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2º Serie Dulce Venganza: Capítulo 1
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: NeΪida  (Mensaje original) Enviado: 25/03/2014 04:36

3

 

Capítulo 1

Max Striver levantó la copa y miró a su alrededor.

La discoteca del complejo Fantasías estaba llena de gente que bebía, reía y se divertía. La música estaba alta y las luces de colores iluminaban a los que bailaban en la pista, rodeada de ventanales que daban al mar, sobre el que brillaba una grandiosa luna llena. Max apoyó un codo en la barra y le dio un trago a su whisky escocés, dejando que el licor se deslizara por su garganta, calentándola. Hacía tanto tiempo que no estaba de vacaciones que se sentía fuera de lugar rodeado de tanta gente pasándoselo bien, lo que a él le hacía sentir incómodo.

A lo mejor había sido un error ir.

A lo mejor se tendría que haber quedado en Londres.

Max sonrió para sí mismo. Robarle la secretaria ejecutiva a su amigo y competidor de toda la vida había sido demasiado, no había podido resistirse a la tentación. Aun así, no tenía muchas esperanzas de poder contratar a Caitlyn Monroe, que trabajaba en Lyon Industries, porque la lealtad de aquella mujer parecía a prueba de bombas. En cualquier caso, había sido muy divertido atormentar a su jefe, Jefferson Lyon.

Max dio otro trago y se rió al recordar a Jefferson dormido en una tumbona junto a la piscina aquella mañana. Ver al gran león completamente rendido le había parecido de lo más divertido.

—¿Qué te hace tanta gracia?

Max miró a la mujer de pelo castaño que estaba sentada dos taburetes más allá. Llevaba el pelo corto y tenía los ojos muy grandes y brillantes, la piel bronceada y un cuerpo voluptuoso cubierto con una camiseta verde y unos pantalones cortos blancos.

Max sintió que su cuerpo reaccionaba inmediatamente.

—Estaba pensando en un amigo —contestó.

—¿Un amigo divertido?

—Bueno, lo es, pero no porque él quiera —contestó Max—. ¿Estás sola? La mujer hizo girar el taburete para quedar de frente a él y sonrió.

—Estaba.

A Max le pareció una mujer de lo más interesante. Le gustaban las mujeres sinceras que sabían lo que querían, las mujeres a las que no les diera miedo demostrar que sentían interés por un hombre.

Él también se sentía interesado por ella. Había estado muy atareado con el trabajo últimamente. Hacía muchos meses que no tenía una cita. Por lo visto, su suerte estaba a punto de cambiar.

—Te invito a una copa.

—Buena idea —contestó la mujer mirando su vaso, que estaba casi vacío.

Max llamó al camarero y le indicó que le sirviera una copa de lo mismo.

—¿Te apetece que bailemos mientras esperamos?

—Otra buena idea —sonrió la desconocida.

Max pensó que le gustaba mucho aquella sonrisa.



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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 04:37

4

 

Mientras la recién conocida bajaba del taburete, la música cambió y comenzó a sonar una melodía lenta. Max la guió a través de la gente hasta un rincón en penumbra y la tomó entre sus brazos.

Sus cuerpos se amoldaron inmediatamente. La cabeza de ella le llegaba a él al mentón y, cuando la mujer se apoyó en su cuerpo, Max sintió que la sangre comenzaba a correrle más deprisa por las venas. Sí, definitivamente, hacía demasiado tiempo que no estaba con una mujer, demasiado tiempo que no se permitía relajarse.

—Me gusta tu acento —comentó la chica—. ¿Eres británico?

—Sí —contestó Max—. ¿Y tú?

—De California.

Max pensó que por eso estaba bronceada.

—¿Y qué haces por Fantasías?

—He venido con unas amigas —contestó Janine Shaker sintiendo que algo cálido y líquido se movía en su interior.

El acento de aquel hombre estaba revolucionándole las hormonas. A lo mejor, era el conjunto completo, pues era alto, tenía una buena espalda, la mandíbula cuadrada, el pelo negro, los ojos del color del chocolate y una boca como para perderse en ella.

—Entonces, no estás sola —comentó Max.

—No, al viaje he venido acompañada —le aclaró Janine.

Efectivamente, había ido con sus dos mejores amigas, Caitlyn y Debbie. Había sido idea suya, aunque no podía pagarse un viaje así, pero tanto a ella como a sus amigas les habían dejado sus novios en los últimos meses y aquel viaje les había parecido una buena oportunidad para superar la situación.

Así había sido como Janine se había encontrado gastándose el dinero que había ahorrado para la boda en un viaje de tres semanas a Fantasías. Cuando volviera a casa, estaría arruinada, pero ya haría frente entonces a la situación.

De momento, lo único en lo que quería pensar era en el maravilloso hombre que la estaba abrazando.

—Menos mal que son amigas y no amigos —comentó Max—. Qué alivio.

Tal vez estuviera cometiendo un gran error, pero ya estaba harta de vivir de acuerdo a las normas de otras personas, siendo una chica buena, haciendo siempre lo correcto, no arriesgándose jamás.

Y así le había ido.

Había llegado el momento de liarse la manta a la cabeza.

Por lo menos, mientras estuviera en Fantasías había que hacerle honor al nombre del lugar.

—¿Estás flirteando conmigo? —le preguntó.

Max se quedó pensativo y sonrió.

—Sí, creo que sí.

—Muy bien. Me gusta.

Max le acarició la parte baja de la espalda, la zona lumbar, y Janine sintió que el calor se apoderaba de su cuerpo.


Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 04:38

5

 

—Entonces, todo va bien. Esto podría ser el comienzo de una bonita amistad.

—¿Es eso lo que quieres? ¿Una amiga?

—De momento.

—¿Y después?

—Ya veremos. A lo mejor hay sorpresas.

Desde luego, aquel hombre era un maestro del coqueteo. Inmediatamente, una vocecilla comenzó a decirle a Janine que no debía arriesgarse con un hombre así. Era demasiado guapo, demasiado encantador, demasiado todo.

Sin embargo, Janine pensó que no estaba buscando una relación para siempre. Eso lo había intentado con John Prentiss, el hombre con el que había estado prometida. De él sí que se había creído todas sus mentiras, a él sí que lo había creído cuando le había prometido que la querría para siempre. Había creído absolutamente todo lo que le había dicho hasta que tres días antes de la boda había desaparecido dejando solamente una nota en la que decía: Lo siento, cariño, esto no es para mí.

Janine no quería saber nada del amor, pero eso no quería decir que no quisiera nada con los hombres.

Estaba de vacaciones en uno de los lugares más maravillosos del mundo y no estaba dispuesta a quedarse encerrada en su habitación comportándose como una buena chica. No, lo que iba a hacer era lo que les había dicho a sus amigas que deberían hacer todas: encontrar un hombre guapo y acostarse con él.

Sí, entre los brazos de aquel hombre Janine tenía muy claro lo que quería hacer. Cuando la canción que estaban bailando se acabó y comenzó otra mucho más movida que hizo que la pista de baile se volviera a llenar de gente, Max miró hacia la barra, donde los estaban esperando sus bebidas, y le hizo una señal a Janine.

—Brindemos —propuso Max una vez sentados de nuevo cada uno en su taburete.

—¿Por qué? —contestó Janine elevando su copa.

—Por las posibilidades —contestó Max acercando su copa a la de Janine.

—Me parece bien —respondió Janine brindando con él.

—¿Me vas a decir cómo te llamas? —le preguntó Max mirándola con sus preciosos ojos marrones.

Janine se quedó pensativa y negó con la cabeza.

—No, creo que no.

—¿Por qué no?

—Porque no —contestó Janine un tanto turbada—. Si nos decimos nuestros nombres, nuestra relación sería normal y corriente. Si no hay nombres, no hay expectativas. Max alargó el brazo y le rozó la parte alta del muslo. Janine sintió que la piel se le ponía de gallina y que un escalofrío le recorría todo el cuerpo.

—Muy bien; entonces, nada de nombres —accedió Max acercándose un poco más—.

¿Te vienes a dar un paseo conmigo por la playa, mujer misteriosa? —Encantada —contestó Janine sinceramente.


Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 04:39

6

 

La playa estaba prácticamente vacía y desde ella se oía la música que procedía de la discoteca del hotel. La música se mezclaba con el sonido de las olas del mar y las estrellas parpadeaban en el cielo acompañadas por la luna, que bañaba la superficie del agua con su brillo plateado.

Desde luego, era un escenario de lo más romántico.

Podría haber estado nerviosa, pues aquel comportamiento no era típico de ella en absoluto. Jamás salía a dar un paseo romántico por la playa con un desconocido. Aun así, no estaba nerviosa en absoluto. Más bien, estaba deseando que ocurriera algo.

—¿Cuánto tiempo te vas a quedar? —le preguntó Max.

—Tres semanas —contestó Janine—. ¿Y tú?

—No lo sé —dijo Max metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón y mirando el océano—. He venido por capricho.

Janine se agachó, recogió una caracola, la acarició un par de veces y la lanzó al agua.

—¿No hay nada en tu vida que te obligue a volver?

—No particularmente —contestó Max sonriendo.

—Qué envidia —sonrió también Janine—. Yo he tenido que hacer un gran esfuerzo para que mi jefe me concediera las tres semanas de vacaciones.

—¿A qué te dedicas?

—Soy diseñadora floral —respondió Janine apartándose un mechón de pelo de la cara—. ¿Y tú a qué te dedicas?

—A esto y a aquello —contestó Max apartándole el mechón, que se había vuelto a liberar por efecto del viento.

—Con eso no me dices nada.

—¿De verdad quieres que hablemos de trabajo?

—No —admitió Janine—. Pero, por lo menos, dime que no eres ladrón de joyas ni nada por el estilo.

Max se rió y a Janine le encantó su risa.

—No, no soy ladrón. Soy empresario.

—Bueno, hay cosas peores —contestó Janine pensando en John Prentiss, que era un mentiroso, un ladrón y un estafador.

—En cualquier caso, hablar de nuestro trabajo es como decirnos los nombres, ¿no?

—No, el trabajo es genérico, pero los nombres son específicos.

—Ah, veo que tienes ciertas normas.

—Siempre hay normas. Hay normas para todo —contestó Janine sonriendo y volviendo la mirada hacia el mar.

—Te confieso que me está gustando esto del misterio —comentó Max.

—¿Y eso?

—Hay pocos misterios en el mundo. Debería haber más —contestó Max acercándola a él. Cuando la tomó entre sus brazos, Janine lo dejó hacer y Max se inclinó sobre ella y la besó una vez, dos veces y, a continuación, la devoró.


Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 04:40

7

 

Janine sintió que no le llegaba el aire a los pulmones y que el corazón le latía desbocado. Aquel beso era como una descarga eléctrica. Sentía que todas las células de su cuerpo estaban despiertas, más despiertas que nunca, pidiendo clemencia.

Pero ella no quería clemencia, lo que quería era que aquel hombre la tocara, la besara, la abrazara. No le importaba cómo se llamara, no le importaba no saber nada de él, no le importaba no haber sabido de su existencia unas horas antes.

Lo único que le importaba en aquellos momentos eran sus caricias y sus besos. Max se abrió camino con la lengua entre los labios de Janine. Janine abrió la boca, le pasó los brazos por el cuello y se puso de puntillas para estar a la altura de la situación.

Max la tenía abrazada con tanta fuerza que Janine sentía el latido de su corazón en el pecho. Max le acarició la espalda por encima de la ropa y deslizó una mano bajo su camiseta para acariciarle la piel. Con cada caricia, Janine quería más y se excitaba más. Max la besó con pasión y Janine sintió que la cabeza le daba vueltas. Jamás había sentido nada así. Ni siquiera era consciente de poder sentirlo. Temblaba y gemía. Max se apartó de su boca para viajar por su cuello.

—Me encanta —susurró—. Me encantas. Quiero tenerte. Ahora.

—Sí —contestó Janine echando la cabeza hacia atrás para darle vía libre.

Quería sentir su boca por todo el cuerpo, sus manos en cada centímetro de su piel, quería explorar su cuerpo y, sobre todo, quería sentir un orgasmo y tenía la sensación de que, con aquel hombre, iba a ser espectacular.

Max gimió y deslizó ambas manos bajo la camiseta de Janine. A continuación, se la quitó y Janine sintió la brisa del océano sobre su piel. En un abrir y cerrar de ojos, lo que estaba sintiendo era la boca, los labios y la lengua de Max sobre uno de sus pezones.

Aquello la dejó sin aliento.

En un momento dado, se le ocurrió que estaban muy cerca del hotel y que alguien podría verlos, pero la posibilidad le pareció morbosa y excitante y decidió seguir adelante.

Lo único que le importaba en aquellos momentos era sentirlo dentro de su cuerpo; lo deseaba tanto que pensó que iba a explotar. Max se apartó un momento, miró a su alrededor para asegurarse de que estaban solos, se quitó la camisa, la puso sobre la arena y tumbó a Janine sobre ella.

Janine sintió la tela en la espalda mientras Max le desabrochaba el botón y la cremallera de los pantalones. Lo ayudó elevando las caderas, pues le molestaba la ropa, le sobraba. Sintió el viento sobre su cuerpo desnudo, lo que la hizo sentirse de lo más seductora. Jamás había sido mujer de hacer aquel tipo de cosas y ahora que las estaba haciendo resultaba que le encantaban.

Lo miró a los ojos mientras Max se desnudaba y se arrodillaba entre sus piernas. A continuación, la acarició de arriba abajo, jugueteó con sus pezones y llegó a su entrepierna. Cuando sintió sus dedos allí, Janine dio un respingo, le tomó el rostro entre las manos y lo besó con pasión. Mientras lo hacía, Max la penetró con fuerza y comenzó a moverse a un ritmo bastante rápido, haciéndola suspirar y gemir. Era perfecto.


Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 04:41

8

 

Max se movía con fuerza y rapidez dentro de su cuerpo haciendo que Janine se excitara cada vez más, como jamás se había excitado antes. El deseo la tenía inflamada y le hacía arquear las caderas para moverse al mismo ritmo que Max.

—Quiero más —dijo Max—. Lo quiero todo —añadió apretando los dientes.

Janine le dio todo lo que tenía y aceptó de él lo mismo hasta que ambos llegaron al precipicio. Janine lo sentía tan cerca que le clavó a Max las uñas en los hombros para agarrarse a él como si fuera lo único que importara en el mundo… En aquellos momentos lo era.

Lo era todo.

Janine sintió que sus músculos se tensaban y supo lo que venía a continuación, lo aceptó encantada, se abrió al orgasmo, que llegó con fuerza, haciéndola gritar.

Unos segundos después, Max la siguió apoyando la boca contra su cuello y resoplando como un animal salvaje.

Un momento después, recuperada la cordura, Max se dijo que no podía creer lo que acababa de hacer. Acababa de acostarse con aquella mujer sin preocuparse de dónde estaban ni de utilizar un preservativo.

Todavía estaba dentro de ella. Debería sentirse mal por lo que acababa de suceder, pero no era así.

Lo que sentía era deseo. Todavía la deseaba.

—Ha sido… —comentó Janine tomando aire—. Da igual. No tengo palabras.

—Yo, tampoco —sonrió Max.

Cuando se movió dentro de su cuerpo, percibió que su erección todavía estaba dura y, por la reacción de Janine, comprendió que ella también quería seguir. Al oír la música procedente de la discoteca, tomó una decisión.

—Me gustaría seguir… te sugiero que nos vayamos a mi habitación. —Buena idea —suspiró Janine mojándose los labios.



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