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En Nombre De La Mujer: La discusión por el velo / Damara
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Reply  Message 1 of 7 on the subject 
From: Marti2  (Original message) Sent: 21/06/2010 10:58
De: Damara  (Mensaje original) Enviado: 06/06/2010 12:04


En Europa, y en especial en Francia, la polémica por el uso del burka entre las mujeres musulmanas es cada vez más profunda
  El intento de descifrar la vida de una mujer bajo un burka es una verdadera quimera. Saber qué piensa la musulmana ataviada de pies a cabeza como un gran cono de tela ambulante es, cuando menos, un misterio. Sobre todo porque no suelen, o incluso temen, expresarse en público, a excepción de algunas pocas que sí se pronuncian para defender su estilo de vida.
Así, desde una inevitable pero mayormente limitada perspectiva del mundo occidental u occidentalizado, estas mujeres son muchas veces vistas como “oprimidas”, “esclavas” o “fantasmales”, vestidas con “mortajas que denigran su condición humana”. Por otra parte, quienes defienden la particular prenda dicen, en cambio, que se trata, principalmente, de un acto de fe, un atuendo que define la pertenencia a un colectivo identitario.

 
Burka
Como fuere, a las mujeres que visten el llamado “velo integral” ni siquiera se les adivina una mirada detrás de la tupida rejilla de forma hexagonal, a través de la cual miran hacia el exterior, o a su alrededor, con la consecuente pérdida de visión. Asimismo, muchas de ellas utilizan guantes en las manos y el velo debe ser tan largo como para cubrir, también, los pies. Así es como, finalmente, no queda ni un centímetro de piel al descubierto que pueda rozar el sol del día.
.
 
Niqab
.
Para los ojos de Europa occidental, observar el deambular de las mujeres con burka por el árido y desapacible paisaje de Afganistán es poco tolerable, aunque la lejanía alimenta una visión curiosa, como de quien mira algo exótico. Pero, rápidamente, aflora el sentimiento de incomodidad cuando se trata del propio terreno. Allí, cuando aparece una mujer con un burka reina el desconcierto.
La discrepancia frente a la moderna mujer holandesa, española o francesa del siglo XXI genera un abismo ineludible y provoca todo tipo de controversias -no exentas de prejuicios y estereotipos ofensivos para con los árabes y los musulmanes-, que ya lleva varios años, pero que, actualmente, se hizo más fuerte y tiene su epicentro en Francia.
.
Hiyab
 

Con cierta fama ya adquirida, el término “eurabia” -utilizado con frecuencia de modo irónico- alude a los augurios y temores por una supuesta “islamización del continente europeo”, provocada por el flujo de la inmigración de los países árabes.
Los especialistas, de hecho, enmarcan la polémica y el rechazo del burka y los diferentes tipos de velos islámicos en este contexto, agrietado, además, por la consabida ola de xenofobia que suele despertarse en tiempos de crisis económicas, con un énfasis especial contra los musulmanes.
En Francia, el velo integral islámico, ya sea por imposición, elección consciente o simple costumbre, lo llevan puesto unas dos mil mujeres, dentro de una comunidad musulmana local que asciende a los cinco millones de personas. En ese país se encuentra la mayor minoría de seguidores del Corán de toda Europa, donde los inmigrantes islámicos superan los quince millones.[...]
SÍMBOLO CLAVE
Más allá de las batallas ideológicas y políticas que genera, el velo islámico en todas sus variantes , es un símbolo clave de la feminidad islámica. Las razones por las cuales la mayoría de las mujeres del mundo árabe cubre su cabeza son diversas. Según Hreike, “en el Corán en ningún momento dice que las mujeres deban específicamente taparse la cara, el hecho de que se use el burka es producto de una interpretación del Islam que se realiza en algunas regiones musulmanas, donde se elige esta vestimenta”.
Así, los expertos coinciden en que en el libro sagrado del Islam sólo se encuentran algunas referencias no concluyentes sobre el vestido, tales como: “Di a los creyentes que bajen la mirada y guarden sus partes privadas”, y más específicamente sobre las mujeres, puede leerse, en un párrafo del Corán, que deben “dejarse caer el tocado sobre el escote y no mostrar sus atractivos excepto a sus maridos”.
Sin duda, esas referencias dieron lugar a múltiples y complejas interpretaciones, que explican que haya diferentes tipos de velos islámicos, como el caso más extremo, el velo integral.
De todas las variantes interpretativas referidas al atuendo musulmán femenino, por supuesto, la imposición del burka en Afganistán por parte de los fundamentalistas talibanes (antes de la invasión norteamericana, en 2001) es la más recordada y repudiada, por haber sido ese régimen uno de los más brutales y sanguinarios de la región.
De hecho, el burka se hizo característico de ese país. Así como la descarnada vida que llevaban adelante las mujeres, que, más tarde, quedó retratada en el elogiado film Osama (2003), donde se muestra cómo las musulmanas, bajo el yugo talibán, tenían prohibido trabajar, estudiar o salir solas a la calle [...]
Diferentes tipos de velo
Tal como prescribe su religión, las mujeres musulmanas deben ser “modestas” y “púdicas” a la hora de mostrarse en público. Por lo que un gran porcentaje de ellas comienza a usar un velo para cubrir su cabeza al transitar por la pubertad.
En Europa occidental, existe una gran polémica respecto del uso por parte de algunas inmigrantes musulmanas de una de sus variantes: el velo integral, que cubre totalmente el cuerpo de la mujer y no permite identificarla. Éste se divide a su vez en dos, el burka (completamente tapada) y el niqab (sólo los ojos quedan visibles), que, dentro del mundo árabe se utilizan mayormente en países como Afganistán, Arabia Saudita, Irán y Pakistán. Al mismo tiempo, otro de los tipos de velos que suelen vestirse es el denominado chador, muy común en Irak, y que deja al descubierto el óvalo de la cara pero que cubre todo el cuerpo.
Asimismo, un gran porcentaje de la comunidad femenina musulmana usa el hiyab, es el velo más popular y cubre sólo el pelo y el cuello, y parte del escote.
La comunidad islámica de nuestro país prácticamente no utiliza ningún tipo de velo, pero en otras regiones fuera de los países árabes, como Europa, es muy común que las musulmanas vistan el hiyab, convertido, en más de una ocasión, en símbolo de identidad y hasta de rebeldía.

Por Cecilia Escudero
.Imágenes:Google
 


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Reply  Message 2 of 7 on the subject 
From: Marti2 Sent: 21/06/2010 10:59
De: c3l14 Enviado: 06/06/2010 15:00
Que pena,, pero cuando es costumbre no creo que las afecte,, por que ellas siempre lo usaron, si las obligan a sacarse seguro que también se sentirian  muy mal,,, en fin son maneras de vivir,,,lo que yo me pregunto es en esos paises hace mucha calor,, como le hacen para soportar tan tapadas como estannnn,,,,
Damara ,gracias por compartir ,buen mensaje, para estar enteradas de todo  y dar gracias al cielo por haber nacido en un pais libre,,, que tengas lindo dia,,,Celi.

Reply  Message 3 of 7 on the subject 
From: Marti2 Sent: 21/06/2010 10:59
De: Marti2 Enviado: 06/06/2010 21:37
Bueno es difícil opinar no? Son costumbres de pueblos que al menos yo no conozco.
Lo que me da pena es que estas mujeres lo hagan por imposición. Son siglos que llevan con esas ideas.
Obviamente, si opino, que cualquier costumbre que atente contra los derechos esenciales es mala.
Pero si nos ponemos a analizar, a lo largo del mundo tanto en oriente como en occidente está lleno de malas costumbres que van contra esos derechos.
Creo que el factor mas importante resulta del papel que han jugado las diferentes religiones en la mentalidad de todos.
Y para terminar, creo que el hecho concreto de que tengan problemas para usar estas vestimentas en otros países radica en algo meramente político.

Reply  Message 4 of 7 on the subject 
From: Marti2 Sent: 21/06/2010 11:00
De: Marti2 Enviado: 20/06/2010 02:51
El atuendo que nació para desafiar el severo clima de los desiertos, pronto se llenó de matices, señalando el estatus social de los individuos y su pertenecía al grupo.

Mientras, se jerarquizó el cuerpo. La cabeza se identificó con el honor y el poder. Las “partes bajas” (los genitales), con los deseos, siempre destructivos, por lo que se decidió ocultarlas, e incluso regular aquello que en el inconsciente podría recordar “lo prohibido”: el vello que adorna la cabeza y las axilas. El maniqueísmo moral había nacido: a más exhibición de la melena, menos castidad. La cabellera de la mítica Lilith, la mujer insumisa y desnuda, y por ende, la ramera, era la seña de la sexualidad desinhibida. A las esclavas y las adúlteras, se les prohibía el velo y se les rapaba la cabeza, negándoles el pudor. El mundo de los inmaculados ya pertenecía a los vestidos.

Las religiones semitas —el judaísmo, el cristianismo y el Islam—, santificaron dichas creencias, y en su afán de controlar a sus fieles, redujeron su espacio de libertad de tal modo que regularon hasta el color de su ropa.

La prenda visibilizó los roles: ella, responsable de la sexualidad del hombre, con falda larga y el velo, destinada al hogar, para satisfacerle. Él, llevaría los pantalones, administrando el poder.

La Biblia (Cor.11) mandó que la mujer tenga una “señal de la autoridad del hombre” sobre su cabeza, y El Corán (24: 59), desvinculó el velo de la rectitud religiosa, para unirlo a la demanda sexual del varón, permitiendo a las “mujeres que han llegado a la menopausia”, a deponer sus velos, consolidando su estatus legal: siempre estará bajo la tutela del varón. A los ocho años, cubrirá su cabeza y será tratada, civil y penalmente, como una adulta. Hoy este modelo de mujer, súbdita de categoría inferior, es la imagen de la sociedad diseñada por la ultraderecha religiosa.

La prenda visibilizó los roles: ella, responsable de la incontinencia sexual del hombre, con falda larga y el velo. Se hacía cargo del hogar, procreando y complaciendo al esposo. Él, llevaría los pantalones, administrando el poder.

Irán fue el primer Estado musulmán que prohibió, en 1935, el uso del velo en público. a pesar de las protestas del clérigo, fue el inicio de la liberación de la mujer y su entrada en la universidad, la política y el mercado laboral. Cuatro décadas después, el régimen islámico impuso el velo, bajo durísimos castigos a las rebeldes, en el mismo paquete de leyes que le hacían necesitada, desde nacer hasta morir, de un tutor varón que gestione su vida a todos los niveles, como si de una menor se tratara. Cumplía así no sólo con los preceptos del Libro Sagrado, sino con la profecía que las conquistas sociales son reversibles.

Para la ultraderecha religiosa el velo es una estrategia política: un modelo de mujer, para una sociedad patriarcal de la vieja usanza.

Que una adolescente de familia musulmana en Europa, de repente, aparezca con el velo, suele deberse al temor de la familia a que ella se contagie del modo de vida “no decorosa” de sus compañeras; de las presiones de los imanes (que en una escala superior representa, además, el pulso entre la derecha cristiana y la islámica), y también a la búsqueda de una identidad supraterritorial de la propia joven, ya que no puede integrarse en ninguna tribu de su entorno.

Nadie sabrá de los traumas que sufrirá en silencio una adolescente con velo, al quedarse fuera de la competición por conquistar el corazón de algún muchacho del instituto. ¿Cómo podrá rivalizar con sus colegas coquetas y arregladas? Su vida sentimental se reduce en coincidir con un chaval musulmán —condición de cumplimiento imprescindible de su futuro esposo—, o en un matrimonio arreglado por sus padres.

El velo es mucho más que una prenda.

Nazanin Amirian
Público

///////////////////////////////////

A modo de biografía

Me llamo Nazanín Amirian, vivo en España desde hace…….¡Buf! ¡Ni me acuerdo!

Licenciada en Ciencias Políticas y “medio” doctora en Filosofía, trabajo como profesora-tutora de Políticas en la UNED y doy cursos “virtual complementarios” en la Universidad de Barcelona. De vez en cuando también imparto clases en la Casa Elizalde sobre diversos temas.

Entre libros y clases, y cuando me dejan aprovecho y publico algún que otro artículo en la prensa española.

¡Y eso es casi todo!


Reply  Message 5 of 7 on the subject 
From: Marti2 Sent: 21/06/2010 11:01
De: Marti2 Enviado: 20/06/2010 04:15

REFLEXIONES SOBRE EL VELO ISLÁMICO
¿Prohibición, tolerancia y mediación?


A raíz de la polémica iniciada con la prohibición a una estudiante de un institutode Madrid de no poder llevar velo en el centro, queremos ofrecer diferentes elementos de reflexión y distintas opiniones sobre esta temática.
En este primer dossier encontrarán un artículo publicado en la revista "Razón y fe" y que describe brevemente el origen, el significado y la historia del velo islámico. Por último, se lamenta de la falta de debate en España y plantea un conjunto de interrogantes para una solución mediadora.
razón y fe diciembre - 2007 243


El uso del velo por parte de las mujeres musulmanas en las sociedades
occidentales plantea problemas cuya solución es compleja. De ahí que
en los principales países europeos se haya abierto un debate público
sobre el tema, debate en el que intervienen factores emocionales,
culturales, religiosos y políticos. Cualquier intento de simplificación hace
que el problema se replantee, la sociedad se divida y crezca el peligro
de enfrentamientos interculturales. Los esquemas simplistas
(prohibición o tolerancia) cierran en falso el debate. El tercer
esquema, el de mediación, es de gran complejidad, apenas se ha
ensayado en la práctica y, por el momento, está falto de fundamentación
teórica universalizable.

 

Un código musulmán de significación plural
En árabe, la palabra hiyab significa etimológicamente «ocultado, separado».
El hiyab es una norma islámica que establece que la mujer debe cubrirse la
mayor parte del cuerpo. En la práctica se manifiesta con distintos tipos de
prendas (velo facial, burka, shador) diferentes según épocas y países, pero todas ellas coincidentes en ser algo que vela u oculta parte del cuerpo femenino.
Actualmente, el término hiyab se considera sinónimo de velo islámico,
aunque su significado, como venimos diciendo, es mucho más amplio.


En casi todas las culturas antiguas, y también en Israel, el recato en la
vestimenta femenina, era preceptivo un cierto signo externo (vestido y velo),
al que estaba asociada la idea de sumisión al esposo. San Pablo
(I Cor 14, 33-35) recoge esta tradición. En la Arabia anterior a Mahoma
se usaba el hiyab como signo de respetabilidad. Su uso estaba limitado a las mujeres libres y respetables para distinguirlas externamente de las esclavas y prostitutas. Estás dos categorías de mujeres sí estaban sometidas al varón y el no andar veladas expresaba precisamente esa condición de sometimiento.


El Islam originario convirtió el velo femenino en un código social obligatorio
para todas las mujeres, expresando así su no sometimiento al varón. Pronto, el precepto de que la mujer se velara adquirió significación religiosa: el Corán (s 33, al 59) dice: «Profeta: di a tus mujeres y a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se ciñan sus velos. Esa es la mejor manera de que sean reconocidas y no sean molestadas. Dios es indulgente y misericordioso». El hiyab, en el nuevo contexto, se convirtió en un precepto religioso, cuyo cumplimiento es signo de la dignidad femenina recobrada y de que la mujer, al igual que el varón, sólo está sometida a Dios.


Pero este hermoso significado originario se ha pervertido a lo largo de la
historia. La pervivencia de esquemas de discriminación anteriores al Islam y el fuerte patriarcalismo de las sociedades islámicas han ido desvirtuando el
significado que los primeros herederos del profeta quisieron dar al velamiento como código de vestimenta femenina. En muchos períodos y, en muchos casos, también en la actualidad, el velo ha venido a connotar lo que precisamente quiso combatir en sus orígenes: sometimiento real de la mujer al varón, la desigualdad de sexos, tanto en el ámbito familiar como en el social, y la exclusión de la mujer del espacio público. En muchos ambientes musulmanes la mujer desvelada se hace sospechosa, al menos, de frivolidad y muchos de sus maridos se sienten incómodos, como si el dedo del control social les afeara la liviandad de sus esposas y los otros varones los menospreciaran. Socialmente el que las mujeres vistan como ordena la ley islámica se convierte en un reconocimiento público de la identidad musulmana, reconocimiento que, si son casadas, transfiere a sus maridos un plus de prestigio social.


En las últimas décadas, el radicalismo islamista ha convertido la cuestión del velo en un baluarte de su expansión en Occidente. En algunos casos, los
islamistas hacen del velo un verdadero reto a Occidente, como se pudo
comprobar en las amenazas terroristas contra Francia e Italia por la
prohibición que estos dos países impusieron al uso del velo en las escuelas.
Este radicalismo islamista y el miedo defensivo se alimentan recíprocamente y convierten la cuestión del velo, que debería quedar reducida a problemas de ajuste del encuentro entre culturas, en una fuente de recelos, desconfianzas y enfrentamientos. En la convivencia diaria, la del velo no es una cuestión menor, y aún lo será menos en el futuro, dada la creciente inmigrantes musulmanes que llegan a Europa.


Velo y modernidad en el Islam
A veces se tiende a pensar que el código del velamiento es aceptado
monolíticamente en todo el ámbito musulmán. La verdad es muy diferente.
Desde finales del siglo XIX, y dentro de lo que se llamó ilustración islámica, se alzaron algunas voces en contra del velamiento de las mujeres. Egipto fue pionero en la protesta feminista. Una de las banderas enarboladas fue la
liberación del velo, no por lo que era sino por lo que significaba. En 1889 el
escritor Qasim Amin publicó el libro La liberación de la mujer en el que
propugna el desvelamiento generalizado porque el velo es «consecuencia y
símbolo de la marginación femenina».


Pero la gran promotora del desvelamiento fue Huda Sharawi (1879-1947),
hija de un notable musulmán egipcio y de una esclava. Sus padres la casaron con un primo suyo del que pronto se divorció como gesto, entonces heroico, de defensa de su autonomía personal frente a la costumbre ancestral de no contar con la voluntad de las mujeres para contraer matrimonio. Para que su gesto tuviera sólo ese significado, volvió a casarse con el mismo primo tan pronto como cumplió los veintiún años. En sus memorias recuerda la marginación educativa que sufrió durante su infancia y juventud. Aprendió el Corán de memoria, pero se le prohibió estudiar gramática porque «una mujer no la necesitaba». A los veintinueve años pasó unas vacaciones en París y quedo fascinada por la libertad y elegancia de las mujeres francesas. En 1919 fundó la Sociedad de la mujer nueva, que se convirtió en el paladín de la defensa de la igualdad de sexos en el Islam. Al regresar de un encuentro feminista en Roma (1923) se quitó públicamente el velo ante una multitud de mujeres enfervorizadas que la recibieron en la estación de El Cairo. A partir de entonces, creció y sigue creciendo lentamente la marea de mujeres desveladas, que reclaman un lugar en la vida pública, suscitando en unos escándalo y en otros simpatía.


Los «jóvenes turcos» y Kemal Ataturk en Turquía y el Sha Rezza Pahlevi
en Irán, dentro de sus programas secularizadores, impusieron por decreto el
desvelamiento, convencidos de que así removían un obstáculo para la
modernización de sus respectivos Estados. A pesar de ello, se estima que al menos un 65% de las mujeres turcas se cubre la cabeza con un velo, aunque los velos están prohibidos en escuelas, universidades —estatales o privadas—y edificios gubernamentales.


El panarabismo de mediados del siglo XX acentuó la reivindicación femenina de desvelamiento. La modernidad pasa por desvelarse fue uno de los lemas.
Pero, tan pronto como el imán Jomeini instauró la república islámica en Irán
(1979), decretó el uso obligatorio del vestido tradicional (velo y shador).
Desde entonces los movimientos islamistas consideran el velo como
instrumento inabdicable de la reislamización en los países musulmanes y como desafío al orden constituido en las sociedades donde el Islam es minoritario.


El debate en Europa
Desde hace unos años, la cuestión del velo reaparece en Europa con mucha frecuencia. Baste recordar el revuelo causado por la «osadía» del ministerio del Interior francés al recordar en 2004 que en las fotografías del Documento de Identidad «todas las mujeres, como los varones, debían mostrar su cabeza descubierta». «Jamás mostraré una oreja —dijo la representante de la UOIF (Unión de Asociaciones Islámicas de Francia)—, obedecemos a Alá por tradición y adoración». Pero el debate se plantea, sobre todo, en el ámbito escolar donde se cruzan derechos y circunstancias muy especiales: espacio público, derecho a la educación, conflicto con las políticas de coeducación y, en muchos casos, la imposibilidad de saber si las alumnas eligen libremente llevar el velo o son forzadas a ello.


En Francia, el presidente Chirac firmó en 2004 un decreto que prohibía el
uso del velo islámico en todas las escuelas y centros públicos. La medida podía discutirse, pero el razonamiento que la sustentaba era del todo coherente: «si es un signo de sometimiento de la mujer al varón no es admisible porque da carta de naturaleza a la violación del derecho a la igualdad; si es un signo de peculiaridad cultural, en algunos casos hostil a la cultura de acogida, debe subordinarse a los signos de integración; si sólo es un signo religioso, no cabe en los espacios públicos franceses, que son constitucionalmente laicos». La posición Chirac se vio respaldada por el Tribunal europeo de Derechos Humanos que en 2005 reconoció la legalidad y legitimidad de la medida. Pasados tres años, el funcionamiento de esta prohibición no ha sido satisfactorio, hasta el punto de que se han movilizado a favor o en contra casi todos los gurús de la intelectualidad francesa. En estos momentos un amplio comité de expertos trata de hallar una fórmula de mediación sin modificar las bases argumentativas del decreto de 2004.


En Alemania un tribunal federal reconoció el derecho a usar el velo a una
profesora musulmana, pero dejó abierta la puerta a que cada Estado legislara o resolviera de modo diferente; al menos cuatro länders han prohibido el velo en sus centros escolares. En el Reino Unido, donde se han producido varias sentencias tanto a favor como en contra del velo en la escuela, finalmente, los jueces han determinado que, dentro de la autonomía de los centros, corresponde a éstos la facultad de aceptar o rechazar alumnas con velo.
 

En Holanda está prohibido el burka pero no el velo, que no gusta, pero se
tolera.
Como se ve, Europa no acierta a decidirse ni por la prohibición, ni por la
tolerancia, ni por la mediación escueta. Está en un período de tanteo en busca de fórmulas que resuelvan los problemas sin agravarlos. La suma de todas las experiencias, propias y ajenas, el mejor conocimiento de las contradicciones existentes dentro del mundo musulmán, el sometimiento a razón del miedo de Europa a la islamización inmigrante y el resultado positivo o negativo de las fórmulas que se ensayan deberían ser los ejes que permitan encontrar la solución menos mala.

 

En España, falta un debate
En España se han ido resolviendo administrativamente sobre la marcha los
casos individuales que se han presentado. El de Fátima, una niña de El Escorial, en el 2002 fue el primero: su padre reclamó y consiguió el traslado a un colegio público. En función de los criterios de escolarización oficiales se le había asignado un colegio religioso concertado y se presentó en éste con el velo. En principio la dirección del centro indicó a Fátima que debía depositar su velo en el armario de la entrada, como hacía el resto de los alumnos con sus abrigos; el padre de Fátima se negó y exigió que su hija asistiera velada a las clases. Planteado el caso ante la administración educativa, ésta optó por dar la razón al padre de Fátima, argumentando que: «en estos casos predomina el derecho a la educación». La niña fue admitida. A partir de entonces varias otras niñas musulmanas que hasta entonces dejaban el velo en los armarios percheros de la entrada del colegio, lo retomaron. La resolución administrativa de un caso singular provocó velamiento colectivo, hecho que los sectores progresistas del Islam consideran un retroceso.


Otros dos casos se han planteado y resuelto durante 2007 en el mismo sentido que el de Fátima. A petición de los padres, las autoridades han obligado a que los colegios acepten a dos niñas veladas, una en Gerona y otra en Melilla. En el primer caso el argumento de las autoridades fue que «predomina el principio de tolerancia». En el segundo caso se argumentó que «se favorece el diálogo intercultural e interreligioso». Como se ve, a falta de planteamientos sólidos los funcionarios educativos apelan a máximas voluntaristas.


Lamentamos la ausencia de un debate intelectual y político previo, pero no se puede retroceder en el tiempo, sino aprender de él. Las propuestas de buenas intenciones (satisfacer al diferente, armar poco ruido, mostrarse blando,…) demuestran que en parte de la sociedad española existe un síndrome de falta de identidad y que predicamos la tolerancia o intolerancia sin preguntarnos antes si nuestro proceder suaviza o fortalece la intolerancia del mundo musulmán. El irenismo paga mal, también en la cuestión del velo. Hay que afrontar todas las caras del problema en vez de tratarlo como una ocasión demostrar nuestro buenismo. Reposadas y plurales reflexiones debieron y deben preceder a la solución de casos concretos. Si dejamos que nos vayan sorprendiendo los casos, cualquier solución individual carecerá de capacidad de generalización. Es decir, no será una solución, sino un parche para evitar mayores males.


Fuera del ámbito escolar, en el nuevo Documento de Identidad, que entrará
en vigor en 2008, se acepta que la fotografía de la titular mantenga el velo
cubriendo el pelo y las orejas.
 

Interrogantes para una solución mediadora
Nadie tiene recetas mágicas para solucionar de la noche a la mañana los
numerosos problemas que plantea integrar un código cultural dentro de otra
cultura mayoritaria que posee otros códigos. Pero podría arrojar alguna luz
someter a debate público toda una serie de cuestiones: ¿Qué condiciones de significado deben exigirse para aceptar el velo, sobre todo en las escuelas?
¿Qué diferencia de posición hay que mantener frente al velo según la libertad o ausencia de ella que tenga la mujer para llevarlo? ¿Tiene alguna razón de ser la propuesta de laicizar todos los espacios y tiempos escolares y prohibir todos los signos religiosos? ¿Es legítimo y conveniente equiparar el velo islámico a los hábitos de congregaciones religiosas, entre ellos el velo y el crucifijo? ¿Cómo se defiende mejor la libertad e igualdad de la mujer, tolerando el velo o prohibiéndolo? ¿Qué contradicciones encierra nuestra tolerancia y nuestra prohibición? ¿Caben espacios y tiempos de encuentro en los que la comunidad musulmana dentro de la sociedad española pacte unos códigos mínimos de signos aceptables? ¿Cómo promover el diálogo intercultural sobre los códigos de vestimenta? ¿Hasta dónde la aceptación es tolerancia y cuándo empieza a ser claudicación?
Estas y muchas otras cuestiones deben ser los ejes de reflexión, en España y en toda Europa, tratando de buscar fórmulas que favorezcan la lucha por la
igualdad de la mujer y gradualmente limiten las intransigencias.

 

 

Reply  Message 6 of 7 on the subject 
From: Marti2 Sent: 30/06/2010 08:16
 
Del retomar leyes dieciochescas en el siglo XXI para prohibir en el vestir ("de la capa y el burka")
 
 
Fue en 1766 cuando el ministro favorito de Carlos III, el tristemente famoso marqués de Esquilache, dictó su conocido bando de prohibición de la capa larga, con embozo, y el sombrero chambergo, de ala ancha, una moda extranjera, con un pretexto de orden público, pero también de identidad nacional, procurando que fueran sustituidos por la “moderna” capa corta y el tricornio o sombrero de tres picos, curiosamente también una modernidad extranjera. Tal dictado en el vestir, unido a la crisis económica del momento, terminó por provocar en diversos municipios el levantamiento que hoy todavía se conoce como “motín de Esquilache”.

Desde la prohibición de la capa no se han conocido otros casos de prohibiciones de prendas de vestir. Ni se prohibieron antes los pañuelos porque los usaban los asaltantes de diligencias, trenes y bancos en el “Lejano Oeste” norteamericano para embozarse y ocultar su identidad, ni los capotes de monte usados por los bandoleros de las serranías españolas, ni siquiera se prohibieron más tarde las medias porque las usaban los atracadores de bancos en sus cabezas para dificultar su identificación. Tampoco se han prohibido los pasamontañas aunque los usen terroristas, narcotraficantes o atracadores.

La gran marea islamófoba que sacude la vieja Europa lo ha intentado todo para proscribir la visibilidad de la religión islámica en sus calles y plazas. Es relativamente reciente la oposición al hiyab de las alumnas, mientras monjas católicas continúan sus estudios universitarios vistiendo sus hábitos sin conflicto alguno. No obstante ese único frente no parecía suficiente, puesto que siendo un tocado religioso de novicias o sores católicas o muslimas, adoptado voluntariamente por vocación, debían mejor dirigir sus hostilidades contra otro colectivo, el de las sores de clausura. Esta vez las monjas católicas no son visibles puesto que se recluyen en sus conventos; pero las sores musulmanas con la clausura portátil del nicab sí salen a la calle, son visibles, para reacción visceral hostil del entorno que no comprende tal vocación. Pero por si quedara alguna duda, y para no entrar en lo religioso, se escogió una moda afgana como diana, el burka, la cual no se ha exportado ni ha llegado a España ni resto de Europa, es realmente inexistente en nuestras calles y plazas.

Por fin algunos políticos de pequeña talla, ven cómo pueden hacer un guiño al electorado que vota a la ultraderecha; solo hay que retomar el bando dieciochesco y prohibir el burka, y de paso el nicab. Pero también, en buen orden jurídico, deben prohibir el pasamontañas, la bufanda, la braga de cuello, y toda prenda que pueda dificultar la identificación facial del ciudadano. Primeramente en los accesos e interior de edificios públicos, pero con las ganas y la intención de quitar de su vista el nicab también de las calles. Si no pueden argumentarlo, puesto que todos usamos bufandas y otras prendas que nos protejan del frío, precisamente al salir a la calle, entonces empiezan a desgranar excusas de presunta desigualdad de género en el vestir. Pero callan en lo que respecta a prohibir las faldas por sus calles y plazas, y otros tipos de prendas en el vestir que son única y exclusivamente de uso femenino. Todo ello para confundir al elector demagógicamente identificando el término de igualdad, que vende más, con el de uniformidad.

Lamentable el grado de bajeza política de quienes argumentan y apoyan tales restricciones en el vestir que están especialmente dirigidas contra un sector religioso que no protestará ni se amotinará y, dado su estatus de clausura, ni votará, con la excusa de un modismo afgano irreal, y con la finalidad de atraer simpatías y votos.

Todos estamos de acuerdo en que las personas deben mostrar su rostro ante un control de identidad fronterizo o policial, o en el control de seguridad de acceso a un edificio; pero querer continuar la persecución hasta las calles, es regresar a tiempos de dictadura y persecución que creíamos olvidados. La ultraderecha está avanzando sin llamarse extrema derecha, solo siendo adoptadas sus ideas por otros de forma irresponsable.

 
Prensa Muslima

Reply  Message 7 of 7 on the subject 
From: Marti2 Sent: 30/06/2010 08:17
 

Y dale con el pañuelo

 

Las mujeres somos utilizadas como burdas marionetas sobre las que ejercer todo tipo presiones

 

Si hay algo a lo que siempre he rehusado es a centrar mis discursos en la controversia del hiyab. Considero que no hay más polémica que la que se quiera crear, y especialmente como musulmana, creo que existen cuestiones verdaderamente importantes para debatir que no centrar nuestra vista en la vestimenta femenina. Desde la entrada del bikini en este país, nunca un trozo de tela había dado tanto de qué hablar.

Aun así, el interés mediático que se está otorgando a esta prenda me obliga a sumarme al cúmulo de expresiones que se están planteando a lo largo de estas semanas y alzar la voz, como mujer y como musulmana. Porque especialmente somos nosotras, las mujeres musulmanas, quienes tenemos que reclamar nuestro espacio y nuestro legítimo derecho a la libertad de expresión.

Si alguien está esperando que realice una tesis de revisión histórica sobre el hiyab, no es el caso, porque la cuestión es mucho más simple. No sé por qué dar tantas vueltas a un tema cuya resolución y decisión atañe exclusivamente a la mujer como individuo. El uso del hiyab responde a un acto de fe, y por lo tanto debe basarse en el principio de privacidad de la práctica religiosa.

Una vez más las mujeres somos utilizadas como burdas marionetas sobre las que ejercer todo tipo presiones. Por un lado, la visión secularista presiona para que las musulmanas desvelemos nuestras cabezas, por otro, se llega al consenso de hablar en las mezquitas del uso del hiyab como precepto religioso. Así, las mujeres vivimos auténticas situaciones esquizofrénicas. Por un lado, recibimos el mensaje de que seremos libres si nos descubrimos y, por otro bien distinto, que nuestra libertad comenzará cubriendo nuestras cabezas. Me niego a pensar que una mujer es más libre cuanto más se descubra, de la misma manera que rechazo el discurso que sostiene que se es más musulmana cuanto más se cubra.

¿Qué ocurre con aquellas mujeres que no utilizamos el pañuelo? ¿Es que acaso somos más libres por no hacerlo? ¿O menos musulmanas por no mostrar públicamente una prenda que nos identifique?

La verdadera libertad de la mujer se sostiene en la autonomía individual de las decisiones que se toman. Ahora bien, como ha ocurrido en el caso de Najwa ¿qué sucede cuando existe una norma escolar que prohíbe el uso del pañuelo? Creo que la postura adoptada finalmente por la familia ha sido coherente, acatando la normativa del instituto, respetando el cumplimiento de la legislación que rige en el Estado español y dejar en manos de los tribunales la decisión; al mismo tiempo, decidieron enviar a la hija a otra escuela, porque lo que prima es la educación de la menor.

Es preciso que la administración pública tome una postura unidireccional con respecto al uso del hiyab en la escuela, porque de esta manera evitaremos situaciones discriminatorias como las que Najwa ha tenido que sufrir: ser separada de la clase por la decisión tomada. Al final, es ella la afectada y la víctima de esta situación, porque a estas alturas del curso escolar se ha convertido en una patata caliente que nadie quiere agarrar.

Esa obsesiva atención que se presta a las mujeres musulmanas y a su manera de vestir, convirtiéndonos en un tema de debate, nos están convirtiendo en la insignia de la identidad islámica, algo que considero erróneo y peligroso, porque nos distrae de asuntos urgentes y más necesarios.

M. Laure Rodríguez Quiroga. Presidenta de la Union de Mujeres Musulmanas del estado español.



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