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Ciencia: El Nuevo Paradigma Evolutivo
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 25/09/2009 10:35

El Nuevo Paradigma Evolutivo




En la obra de Arthur Clarke, El fin de la Infancia, los Súper-amos –misteriosos extraterrestres que han controlado la tierra durante cientos de años - explican que ellos son sólo protectores interinos para a humanidad. A pesar de sus mayores poderes intelectuales, los Súper-amos se encuentran en un callejón sin salida desde el punto de vista evolutivo, mientras que la humanidad tiene una infinita capacidad de evolución:
Por encima de nosotros está la Súper-mente, que nos usa como un alfarero usa su rueda. Y vuestra raza es la arcilla que está siendo moldeada en esa rueda. Nosotros creemos –aunque es sólo una teoría- que la Súper-mente está tratando de crecer, de extender su poder y su consciencia al universo entero. Por ahora, debe ser la suma de muchas razas, y hace tiempo que dejó atrás la tiranía de la materia… Nosotros hemos sido enviados aquí por Ella para cumplir sus mandatos, para prepararos para la transformación que está ya a la vuelta de la esquina. En cuando a la naturaleza de ese cambio, poco podemos deciros… se extiende de forma explosiva, como la formación de cristales en torno al núcleo primitivo en una solución saturada.”

Muchos autores científicos serios han expresado en términos académicos la metáfora literaria descrita por Clarke. Sospechan que tal vez podemos estar tocando el teclado de nuestra propia evolución, como si se tratara de un instrumento musical. La teoría de la evolución de Darwin, fundada en las mutaciones por azar y en la supervivencia de los más aptos, ha resultado ser decididamente inadecuada para poder explicar una gran cantidad de observaciones en el campo de la biología. Así como toda una serie de hechos que escapaban a los presupuestos de la física de Newton indujeron a Einstein a formular una sorprendente teoría nueva, así también está surgiendo un nuevo paradigma ante la necesidad de ensanchar nuestra comprensión de la evolución.

Darwin insistía en que la evolución había tenido lugar de forma muy gradual. Steven Jay Gould, biólogo y geólogo de Harvard, señala que en vísperas de la publicación de El origen de las especies, T. H. Huxley escribió a Darwin prometiéndole luchar en su favor, pero avisándole que había recargado innecesariamente su argumentación con su insistencia. La imagen de Darwin, de una evolución glacialmente lenta, reflejaba en parte su admiración por Charles Lyell, promotor de la concepción gradualista en geología. Según Gould, Darwin concebía la evolución como un proceso majestuoso y ordenado, que operaba a una velocidad tan lenta que escapaba a las posibilidades de observación durante la vida de una persona. Y al igual que Lyell rechazaba la evidencia de los cataclismos en geología, también Darwin eludía los problemas que se le hacían evidentes. Ciertamente parecía haber grandes saltos, peldaños ausentes en la escala de la evolución, pero lo atribuía a mera imperfección en los hallazgos geológicos. El cambio no era abrupto más que en apariencia. Pero hasta el día de hoy sigue sin aparecer una evidencia fósil de esos necesarios eslabones ausentes. Para Gould, esa extremada escasez de restos fósiles de formas de vida transicionales constituye “el secreto de fabricación” de la paleontología. Otros científicos más jóvenes, a la vista de la ausencia constante de tales eslabones ausentes, miran con creciente escepticismo a la antigua teoría. “La antigua explicación de que los restos fósiles resultan insuficientes, constituye en sí misma una explicación insuficiente”, ha dicho N. Eldredge, del Museo Americano de Historia Natural.



Gould y Eldredge, cada uno por su lado, han propuesto para resolver este problema una teoría que concuerda con los datos geológicos. Los paleontólogos soviéticos han propuesto una teoría similar. El puntuacionismo o equilibrio puntuado sugiere que el equilibrio de la vida viene “puntuado” de vez en cuando por serias tensiones. Si se aísla una pequeña porción de una población ancestral fuera de su hábitat normal, ello puede dar lugar a la aparición de una especie nueva. Por otra parte, la población sufre un intenso stress cuando vive al límite de su tolerancia. Según Gould, “las variaciones favorables se extienden rápidamente”. “Las pequeñas porciones periféricas aisladas constituyen el laboratorio del cambio evolutivo”. La mayoría de las especies no cambian de dirección mientras perduran sobre la tierra. “En los restos fósiles presentan una apariencia muy semejante a cuando desaparecen”, dice Gould. De acuerdo con las evidencias geológicas, la nueva especie surge de golpe. No evoluciona gradualmente a partir de un cambio constante operado en sus antecesores, sino que aparece de una vez y completamente formada.

El antiguo paradigma veía la evolución como un continuo trepar por una escala, mientras que Gould y otros la asemejan al proceso de continua división y subdivisión de las ramas de un árbol. Por ejemplo, los antropólogos han descubierto en los últimos años que en un tiempo hubo al menos tres formas de homínidos coexistentes, esto es, de criaturas que habían sobrepasado el estadio evolutivo de simios. Anteriormente se pensaba que esos diversos especimenes formaban una secuencia. Hoy en día se sabe que algunos de los presuntos “descendientes” vivía al mismo tiempo que sus presuntos ancestros. Del trono parental – primates primitivos - se separaron varias ramas diferentes. Algunas sobrevivieron y continuaron evolucionando, mientras que otras desaparecieron. El Homo, con su cerebro desarrollado, apareció totalmente de repente.


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 25/09/2009 10:36
El nuevo paradigma atribuye la evolución a saltos periódicos efectuados por pequeños grupos. Esta idea del cambio es significativa al menos por dos razones: de una parte, porque requiere un mecanismo de cambio biológico más poderoso que la mera mutación al azar, y de otra, porque abre la posibilidad de una rápida evolución en nuestra propia época, en la que el equilibrio de la especie está puntuado por el stress. En la sociedad moderna, el stress se experimenta en las fronteras de nuestros límites psicológicos más que en las de nuestros límites geográficos. El ser pionero constituye una aventura cada vez más psicoespiritual, ya que las fronteras físicas están más que agotadas, ya no queda espacio por explorar.

Según Gould, en el siglo diecinueve los europeos favorecían la idea del gradualismo, tanto en geología como en la evolución; se adaptaba mejor a la filosofía dominante, que sentía horror por todo tipo de revoluciones, incluso naturales. Nuestras filosofías delimitan lo que nos permitimos ver, decía. Estamos necesitados de filosofías pluralistas que nos permitan percibir la evidencia desde distintos puntos de vista: Si el gradualismo, más que un hecho natural, es un producto del pensamiento occidental, entonces deberíamos tomar en consideración otras filosofías alternativas respecto del cambio, a fin de ensanchar nuestro campo más allá de los límites de prejuicios sofocantes. En la Unión Soviética, por ejemplo, los científicos utilizan una filosofía muy diferente con respecto al cambio… hablan de “transformación de la cantidad en calidad”. Esto puede sonar a jerga de vendedor callejero, pero es una forma de sugerir que el cambio sucede a grandes saltos, a consecuencia de una lenta acumulación de tensiones sobre un sistema, que sigue aguantando hasta alcanzar el punto de ruptura.

Según recientes hallazgos, la evolución puede acelerarse por determinados mecanismos genéticos. En efecto, se ha demostrado que en las bacterias y en otras formas de vida hay genes y segmentos de ADN que entran y salen de sus respectivos cromosomas, lo que sugiere que los cromosomas están tal vez sujetos a continua modificación. Los investigadores suponen que una reestructuración genética semejante podría darse en todas las formas de vida. Determinados segmentos del ADN no parecen contribuir en absoluto al cumplimiento por los genes de sus funciones ordinarias. El descubrimiento de esas secuencias eventuales, que parecen un sinsentido en el contexto del código genético, fue calificado de “espantoso” por uno de los investigadores, Walter Gilbert, de la U. de Harvard. Según observaba el periódico británico New Scientist, “el mismo concepto de lo que es un gen está ahora en cuestión”. Es posible que el ADN no sea ese sólido archivo que habían supuesto los biólogos, sino más bien un flujo, “un sistema dinámico en el que se dilatan y contraen conjuntos de genes, con elementos transeúntes que saltan fuera y dentro del mismo”.



El bioquímico Albert Scent-Gyorgyi, descubridor de la vitamina C y galardonado con el premio Nobel, ha sugerido que la tendencia hacia un orden más elevado podría muy bien ser un principio fundamental de la naturaleza. Él la denomina sintropía, lo opuesto a la entropía, y cree que la materia viva posee un instinto interior de auto-perfeccionamiento. Tal vez en los organismos vivientes la parte periférica de cada célula transmite información de retorno al ADN situado en su núcleo, haciéndole cambiar sus instrucciones. “Después de todo – ha dicho - hasta hace unos pocos años no se sabía la forma cómo el ADN transmite sus instrucciones a la célula en primer lugar. Algún otro tipo de proceso, igualmente elegante, podría alterar esas instrucciones”. Scent-Gyorgyi rechaza la idea de que las mutaciones al azar puedan explicar la complejidad de la materia viva. Las reacciones biológicas son reacciones en cadena, y las moléculas encajan entre sí con mayor precisión que las ruedecillas de un reloj suizo. ¿Cómo, entonces, podrían haberse desarrollado de forma accidental? Porque en caso de cambiar una sola de esas “ruedecillas” sumamente específicas, todo el sistema deja sencilla y necesariamente de funcionar. Decir que puede mejorarse por la mutación aleatoria de un eslabón me suena como decir que se puede mejorar un reloj suizo dejándolo caer y haciendo así que se doble uno de sus ejes. Para conseguir un reloj mejor, es preciso cambiar simultáneamente todos sus engranajes, haciendo que encajen de nuevo perfectamente.

Los biólogos han observado que la naturaleza ofrece muchas características “evolucionadas” del tipo todo-o-nada, tales como la estructura que permite volar a los pájaros, lo cual no puede haber ocurrido por mutaciones aleatorias y supervivencia de los más aptos. El tener medias-alas no habría conferido ninguna ventaja para la supervivencia. Además, las alas no habrían servido de nada de no haber cambiado la estructura ósea al mismo tiempo. La evolución implica una verdadera transformación, una reforma de la estructura básica, y no meras añadiduras.

Incluso en formas vitales más simples se encuentran logros evolutivos tan sorprendentes que nuestras teorías más elaboradas se sienten humilladas. En African Genesis, Robert Ardrey evoca una anécdota que le sucedió en Kenia, donde L. Leakey llamó su atención hacia lo que le pareció ser una flor de color coral formada por muchos brotecillos, como si fuera un jacinto. Al examinarla de cerca, cada uno de esos “brotes” de forma oblonga resultó ser el ala de un insecto: chinches flatidae, según Leakey. Asombrado, Ardrey señaló que sin duda era un ejemplo sorprendente de defensa por imitación de la naturaleza. Leakey le escuchaba divertido; luego le explicó que la flor de coral “imitada” por las chinches no existe en la naturaleza. Más aún, en cada puesta de huevos de la hembra hay al menos una chinche flatidae con alas verdes, no de color coral, y varias además con alas de colores intermedios. ¿Cómo habían podido evolucionar así las chinches flatidae? ¿Cómo pueden encontrar sus lugares respectivos hasta quedar en posición, como niños de colegio que ocupan su lugar para participar de una ceremonia? Colin Wilson ha sugerido que no es solamente que estas chinches tengan una especie de consciencia común, sino que su misma existencia se debe a una conexión genética telepática. La comunidad de chinches flatidae es de alguna manera un único individuo, una única mente, cuyos genes sufrieron la influencia de su propia necesidad colectiva.


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 25/09/2009 10:37
¿Es posible que estemos también nosotros expresando una necesidad colectiva, y nos estemos preparando para un salto evolutivo? El físico John Platt ha afirmado que la humanidad está experimentando en la actualidad un choque evolutivo frontal, y que “muy rápidamente podría resurgir coordinada de maneras desconocidas hasta ahora… implícitas no obstante en su material biológico desde el principio, tan ciertamente como la mariposa está implícita en la oruga”.

La ciencia de la transformación
Cuando los puzzles y las paradojas reclaman una solución, se hace necesario un nuevo paradigma. Afortunadamente, la rápida evolución –biológica, cultural y personal - está encontrando una nueva, profunda y poderosa explicación. La teoría de las estructuras disipativas valió a su autor, Ilya Prigogine, físico y químico belga, el premio Nobel de química en 1977. Esta teoría puede suponer para la ciencia en general un paso tan importante como lo fueran las teorías de Einstein para la física. Viene a tender un puente sobre el foso que separa la física y la biología: el eslabón ausente que uniría los sistemas vivientes con el universo aparentemente carente de vida en el que aquellos se desarrollan.

Esta teoría explica los “procesos irreversibles” que tienen lugar en la naturaleza, el movimiento hacia un orden vital cada vez más perfecto. Prigogine, interesado en un principio en la historia y las humanidades en general, sentía que la ciencia ignoraba esencialmente el tiempo. En el universo de Newton, el tiempo se consideraba únicamente con respecto al movimiento, a la trayectoria de un objeto en movimiento. Pero, como dice Prigogine, el tiempo tiene muchos aspectos: decadencia, historia, evolución, creación de nuevas formas, de nuevas ideas. ¿Dónde habría sitio en el antiguo universo para el devenir?

La teoría de Prigogine resuelve el enigma fundamental de los seres vivientes, que han ido siempre cuesta arriba en un universo donde se supone que todo corre pendiente abajo. Y además, esta teoría tiene aplicación inmediata a la vida cotidiana, a la gente. Ofrece un modelo científico de transformación en todos los niveles. Explica el papel crítico que juega el stress en la transformación, ¡ y el impulso transformador inherente a la naturaleza ! Como veremos, los principios revelados por la teoría de las estructuras disipativas pueden ayudarnos a comprender el cambio profundo en el campo de la psicología, del aprendizaje, de la salud, la sociología, e incluso la economía y la política. La esencia de la teoría no es difícil de comprender, una vez superadas ciertas confusiones semánticas. Al describir la naturaleza, los científicos emplean a menudo en su sentido más literal palabras corrientes que tienen también para nosotros un significado abstracto y que pueden ir teñidas de una fuerte carga emocional. Para comprender la teoría de Prigogine, necesitamos dejar de lado los juicios de valor tradicionales aplicados a palabras como “complejidad”, “disipación”, “coherencia”, “inestabilidad” y “equilibrio”.

Ante todo, contemplemos de nuevo por un momento algunos ejemplos que nos recuerdan hasta qué punto la naturaleza está saturada de orden y es rica en estructuras: flores y colonias de insectos, interacciones celulares, estrellas del tipo pulsar y quasar, el código genético, los relojes biológicos, los intercambios simétricos de energía en la colisión de partículas subatómicas, los patrones de memoria en la mente humana. Luego, recordemos que en la naturaleza, a un nivel profundo, no hay nada fijo; todos esos patrones están en continuo movimiento. Incluso una roca es un baile de electrones.

Algunas formas naturales son sistemas abiertos, esto es, están implicados en un continuo intercambio de energía con el entorno. Una semilla, un huevo fecundado, un ser vivo, son todos ellos sistemas abiertos. También hay sistemas abiertos fabricados por el hombre. Prigogine cita el ejemplo de una ciudad: absorbe energía de la zona circundante, la transforma en las fábricas, y la devuelve al entorno. En los sistemas cerrados, por el contrario – una roca, un café frío, un tronco de leña - no existe una transformación interna de energía.

El término que Prigogine aplica a los sistemas abiertos es el de estructuras disipativas. Esto es, su forma o estructura se mantienen a base de una continua disipación (consumo) de energía. Igual que el agua se escapa en forma de torbellino, que es creado por ella en su fluir, así también la energía recorre las estructuras disipativas a la vez que las conforma. Todos los seres vivos y algunos sistemas no vivos (por ej., ciertas reacciones químicas) son estructuras disipativas. Toda estructura disipativa podría muy bien definirse como un todo fluyente: altamente organizado, pero siempre en proceso.

Reflexionemos ahora sobre el significado de la palabra complejo: trenzado conjuntamente. Una estructura compleja presenta conexiones diversas en múltiples puntos. Cuanto más compleja es una estructura disipativa, tanta más energía se requiere para mantener todas esas conexiones. Por ello, resulta más vulnerable a las fluctuaciones internas. Se dice que está “lejos del equilibrio”. Como las conexiones no pueden mantenerse más que sobre la base de un flujo de energía, el sistema está siempre en estado de fluidez. Notemos la paradoja: mientras más coherente es la estructura, mientras más intrincadas sean sus conexiones, tanto más inestable será. ¡ Aumento de coherencia significa aumento de inestabilidad ! Precisamente esa inestabilidad es la clave de la transformación. Como ha demostrado Prigogine en elegantes términos matemáticos, la disipación de energía crea la potencialidad de un nuevo y repentino ordenamiento.

El continuo movimiento de energía a través del sistema se traduce en fluctuaciones; si éstas son pequeñas, el sistema las absorbe y no llegan a alterar su integridad estructural. Pero cuando las fluctuaciones alcanzan un nivel crítico, “perturban” el sistema. Aumentan el número de interacciones nuevas en su interior, agitándolo. Los elementos de la antigua estructura entran en contacto entre sí en nuevas formas, nuevas conexiones. Las partes se reorganizan en una nueva totalidad. El sistema se escapa hacia un orden más elevado.

Cuanto más compleja o coherente es una estructura, tanto mayor es el nivel siguiente de complejidad. Cada transformación hace más probable la siguiente. Cada nuevo nivel posee un nivel de integración y de conexión superior al que le precede, por lo que requiere para su mantenimiento un flujo mayor de energía, lo que le hace ser aún menos estable. Dicho de otro modo, la flexibilidad engendra flexibilidad. Como decía Prigogine, en los niveles de complejidad elevados “cambia la naturaleza de las leyes de la naturaleza”. La vida “come” entropía. Tiene la capacidad de crear nuevas formas por el simple procedimiento de permitir la agitación de las antiguas.

Los elementos de una estructura disipativa colaboran a provocar la transformación del conjunto. En ese cambio, incluso las moléculas no se limitan a interactuar con sus inmediatas vecinas, precisa Prigogine, “sino que ellas también muestran un comportamiento coherente, apropiado a las necesidades del organismo originario”. A otros niveles, los insectos cooperan en el seno de sus colonias, y los seres humanos en el marco de las formas sociales. Recientemente se ha informado sobre un nuevo ejemplo de estructura disipativa en una clase de bacterias situadas experimentalmente dentro del agua, medio específicamente ajeno a ellas. Las bacterias se pusieron a interactuar de una forma sumamente organizada que permitió la supervivencia de algunas de ellas. Otro ejemplo se produce al calentar ciertos tipos de aceite, lo que genera la aparición en la superficie de una compleja estructura de hexágonos. Estos cambios son repentinos y no lineales. Hay múltiples factores que actúan a la vez, los unos sobre los otros.

A primera vista, la idea de que por medio de la perturbación se puede crear un nuevo orden parece ridícula, como si agitando una caja que contuviera una serie de palabras introducidas al azar, pudiéramos esperar verlas convertidas en una frase con sentido. Sin embargo, el acervo de sabiduría tradicional contiene ideas semejantes. Todos sabemos que bajo el influjo de la tensión aparecen con frecuencia nuevas soluciones repentinas; que las crisis se convierten a menudo en un aviso de una oportunidad; que el proceso creativo necesita pasar por el caos antes de que surja la forma; que las personas salen con frecuencia fortificadas del sufrimiento y las adversidades; y que las sociedades están necesitadas del aire fresco de la disidencia.

La sociedad humana ofrece un ejemplo de auto-organización espontánea. En una sociedad lo suficientemente densa, a medida que los individuos se relacionan unos con otros, cada uno ve crecer sus puntos de contacto en todo el sistema a través de amigos o de amigos de amigos. Cuanto mayor sea la inestabilidad y la movilidad de una sociedad, tanta mayor interacción se dará en ella. Esto significa un potencial mayor de conexiones nuevas, de nuevas organizaciones, de diversificación. Así como determinadas células u órganos de un cuerpo se especializan a lo largo de la evolución, así también las gentes que participan de unos mismos intereses saben encontrarse y acaban refinando su propia especificidad a través de la mutua estimulación e intercambio de ideas.

La teoría de las estructuras disipativas ofrece un modelo científico de la transformación de la sociedad por una minoría disidente. Prigogine ha señalado que su teoría “viola la ley de los grandes números”. Y sin embargo, los historiadores han venido afirmando desde hace mucho tiempo que una minoría creativa es capaz de reordenar una sociedad. “La analogía histórica es evidente”, apunta Prigogine. “Las fluctuaciones, la conducta de un pequeño grupo de individuos puede cambiar la conducta de la totalidad del grupo”. Las perturbaciones críticas – que constituyen una “dialéctica entre la masa y la minoría”- pueden producir “una nueva media” en la sociedad. Las sociedades tienen un poder de integración limitado, decía. Cada vez que la perturbación supera la capacidad de la sociedad de “absorberla” o de reprimirla, la organización social se destruye, o bien deja paso a un orden nuevo.

Según Prigogine, las culturas son las estructuras disipativas más coherentes y extrañas que existen. Un número crítico de partidarios del cambio pueden crear una “dirección privilegiada”, de modo semejante a como un cristal o un imán organizan el entorno a su alrededor por su propia virtualidad interna. A causa de su tamaño y densidad, las sociedades modernas están sujetas a extensas fluctuaciones internas, que pueden desencadenar cambios hacia un orden superior y más rico, un mayor pluralismo y diversificación de la sociedad.

Prigogine reconoce que esta “ciencia de la transformación” tiene un fuerte parecido con las concepciones de las filosofías orientales, de los poetas y los místicos, y de científicos y filósofos como Henry Bergson y Alfred North Whitehead. “Una profunda visión colectiva”, la llamaba él. Y piensa que el abismo entre las dos culturas no consiste, como Snow creía, en que quienes las profesan no leen suficientes cosas sobre las ciencias, y viceversa.

“Uno de los aspectos básicos de las humanidades es el tiempo, el modo como cambian las cosas. Las leyes del cambio. Mientras en física y química no contábamos más que con esa ingenua idea del tiempo, la ciencia poco podía decir a las artes”. La ciencia se está ahora pasando del mundo cuantitativo al mundo cualitativo, mundo en el que somos capaces de reconocernos: está surgiendo “una física humana”. Esta visión del mundo sobrepasa la dualidad y las opciones tradicionales, para abordar una perspectiva cultural rica, pluralista, que reconoce que la vida en un orden superior no está sujeta a “leyes”, sino que es capaz de abrirse a ilimitadas innovaciones y a otras realidades alternativas.

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 25/09/2009 10:38
Y este punto de vista ha sido expresado por muchos poetas y escritores como Tagore, Pasternak… El hecho de que podamos citar verdades enunciadas tanto por científicos como por poetas es ya en algún sentido una prueba de que es posible tender un puente entre las Dos Culturas, y de que nos encontramos a las puertas de un nuevo diálogo. Nos estamos aproximando a una nueva unidad, a una ciencia no totalitaria, en la que nadie trata de reducir un nivel al otro.

El cerebro como estructura disipativa
Mucho antes de que la teoría de Prigogine fuera confirmada experimentalmente, un investigador israelí, Aharon Katchalsky, se había sentido impresionado por la magnitud de su alcance. Katchalsky, que era también físico y químico, había estudiado durante muchos años las pautas dinámicas del funcionamiento del cerebro, y estaba intentando comprender los mecanismos integrativos del cerebro y el significado de sus ritmos y oscilaciones.

El cerebro parecía ser un ejemplo perfecto de estructura disipativa. En cuanto a complejidad es el no-va-más. Tiene como característica su propia forma, el flujo que lo recorre, el estar en interacción con el entorno, el sufrir cambios abruptos, el ser muy sensible a las perturbaciones. Exige la parte del león respecto del total de la energía corporal: con un peso de sólo el 2% del cuerpo consume el 20% del oxígeno disponible. Los altibajos de su consumo energético son típicos de la inestabilidad de una estructura disipativa.



En la primavera de 1972, Katchalsky organizó una sesión de trabajo en el Instituto de Tecnología de Massachussets, a la que invitó a los principales investigadores sobre el cerebro, con el fin de presentarles la teoría recientemente propuesta por Prigogine. El mismo Katchalsky presentó también por su parte las pruebas que había acumulado sobre las propiedades dinámicas organizadoras de la naturaleza, y explicó cómo éstas se ven afectadas por fluctuaciones profundas y repentinas. La teoría de las estructuras disipativas parecía poner en conexión las pautas dinámicas del cerebro con las alteraciones mentales. La psicología de la Gestalt, comentó, ha observado desde hace tiempo transiciones mentales repentinas, saltos en la percepción. “La reestructuración de la personalidad individual puede suceder de forma repentina, como ocurre en casos de percepción súbita, de captación de una habilidad nueva, de enamoramiento, o como en la experiencia de conversión de San Pablo”.

En aquella sesión, Vernon Rowland de la U. de Case Western Reserve, predijo que este enfoque aplicado al cerebro permitiría desvelar el viejo misterio: en qué consiste la diferencia que hace que un todo sea más que la suma de sus partes. La clave parecía estar en la cooperación; cuanto mayor es la complejidad de un sistema, tanto mayor es también su capacidad de auto trascendencia.

Aunque la mayoría de los participantes desconocía la teoría, pronto se pusieron de acuerdo sobre la necesidad de proseguir su estudio en busca de la síntesis posible. Parecía probable que estuviera surgiendo todo un nuevo campo de investigación. Tal vez la idea de las estructuras disipativas podría ser clave para un progreso ulterior de la investigación sobre el cerebro, que parecía estar necesitando urgentemente un enfoque distinto del lineal habitual. Se decidió que Katchalsky presidiría otras sesiones futuras, organizaría el trabajo y sintetizaría los resultados.

Dos semanas más tarde, Katchalsky caía abatido por las balas de unos terroristas en el aeropuerto de Tel Aviv. Había estado a punto de conseguir un acercamiento muy prometedor: la aplicación de la teoría de las estructuras disipativas a la investigación de la consciencia y el cerebro humanos. Ello podría explicar el poder transformativo de las psico-técnicas; cómo es que por medio de éstas se pueden romper condicionamientos que en estados ordinarios de consciencia se resisten firmemente al cambio.

Las ondas cerebrales reflejan fluctuaciones de energía. Suponen que hay un grupo de neuronas que están experimentando una actividad eléctrica lo suficientemente fuerte como para aparecer sobre el electroencefalograma (EEG). En estado de consciencia ordinario, el EEG de la mayoría de la gente está dominado por la presencia de ondas cerebrales pequeñas y rápidas (ritmo beta). En el estado beta, estamos más atentos al mundo exterior que a la experiencia interna. La meditación, la ensoñación, la relajación y otras diversas psico-técnicas tienden a aumentar las ondas cerebrales más lentas y más amplias, que se conocen con los nombres de alfa y theta. Dicho de otro modo, la atención interior genera una fluctuación más amplia en el cerebro. En estados alterados de consciencia, las fluctuaciones pueden alcanzar un nivel crítico, lo suficientemente amplio como para provocar el cambio a un nivel superior de organización.

Los recuerdos, que incluyen pautas de comportamiento y de pensamiento profundamente enraizadas en el sujeto, son estructuras disipativas. Son patrones o formas almacenadas en el cerebro. Recordemos que en una estructura disipativa las fluctuaciones pequeñas quedan amortiguadas por la forma existente, y carecen de efecto duradero. Pero las fluctuaciones de energía más amplia no pueden ser absorbidas por la estructura antigua. Instauran ondulaciones que atraviesan todo el sistema, creando en él nuevas conexiones repentinas. De esta forma, es probable que las pautas antiguas cambien en presencia de una perturbación o una agitación máxima, que es lo que sucede en estados de consciencia en los que se produce un flujo energético significativo.

La teoría de Prigogine puede ayudar a explicar los efectos espectaculares que a veces se producen en estados de meditación, de hipnosis o de ensoñación dirigida: la repentina liberación de una fobia o de un padecimiento físico que le había acompañado a uno desde siempre. La persona que revive un incidente traumático en un estado de atención interior profundamente concentrada perturba con ello la pauta de ese antiguo recuerdo específico. Ello desencadena una reorganización, una nueva estructura disipativa. La antigua organización queda rota.

El “cambio sentido”, en la técnica de enfoque de la atención de Eugene Gendlin, caracterizado por un cambio de fase repentino en el EEG hacia los armónicos de las ondas alfa, responde probablemente a la aparición de un conocimiento nuevo, de una nueva estructura disipativa. Cambios similares del trazado en el EEG ocurridos en estados meditativos han podido asociarse a informaciones del sujeto sobre percepciones internas experimentadas por él en el mismo momento. La pauta mental correspondiente a un pensamiento bloqueado, un paradigma antiguo, una conducta compulsiva, un reflejo rotuliano… todo ello son estructuras disipativas, susceptibles de ampliación repentina. La nueva estructura es como un paradigma más amplio. Y la perturbación que provoca un nuevo orden en una estructura disipativa es semejante a la crisis que ayuda a forzar el cambio a favor de un paradigma nuevo.

Una y otra vez encontramos la misma forma de proceder en la naturaleza a todos los niveles: moléculas y estrellas, conceptos y ondas cerebrales, individuos y sociedades, todos cuentan con el mismo potencial de transformación. La transformación, como un vehículo que se desliza por una pendiente, acumula energía cinética durante su carrera. Las totalidades superan a sus partes en virtud de su propia coherencia interna, de la cooperación entre sus elementos, y del hecho de estar abierta a la entrada de nuevos datos. A mayor altura en la escala evolutiva, mayor libertad de reorganización. Una hormiga está obligada a cumplir su destino; el ser humano se labra el suyo. La evolución es un proceso continuo de ruptura de totalidades y de formación de otras nuevas, dotadas de mayor riqueza. Incluso nuestro material genético está en estado de flujo.

Si tratamos de vivir como sistemas cerrados, estamos condenados a la regresión. Si ensanchamos nuestra consciencia, si admitimos informaciones nuevas y sacamos provecho de la maravillosa capacidad de integración y reconciliación de nuestro cerebro, podemos dar un salto adelante.

Marilyn Ferguson


Extractado por Claudio Vicencio de
La Conspiración de Acuario.- Editorial Troquel


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