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2º Serie Dulce Venganza: Capítulo 4
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: NeΪida  (Mensaje original) Enviado: 26/03/2014 04:17

22

 

Capítulo 4

—¿Tu esposa? —repitió Janine dando un paso atrás y perdiendo el equilibrio.

Max la agarró del brazo y la ayudó a volverse a sentar. A continuación, le sirvió otra copa de champán, que Janine aceptó encantada.

—Veo que te he sorprendido.

—Desde luego —admitió Janine dejando la copa sobre la mesa—. ¿Por qué estás dispuesto a pagarle a una mujer para que se convierta en tu esposa?

Max la miró muy serio y le dedicó una sonrisa forzada antes de girarse hacia el mar.

—En realidad, lo que necesito es que finjas que eres mi esposa.

—En cualquier caso, la pregunta sigue siendo la misma. ¿Por qué?

—Porque mi ex mujer llega dentro de dos días —contestó Max—. Quiere que nos reconciliemos y a mí no me interesa.

—¿Y yo qué tengo que ver con todo eso?

—Necesito que finjas que eres mi esposa durante dos o tres semanas.

—Y yo te vuelvo a preguntar por qué.

—Porque, si cree que estoy casado, se irá y me dejará en paz.

—¿Y por qué no le dices que simplemente no estás interesado en volver con ella y ya está?

—Vaya, qué buena idea, ¿cómo no se me habrá ocurrido antes? —contestó Max girándose hacia ella.

—No te pongas sarcástico porque no te sale bien.

—¿De verdad? Vaya, yo creía que me salía de maravilla. Ya le he dicho a Elizabeth que no me interesa volver con ella, pero no me deja en paz. Parece decidida a que vuelva con ella y yo no quiero.

—De eso ya me he enterado —le espetó Janine—. Entendido. Tienes problemas con tu ex mujer, pero no entiendo qué tiene que ver eso conmigo, por qué es mi problema. —No es tu problema, sino tu oportunidad —contestó Max llenándole de nuevo la copa de champán.

Janine esperó a que continuara.

—Como te he dicho, he investigado y sé que tienes problemas económicos.

—Sí, alguno que otro —se rió Janine.

—Según tengo entendido, tu prometido se llevó el dinero de la hipoteca y desapareció poco antes de la boda.

—¿Cómo te has enterado?

—No me ha costado mucho —contestó Max encogiéndose de hombros.

—Eso quiere decir que el dinero habla.

—En realidad, canta y baila —la corrigió Max con una sonrisa.

—Ya —contestó Janine consciente de que era cierto.

Janine lo veía constantemente en la tienda en la que trabajaba. La gente de dinero siempre se salía con la suya. Eso no quería decir que le gustara saber que su vida privada estaba a expensas de cualquiera que estuviera dispuesto a aceptar dinero a cambio de hablar de ella.



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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 26/03/2014 04:18

23

 

—Si aceptas hacerte pasar por mi encantadora esposa durante unas semanas, te pagaré trescientos mil dólares —dijo Max interrumpiendo sus pensamientos.

Janine se quedó mirándolo con la boca abierta.

—¿Te has vuelto loco?

—En absoluto —le aseguró Max dando un trago al champán con aire de saber exactamente el lugar que ocupaba en el mundo y estar muy contento de ello—. Te aseguro que Elizabeth sale mucho más cara. Según tengo entendido, tu prometido se llevó doscientos mil dólares. Como verás, saldrás ganando. Además, lo que te propongo no es ningún sacrificio, como ya has podido comprobar durante estos días.

—No sé qué contestar —respondió Janine sintiéndose confundida.

Qué raro se estaba volviendo todo aquello.

—Contesta que sí.

Janine tomó aire y se puso en pie. Le temblaban las piernas, pero consiguió acercarse a la barandilla y aferrarse a ella. Aquello era de locos.

Miró a Max, que la estaba observando intensamente.

—¿De verdad te parece una idea tan terrible? —le preguntó.

—Eso es lo que estoy intentando dilucidar —murmuró Janine concentrándose de nuevo en las estrellas.

Si aceptaba la propuesta, se acabarían sus problemas financieros, no tendría que preocuparse por perder su casa, no tendría que buscar un segundo trabajo y, sobre todo, nadie tendría por qué enterarse de lo idiota que había sido al fiarse de John Prentiss.

Era tentador.

Por otra parte, si aceptaba, iba a tener que vivir con Max las veinticuatro horas del día durante unas cuantas semanas, iba a tener que fingir estar enamorada de él. No creía que le resultara demasiado difícil. Aun así, si aceptaba dinero a cambio de hacer el amor con él, ¿en qué se convertiría?

Janine no pudo evitar hacer una mueca de disgusto.

Jamás hubiera pensado que se iba a dejar comprar y, sin embargo, allí estaba, considerando la posibilidad. En otras circunstancias, le habría tirado la oferta a la cara, pero estaba desesperada y Max era consciente de ello.

Se iba a tener que tragar el orgullo si no quería perder todo aquello por lo que tanto había trabajado. Max Striver era exactamente igual que todos los demás hombres de dinero. Educados y encantadores, pero asquerosos en realidad, acostumbrados a manipular a los demás, un hombre acostumbrado a detectar los puntos débiles de los que lo rodeaban y a aprovecharse de ellos.

Desde luego, en su caso, había encontrado su punto más débil.

—Digamos que acepto… —comentó Janine.

—Me alegro de oírte decir eso.

—Será un matrimonio fingido, sólo para engañar a Elizabeth.

—Sí.

Janine tragó saliva y continuó.

—Entonces, no tendríamos por qué acostarnos.


Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 26/03/2014 04:19

24

 

—¿Perdón?

—No creo que Elizabeth vaya a estar en nuestra habitación, así que no tenemos que seguir acostándonos mientras la hacemos creer que estamos casados.

—No estoy de acuerdo. El sexo tiene que formar parte del trato porque las parejas que se acuestan tienen una complicidad que no tienen las que no comparten cama. Elizabeth es muy intuitiva y se daría cuenta de la diferencia —contestó Max—. Además, creo que a los dos nos ha encantado compartir cama, así que, ¿por qué nos íbamos a privar de ello? —Porque si dejo que me pagues por acostarme contigo, sería como si fuera una…

—Mujer inteligente —la interrumpió Max—. No es ningún insulto. No te estoy pagando por acostarme contigo, Janine. Te estoy pagando mucho dinero para que me ayudes a salir de una situación difícil.

Desde luego, sonaba mucho mejor así.

—Muy bien —asintió Janine—. ¿Cómo sé que cumplirás tu promesa?

—Nunca rompo mi palabra —contestó Max indignado.

—Eso también me lo dijo el hombre que me aseguró que me quería y que luego desapareció con mi dinero —contestó Janine.

—Te agradecería que no me compararas con un ladrón.

—Y yo te agradecería que contestaras a mi pregunta.

—Estoy dispuesto a ponerlo por escrito. Dentro de tres semanas, te haré una transferencia a la cuenta bancaria que tú me indiques.

Janine se quedó pensativa. Aunque era de locos, se lo estaba pensando. Sabía que lo mejor que podía hacer era agarrar sus zapatos y su bolso y salir corriendo de allí. Le habría encantado poder decirle que no le interesaba convertirse en su compañera de juegos a cambio de dinero, pero no podía hacerlo y Max lo sabía.

Max se puso en pie, rodeó la mesa y se acercó a ella. Aunque estaba hecha mentalmente un lío, físicamente su cuerpo reaccionó al instante, al tenerlo cerca.

Sí, definitivamente, las siguientes tres semanas iban a ser más interesantes.

—Entonces, ¿trato hecho? —sonrió Max.

Janine tomó aire y asintió.

—Genial —añadió él tomándole el rostro entre las manos—. ¿Qué te parece si sellamos nuestro acuerdo con un beso?

Janine se apartó y le tendió la mano.

—Es un trato de negocios, así que prefiero que lo cerremos a la vieja usanza.

Max sonrió, asintió y le estrechó la mano, y Janine se preguntó si habría hecho bien.

Tal y como le había dicho Janine, el dinero cantaba y bailaba.

Un par de horas después, tras haber realizado unos cuantos arreglos en los sitios indicados y con ayuda de Gabe Vaughn, Max disponía de documentos que parecían oficiales y que habrían podido engañar a cualquiera que preguntara si Janine y él eran marido y mujer.


Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 26/03/2014 04:20

25

 

Estaba en la terraza, observando el glorioso y soleado día. Hasta él llegaban las risas y la música y, en algún lugar, Janine estaría contándoles a sus amigas que había cambiado de planes mientras hacía el equipaje y se preparaba para convertirse en su esposa durante tres semanas.

No había dudado en ningún momento de que aceptaría su oferta, pues sabía que necesitaba desesperadamente el dinero y él estaba dispuesto a ofrecérselo. Sabía perfectamente que lo iba a aceptar. Exactamente igual que cualquier mujer, estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para acceder a la fortuna de los Striver.

Max se quedó mirando la alianza de oro labrado que había comprado en una joyería en el pueblo. Tenía una igual para Janine. Lo cierto era que no estaba muy contento con todo aquello. No le gustaba nada tener que utilizar a una mujer para escapar de otra, pero no le quedaba más remedio.

Con un poco de suerte, se libraría de Elizabeth para siempre. En cuanto se enterara de que se había casado, se pondría furiosa, tan furiosa que se iría con el primero que pasara y, entonces, lo único que tendría que hacer él sería pagarle lo acordado a Janine y seguir con su vida.

Janine volvería entonces a su casa y Elizabeth pasaría a ser el problema de otro.

—Muy bien, todo arreglado —anunció Gabe—. Figuráis en recepción como el señor y la señora Striver.

—Uhhh —se estremeció Max.

Gabe sonrió y se apoyó en la barandilla.

—¿No te parece exagerado fingir un matrimonio para evitar otro?

—A veces no hay otra manera de hacer las cosas —contestó Max—. Cuando Elizabeth se vea perdida, recurrirá a mi padre y también me lo tendré que quitar de encima, lo que conseguiré hacer gracias a los documentos que me has procurado. Gracias.

—De nada —contestó su amigo—. No ha sido difícil teniendo en cuenta que eres el dueño de la isla.

—Cierto.

—¿Y tu «esposa» está dispuesta a jugar a esto?

—Sí.

—¿Por qué?

—Tiene sus razones —contestó Max, que no le había contado a su amigo el secreto de Janine.

—Muy bien. Espero que sepas lo que estás haciendo.

—Yo siempre sé lo que hago, Gabe —sonrió Max chasqueando la lengua.

—Nos lo tendrías que haber dicho.

—Debbie tiene razón —protestó Caitlyn algo dolida—. Podríamos haberte ayudado. Janine se sentía culpable. No les había contado a sus amigas nada de John porque se había sentido como una idiota, pero ahora se sentía como una mala amiga. —No podríais haberme ayudado —les aseguró.


Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 26/03/2014 04:21

26

 

—Podríamos haberlo intentado —insistió Debbie.

—Sí, pero no quería meteros en un asunto que no es vuestro, sino mío —contestó Janine—. Yo solita me metí en este lío y yo solita saldré.

—No tienes por qué hacer lo que vas a hacer —le dijo Caitlyn sentándose a su lado en la cama.

—No tengo más remedio —sonrió Janine encogiéndose de hombros y metiendo su ropa en la maleta.

Les había contado a sus amigas toda la verdad sobre cómo había sido la cancelación de la boda y, cuando les había hablado de la propuesta de Max, habían intentado convencerla para que no lo hiciera.

—Podemos prestarte nosotras el dinero —propuso Debbie.

—No —contestó Janine—. Por eso no os quería contar nada. No os quiero pedir nada.

Además, tampoco es que vosotras tengáis mucho dinero.

—No, pero Jefferson sí lo tiene —intervino Caitlyn.

—¿Cómo?

—Me voy a casar con él dentro de unas semanas, así que no hay problema. No tengo más que pedirle el dinero y te lo dejará.

—No —contestó Janine pasándose las manos por el rostro—. No quiero que Lyon sepa que soy una idiota.

—No eres una idiota —la defendió Debbie—. Confiaste en el hombre que creías que te quería. ¿Qué tiene eso de malo?

—Ha resultado que muchas cosas —contestó Janine consiguiendo sonreír—. En cualquier caso, gracias, chicas. De verdad, Cait, no le digas nada a Lyon. No quiero deber dinero a los amigos. No quiero arrastraros conmigo.

Cait tomó aire.

—Está bien —accedió—. Conozco a Max desde hace años. He tenido que tratar con él porque tiene negocios con Jefferson, pero no lo conozco a nivel privado, así que no te puedo decir cómo te va resultar estar «casada» con él.

—Bueno, tengo tres semanas para experimentarlo en mis propias carnes —contestó Janine doblando las camisas—. Además, recordad que no estamos casados de verdad. —Eso es lo que más me preocupa —intervino Debbie—. No me parece buena idea. Estás confiando en un hombre que te ha contratado para que finjas delante de su ex mujer. No me parece de confianza.

—Me ha prometido que lo va a poner todo por escrito —contestó Janine—. Lo vamos a hacer ante notario. De verdad, cumplirá con su parte del trato.

—No es eso lo que me preocupa —intervino Cait—. Mira, Max Striver no es ningún ladrón. En eso, te puedo asegurar que no se parece en absoluto a John Prentiss, pero todo esto es un poco… raro, ¿no te parece?

—Estoy de acuerdo —contestó Debbie.

—Reconozco que me siento mal, pero ya he dicho que sí y yo jamás rompo una promesa, así que tengo que seguir adelante —contestó Janine—. Además, no podemos olvidar que… Max es fabuloso en la cama.


Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 26/03/2014 04:22

27

 

—No hace falta que nos des detalles —murmuró Cait.

—A mí sí. ¡Dame envidia! —rió Debbie.

Janine sonrió.

—La verdad es que nos llevamos muy bien, así que no creo que pase nada por fingir que estoy enamorada de él.

—Ya lo descubrirás —contestó Debbie.

—Así es —dijo Janine terminando de hacer la maleta—. He quedado con él en su habitación dentro de una hora —anunció mirando a su alrededor y cerrando la maleta—.

¿Qué os parece si nos tomamos unas margaritas de despedida?

—Sí, unas cuantas —contestó Caitlyn.

—Nos lo podemos tomar como una mini despedida de soltera —propuso Debbie poniéndose en pie—. Brindaremos por la novia, criticaremos al novio y estaremos cerca por si las cosas no salen bien.

—Gracias —se rió Janine algo nerviosa—. Por mí, por la señora de Max Striver. Que Dios nos ayude a los dos.



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