Si uno se asoma por la ventanilla de la puerta de entrada a la Columna de Independencia (o mejor todavía se puede entrar a la Columna, la que todos conocemos como “el Ángel”) un puede ver un rostro marfileño, las facciones pronunciadas por las sombras; un hombre barbado vestido a la usanza antigua -como de Robin Hood- que, si uno puede verlo por completo, está atado de manos a una estaca.

La escultura es obra de Enrique Alciati, igual que el resto de las estatuas que conforman la Columna de Independencia.

Por qué está adentro es un misterio, pero se dice que a Antonio Rivas Mercado decidió incluirla para homenajear, más que a Lampart, a Vicente Riva Palacio, el gran historiador y novelista ocasional que en 1872 publicara un bestseller de aquellos tiempos: "Memorias de un impostor: Don Guillén de Lombardo, rey de México" (todavía publicada por Porrúa), una novela que narra las aventuras del susodicho irlandés.

Si uno ve esa estatua casi secreta, está ante uno que se soñó rey de México. Está ante Guillén de Lampart.

Un héroe de folletín

¿Pero quién es este William Lamport, Guillén Lamporte, Guillermo de Lampart o Guillén de Lombardo, que franquea el paso a todo aquél que va a entrar al Ángel?

Es una historia ya contada por plumas mejores, como la del propio Vicente Riva Palacio y la de Luis González Obregón.

Allá por el año del Señor de 1640, un irlandés desembarcó en la Nueva España decidido a liberarla del yugo de la vieja España.

Para ser un personaje tan esquivo, la vida de Lampart está muy bien documentada. Nació en Wexford, Irlanda alrededor del año de 1615.

Su familia era de comerciantes, pero algunas fuentes dicen que era hijo de corsarios, piratas al servicio de la corona inglesa. Otras fuentes dicen que su abuelo dirigió una revuelta precisamente contra Inglaterra, exigiendo la independencia de Gales.

La sangre revoltosa e independiente le corría por el cuerpo.

A los 20 años viajó a España donde estudió en Santiago. Cambió su nombre a Guillén de Lombardo y Guzmán, escaló posiciones en la jerarquía política de su patria adoptiva, llegó a ser espía para Madrid en la corte de Cataluña y participó en un intento de opereta de reconquistar Irlanda para la bandera española.

Sueños de peyote

De lo que sigue hay dos versiones populares: se dice que se metió con la mujer equivocada (esposa de un conde) y eso lo obligó a embarcarse a América en 1640.

La segunda versión dice que Lampart había, años antes, diseñado un complejo plan para hacerse nombrar virrey de la Nueva España y al no conseguirlo por las buenas decidió intentarlo por las peores: armando una revuelta popular contra España entre los naturales.

Ambas versiones son folletinescas. Mucho más probable es que haya sido enviado con alguna encomienda y al llegar se haya acomodado entre la política criolla. Pronto se interesó por las condiciones de los trabajadores indígenas en minas y campos de labranza. Consumó algunos ritos tradicionales con indios y negros (al parecer le gustaba el peyote).

Indignado por el trato que los ibéricos daban a los americanos, vio una oportunidad: una revuelta armada con el auspicio espiritual indígena y el auxilio político de aliados criollos, cuyo improbable objetivo sería nombrarlo a él Emperador de la Nueva España y Rey de México.

Sus ideas y prácticas fueron conocidas por la Inquisición.

En septiembre de 1642 comenzó un periodo de encarcelamiento de 17 años de los que dan cuenta más de 5,000 páginas en el Archivo General de la Nación, entre ellas está la de su juicio en 1658 por “herejía, traición y uso de peyote”.

Casi 20 años de encierro y tortura tuvieron como final la hoguera en 1659.

Resucitar como comic

Vicente Riva Palacio es uno de los historiadores más importantes de México. Escribía novelas para divertirse. Su más grande éxito fue "Martín Garatuza", versión ficticia de un pícaro real que asoló a Puebla en el siglo XVII.

No muy a la saga está "Memorias de un impostor", publicada en 1872 y que fue muy apreciada como una obra de aventuras muy al estilo de lo que se publicaba entonces en Francia e Italia.

La novela, basada en la vida de Guillén de Lampart, fue lo bastante exitosa para ser publicada en inglés en Estados Unidos, donde llegó a las manos de un periodista, Jonhston McCulley, quien estaba escribiendo su propia novela de aventuras.

McCulley tomó varios elementos de la obra de Riva Palacio para caracterizar a su protagonista, Diego de la Vega, mejor conocido como El Zorro.

Estaua de Don Diego De La Vega "el Ultimo Zorro" en el fuerte de Montesclaros,Sinaloa,Mexico,sitio donde nacio en 1794

El Zorro, liberador de Texas del yugo mexicano, es uno de los primeros grandes héroes del cine. Douglas Fairbanks lo interpretó varias veces (también escribió el primer guión, La marca del Zorro). El personaje era adorado por niños adolescentes.

Uno de ellos se llamaba Bob Kane, quien desde pequeño dibujaba sin parar. Su revista favorita era All-Story Weekly, en la que aparecía constantemente El Zorro, su actor preferido, Fairbanks y la mejor película era La marca del Zorro.

Por eso cuando creció y creó a su propio superhéroe lo dotó de capa, antifaz y astucia, sin poderes extraordinarios.

Ese héroe es Batman, cuyo abuelo era irlandés y alguna vez se soñó rey de México. Y hoy guarda el mausoleo del Ángel de la Independencia.

cmoreno@eleconomista.com.mx