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1º Serie Dulce Venganza: Capítulo 4
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Respuesta  Mensaje 1 de 8 en el tema 
De: NeΪida  (Mensaje original) Enviado: 25/03/2014 01:06

25

 

Capítulo 4

—Estás siendo muy egoísta.

—¿Egoísta yo? —repitió ella, completamente asombrada de que Jefferson pudiera decirle algo así. Él, que esperaba que el mundo girara a su antojo y que le había estropeado todas sus vacaciones con sus exigencias—. ¿Hablas en serio?

—Esto no es propio de ti —dijo él, con un tono de voz que conseguía que sus empleados comenzaran a buscar la salida más cercana.

—No, no es propio de mí. Precisamente por eso voy a hacerlo.

—Esto no tiene ningún sentido.

—Claro que lo tiene —replicó ella sintiendo que la ira la atenazaba—. Esperas que yo deje todo lo que tengo que hacer cuando tú quieras. ¿Y cómo voy a culparte yo por ello? Llevo toda mi vida haciendo lo que se supone que tengo que hacer.

—Admirable.

—O débil. Mis padres, mis hermanos, Peter, tú… Todos me habéis avasallado porque yo misma lo daba por sentado. Siempre os permitía a todos que me dierais órdenes. Nunca más. He terminado con ello.

—Caitlyn, trabajas para mí —dijo Jefferson, con voz fría e incluso tolerante. Ella conocía muy bien ese tono de voz, pero no estaba dispuesta a echarse atrás—. Yo soy quien te dice cuándo te puedes tomar unas vacaciones y cuándo se requiere tu presencia. Y te necesito en Portugal.

—No me necesitas, Jefferson. En el hotel te pueden proporcionar una secretaria. O te podrías llevar a Georgia.

—¿A Georgia?

—Está bien, Jefferson —dijo ella. Georgia no podría realizar el trabajo que Jefferson esperaría de ella—. De todos modos, no necesitas a nadie. Todo el trabajo está hecho. Has hecho tu oferta y se han redactado todos los contratos y éstos han sido revisados por los abogados. Lo único que tienes que hacer es firmarlos, ver el barco y ponerle el logotipo de Lyon en la proa. ¿Por qué me necesitas?

—Porque te pago para que estés donde pueda necesitarte y cuando pueda necesitarte. Es tu trabajo, Caitlyn.

Ella sintió que la cabeza le daba vueltas. La sangre le fluía con fuerza por las venas y sentía una extraña sensación en la boca del estómago. Su trabajo. Tenía que admitir que era muy bueno. El sueldo era bueno, por lo que tenía su propio piso, y, además, se le daba bien hacer lo que hacía. Sin embargo, aparentemente, había terminado convirtiéndose en parte del mobiliario del despacho de Jefferson. En lo que se refería a Jefferson, no tenía más sentimientos que la fotocopiadora.

No había esperado que se tomara bien que había decidido irse de vacaciones, pero tampoco que se comportara de aquella manera. Otras personas se iban de vacaciones. Tenían su vida. ¿Por qué ella no?

—¿Sabes una cosa? —musitó—. Debería haberme dado cuenta de esto hace ya mucho tiempo, pero no quise hacerlo.



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Respuesta  Mensaje 2 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 01:07

26

 

—¿Darte cuenta de qué? ¿De lo mucho que te necesito en ese viaje? Me alegro. En ese caso, no se hable más del tema.

—No me refería a eso. Hablo del hombre alfa. Me ha pasado durante toda mi vida. Con Peter. Hasta con mis hermanos.

—¿De qué estás hablando? No te entiendo.

—Claro que no me entiendes. Qué sorpresa. Pero déjame que te diga que me he aprendido la lección. He terminado con los hombres alfa. De ahora en adelante, sólo quiero hombres beta. Agradables, con los que resulta fácil llevarse bien… No quiero más hombres del tipo dominante y silencioso. Quiero alguien agradable. Dulce y sensible.

—Me parece que estás hablando de un golden retriever.

—Por supuesto, ese tipo de comentario sólo podría ocurrírsete a ti.

—Mira. Creo que, de alguna manera, nos hemos apartado del tema. Aunque no te lo creas, no me interesa tu vida personal. Puedes salir con quien te dé la gana en cuanto regresemos de Portugal.

—Vaya. Gracias.

—Ahora que nos hemos entendido por fin, hay unas cuantas cosas de las que necesito que te ocupes antes de que yo me marche al aeropuerto. Llama al piloto y dile que esté listo para dentro de una hora. Cuando lo hayas hecho, ponte en contacto con la oficina de Florida y diles que estaré allí el viernes. Además, cancela todas mis citas para los próximos dos días. No sé cuánto tiempo estaré en Seattle así que…

Caitlyn lo observó atentamente mientras se daba la vuelta para regresar a su despacho. Tal y como había esperado, Jefferson no había comprendido nada. Apretó los dientes, pero, antes de que pudiera contenerse, dijo:

—No.

Jefferson se detuvo en seco y se dio la vuelta para mirarla.

—¿No?

—Eso es —afirmó ella. Entonces, respiró profundamente y abrió su cajón para sacar el bolso. Lentamente, se lo colgó del hombro—. He dicho que no.

—Caitlyn, ya he aguantado bastante esta mañana y no creo que pueda aguantar más. —Igual que yo —le espetó sintiendo que la ira se despertaba en su interior—. Ya he aguantado bastante.

Jefferson se echó a reír. Entonces, le preguntó:

—¿De qué estás hablando?

—De que dimito.

—Eso es imposible —dijo él, muy sorprendido.

—Pues acabo de hacerlo —afirmó ella. De repente, se sentía muy tranquila, como si alguien hubiera derramado aceite sobre el mar revuelto.

—Esto es ridículo.

Caitlyn no estaba segura de dónde había sacado el valor para hacer lo que había hecho. ¿De dónde le venía aquel espíritu de independencia y libertad? No lo sabía. Tal vez había nacido el día en el que Peter terminó con su compromiso. O tal vez cuando su prometido


Respuesta  Mensaje 3 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 01:08

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había sugerido que estaba enamorada de su jefe. Fuera cual fuera la razón, Caitlyn estaba completamente segura de que aquello era precisamente lo que tenía que hacer. Necesitaba volver a empezar. Con su vida y con su carrera, algo que jamás haría si permanecía al lado de Jefferson Lyon. Aquel hombre era demasiado poderoso. Demasiado magnético. Demasiado guapo.

Peter se había equivocado al pensar que ella pudiera estar enamorada de Jefferson. De eso estaba segura, pero no era tan estúpida como para negar la atracción que sentía por él. ¿Cómo podría enderezar su vida tan cerca de un hombre que hacía que se le doblaran las rodillas?

—No. No lo es —dijo.

—¿Y todo esto por unas vacaciones?

—No, Jefferson. Es por trabajar con un hombre que no me ve más que como una herramienta a su servicio.

Jefferson frunció el ceño. Caitlyn sintió que su valor se derrumbaba. Entonces, el teléfono empezó a sonar e, instintivamente, lo tomó.

—Naviera Lyon.

—Caitlyn, cielo. Soy Max otra vez. Se me ha olvidado una cosa que quería decirle a tu jefe.

—Ya no es mi jefe, Max —dijo ella armándose de valor—, pero aquí está.

—¿Cómo? ¿Cómo has dicho? —preguntó Max. Su voz se fue haciendo más débil a medida que Caitlyn alejaba el auricular de su oreja para entregárselo a Jefferson. —Caitlyn —dijo él, tras colgar el teléfono sin más miramientos—. No voy a permitir que dimitas así como así.

—No puedes detenerme, Jefferson —replicó ella. Entonces, se marchó antes de que se arrepintiera de lo que iba a hacer.

Unas horas después, Jefferson estaba dando vueltas como un león enjaulado en el enorme salón de la casa que su padre tenía en Seattle. En el exterior estaba lloviendo y el golpeteo de las gotas contra los cristales sonaba con fuerza en medio de aquel profundo silencio.

—Si tomas asiento, podemos firmar estos papeles y terminar con esto —dijo su padre mientras observaba cómo Jefferson no dejaba de moverse por la sala—. Tengo una partida de golf dentro de media hora.

—¿Golf? —repitió Jefferson deteniéndose en seco—. ¿Con este tiempo?

Harry Lyon se encogió de hombros.

—Me voy a reunir con unos amigos en el club. Tu madre se ha ido a Nueva York a pasar la semana y… ¿Por qué no me dices de una vez qué es lo que te ocurre?

—Caitlyn ha dimitido esta misma mañana.

—¿Tu secretaria?

—Ayudante personal.

—¿Y por qué lo ha hecho? Hacía muy bien su trabajo.


Respuesta  Mensaje 4 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 01:09

28

 

—Lo sé —respondió Jefferson. Se metió las manos en los bolsillos y se giró a la ventana para observar la lluvia.

No había podido pensar en otra cosa. Durante el corto vuelo a Seattle, había repasado una y otra vez la discusión que los dos habían tenido y aún no había podido comprender por qué Caitlyn había decidido dimitir tan de repente. No era propio de ella.

Sin embargo, aquella mañana había visto una faceta completamente distinta de Caitlyn. Ella jamás había perdido los nervios con él. Siempre había sido una profesional perfecta y aquella demostración de ira y genio lo habían sorprendido profundamente, algo que no resultaba nada fácil.

—¿Qué vas a hacer al respecto? —le preguntó su padre.

Jefferson se dio la vuelta y miró a su progenitor. Desde que se jubiló, su padre estaba radiante y feliz. A pesar del ataque al corazón que había sufrido hacía unos meses, o tal vez debido a éste, Harry Lyon estaba decidido a disfrutar de la vida. Precisamente por eso había hecho que Jefferson fuera a verlo aquel día. Harry había decidido entregarle por fin las riendas de la empresa familiar. Jefferson debería estar contento, dado que llevaba años trabajando para llegar a ese punto, pero tan sólo podía pensar en la traición de Caitlyn.

—¿Y bien?

¿Que qué iba a hacer al respecto? Sólo había una respuesta. Recuperar a Caitlyn. Jefferson Lyon no perdía nunca. Aquella palabra ni siquiera estaba en su vocabulario. Nadie lo dejaba plantado a él. Además, Caitlyn era demasiado importante como para dejarla marchar.

—La recuperaré —contestó.

No hacía más que pensar en qué armas podía utilizar para hacerla volver. ¿Un aumento? Tal vez. ¿Más vacaciones? De momento, aquél era un asunto bastante delicado entre ellos. ¿Un ascenso al nivel ejecutivo? No estaba mal. No obstante, sabía que iba a tener que hacer mucho más que mejorar sus condiciones laborales para recuperar a Caitlyn. Iba a tener que… Cuando comprendió lo que iba a hacer para recuperar a Caitlyn, se dibujó en su rostro una lenta sonrisa.

—Eso es lo que me gusta escuchar —dijo Harry—. ¿Cuál es el plan?

Jefferson sonrió a su padre, pero decidió guardar silencio. A Harry no le gustaría su plan. No comprendería que el único modo con el que podría recuperar a Caitlyn era conseguir que ella pensara que el hecho de volver a trabajar para Jefferson era idea suya.

Jefferson conocía muy bien a las mujeres. La enamoraría, la seduciría, la cubriría de joyas y después se comportaría como un imbécil y dejaría que ella rompiera con él. Seguramente Caitlyn se sentiría tan mal que regresaría a trabajar para él.

—No te preocupes ahora por eso, papá —contestó, con una sonrisa—. Lo tengo todo bien pensado.


Respuesta  Mensaje 5 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 01:10

29

 

Como estaba desempleada, Caitlyn ya no tenía razón alguna para quedarse en casa. Por lo tanto, llamó al hotel y tuvo la suerte de que acababa de haber una cancelación. Otra señal divina que le indicaba que estaba haciendo lo correcto. Lo agradeció.

Había sentido una increíble sensación de libertad al enfrentarse a Jefferson y dejar su trabajo, pero, después de hacerlo, estaba empezando a tener sus dudas. Había conseguido ahorrar parte de su sueldo, por lo que no tendría problemas económicos durante unos meses, pero jamás había estado en el paro desde que terminó la universidad. Sentía una extraña sensación en el cuerpo al saber que ya no tendría que estar a una hora concreta en un sitio determinado. Más raro aún sería saber que no tendría ninguna obligación de la que preocuparse.

Cuando el taxi se detuvo delante de Fantasías, sintió una sensación de nerviosismo en el estómago. Se recordó que había hecho lo correcto, pero esperaba poder creérselo muy pronto. Por eso, había cerrado su apartamento y se había marchado a la isla con casi dos semanas de antelación con respecto a sus amigas.

Janine y Debbie la apoyaron en todo. Cuando oyeron que había dimitido, la aplaudieron y prometieron mantenerse en contacto con ella hasta que pudieran reunirse las tres en Fantasías.

—Hasta entonces —susurró agarrando con fuerza el asa de su maleta—, estás aquí para relajarte. Ya puedes empezar.

Una suave brisa marina le acarició la piel y la envolvió en el aroma del mar y en el de las flores que rodeaban el exclusivo hotel. Aspiró profundamente para saborear su libertad y tratar, al mismo tiempo, de calmar los nervios que aún le bailaban en el estómago.

—¿La puedo ayudar con su equipaje?

Caitlyn se sobresaltó un poco y, cuando se dio la vuelta, se encontró con un hombre alto y atractivo que iba vestido con el uniforme de Fantasías, que constaba de camisa roja y pantalón blanco.

—Hola…

—Hola. Bienvenida a Fantasías —dijo, con una radiante sonrisa—. Deje que la ayude con su equipaje.

—Gracias.

Caitlyn le entregó la maleta y lo siguió al vestíbulo mientras iba admirando las hermosas flores que había a cada lado del paseo. Cuando por fin entraron en el inmenso vestíbulo del hotel, Caitlyn sólo encontró una palabra para poder describirlo: maravilloso.

El suelo era de azulejos azules, lo que proporcionaba la sensación de que se estaba caminando por encima del agua. Además de las mesas y sillas de mimbre, que estaban distribuidas por todo el vestíbulo para que los huéspedes pudieran sentarse a charlar o descansar, había otras mesas más pequeñas, éstas de cristal, que soportaban jarrones de este mismo material repletos de flores de brillantes colores.

Detrás del mostrador, que era largo y ondulante como una serpiente, había un enorme acuario de peces de colores. Todo resultaba maravilloso y perfecto, como el resto del hotel. De hecho, hasta los encargados de la recepción eran de una belleza casi ideal.


Respuesta  Mensaje 6 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 01:12

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Mientras esperaba para registrarse, Caitlyn aceptó una copa de champán que le ofreció un camarero. En aquel momento, sus dudas sobre aquellas vacaciones se disiparon por completo. Ya tendría tiempo de preocuparse por haber dejado su empleo en Naviera Lyon y por tener que buscar uno nuevo. Por el momento, iba a dejarse llevar por aquel ambiente de lujo y relajación.

Sin embargo, dos días más tarde, Caitlyn estaba empezando a sentirse un poco inquieta. Estaba haciendo todo lo posible por combatir ese sentimiento. Estaba tumbada en una hamaca roja y blanca, con una deliciosa bebida tropical a su lado, una novela sobre el vientre y el océano frente a sus ojos. Todo invitaba a la relación, pero su maldito cerebro no hacía más que pensar en Jefferson, en el modo en el que él la había mirado cuando anunció su dimisión. El hecho de que ya no trabajaba para él y que, por lo tanto, ya no volvería a verlo.

Todo era como ella había deseado, ¿no? Era mucho mejor que Jefferson Lyon ya no formara parte de su vida…

Si esto era cierto, ¿por qué no se sentía más contenta?

—Estoy preocupada —dijo, con el teléfono móvil en una mano y la copa en la otra.

—¿Por qué? —le preguntó Janine—. Estás en el hotel del que más habla todo el mundo. Te están tratando a cuerpo de rey. Estás libre y soltera, eres joven y debe de haber al menos una docena de hombres al alcance de la mano. —Es cierto —admitió Caitlyn, mirando a su alrededor.

—Entonces, ¿cómo es posible que estés preocupada?

—Jefferson —contestó, muy a su pesar—. He dejado mi trabajo sin avisarle con tiempo suficiente. Lo he dejado en la estacada sin nadie que se ocupe de sus cosas.

—Justo lo que se merecía —replicó su amiga. Entonces, se puso a hablar con otra persona—. No pongas ahí las hortensias. ¿Dónde diablos naciste tú? ¿En un granero? Caitlyn sonrió. La carísima floristería en la que trabajaba Janine y de la que era la principal encargada, estaba siempre llena de gente y a Janine le gustaba estar pendiente de todo.

—Sinceramente, Caitlyn —dijo, centrándose de nuevo en su conversación telefónica—. Naviera Lyon ya no es problema tuyo. Tienes que aprender a desconectar. ¿Cómo vas a poder disfrutar de tus vacaciones cuando no haces más que pensar en lo que ocurre aquí en Long Beach?

—Tienes razón, pero…

—No hay peros —la interrumpió su amiga—. Michael, si rompes otro jarrón te juro que voy a… —añadió, justo al mismo tiempo que se escuchaba el sonido de cristal roto—. Me voy a morir…

Caitlyn se echó a reír.

Inmediatamente, Janine volvió a tomar la palabra.

—Venga, Caitlyn. Asegúrate de divertirte y de conocer gente. Gente masculina. Bebe, disfruta y olvídate de Jefferson Lyon.

De repente, una pelota de voleibol aterrizó al lado de Caitlyn y la salpicó de arena antes de golpearle sobre el vientre.


Respuesta  Mensaje 7 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 01:12

31

 

—¡Eh!

—¿Qué ha pasado? —preguntó Janine.

—Me ha atacado una pelota de voleibol —musitó Caitlyn al ver que el dueño de la pelota se le acercaba con una radiante sonrisa en su hermoso rostro.

—Lo siento —dijo él—. Me llamo Chad. ¿Te puedo invitar a una copa para disculparme?

—No tienes por qué…

—No te atrevas a rechazar esa invitación —le ordenó Janine, desde el otro lado de la línea telefónica—. Para eso estás ahí, amiga mía. Para relajarte y vivir un poco…

—Mmm…

—¿Es guapo?

—Sí… Como si fuera una estrella de cine… —¿Te encuentras bien?

—Sí… Bien.

—Caitlyn Amanda Monroe, no te comportes como si fueras una idiota. Para eso estás ahí. ¿Te acuerdas?

Claro que se acordaba. Se suponía que debía estar relajándose. Conociendo gente nueva. Gente masculina, como le había dicho Janine. Suponía que no había mejor momento que aquél para empezar…

Asintió y sonrió al recién llegado. Entonces se tragó su nerviosismo y dijo: —Hola, Chad. Me llamo Caitlyn y me encantaría tomar una copa.


Respuesta  Mensaje 8 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 04:23
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