades de la gente: «Recorría toda Galilea, enseñando en
las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad
y dolencia entre la gente» (Mat. 4: 23). Con esto indicó que el reino de Dios no
es concebible sin sanidad física. También dijo: «Más bien, busquen primeramente
el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» (Mat. 6:
33). Cuando Pedro le preguntó qué les daría por seguirlo, Jesús no reprochó su
interés en las cosas materiales, sino que dijo: «Todo el que por mi causa haya
dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos, recibirá cien
veces más y heredará la vida eterna» (Mat. 19: 29). Evidentemente, el aspecto
material del reino no fue descartado ni eliminado por el Señor. Pero el aspecto
que subrayó fue el espiritual. La gente pensaba solo en las cosas materiales
cuando se hablaba del reino de Dios. Jesús quería dirigir sus mentes a un plano
superior, donde las cosas del espíritu tienen prioridad sobre las cosas
materiales.