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Ciencia: La Biologia de la Vanguardia
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 06/10/2011 01:36
 

¿Qué tal si aparcas unos minutos para regalarte información que no puede ser mas “avant garde” por articular acertadamente lo que ya estás intuyendo en algún nivel pero que todavía no se has definido, particularmente si estás familiarizado con material cuántico, campos morfogenéticos y genética básica? Te aconsejo si dispones de tiempo que te prepares una limonada fresquita, encuentres una sombra de copa de árbol o una bajo la sombrilla de playa y te sumerjas dentro del siguiente artículo.  Posiblemente confirmará algunos conceptos que has estado barajando mentalmente…

En entradas anteriores hemos hablado de las “memorias” grabadas en el conjunto de los electrones de nuestro ser, que pueden actuar como las de un programa de ordenador, y que se van repitiendo a lo largo de la existencia de un modo inconsciente, puesto que desconocemos su existencia perteneciente a un nivel distinto de la realidad.

Según la biología clásica, el archivo de la memoria por el cual un ser vivo tiene una determinada forma, estructura y manera de ser, se encuentra en el ADN de sus células. O sea, sus características dependen de la estructura del ADN y/o de la disposición de sus moléculas en los cromosomas. Tales descubrimientos, de importancia fundamental, nos ayudan a comprender muchas cosas aunque otras sigan aún sin explicación.

Los genetistas admiten que en los “genes” (moléculas de ADN) estén grabadas también aquellas “tendencias familiares” por las que un individuo que, por ejemplo, haya nacido en una familia de artistas, desarrolle unos caracteres “hereditarios” que le puedan llevar a ser artista. El ejemplo de Mozart, nacido en el seno de una familia de músicos, puede explicar porqué él mismo lo fue. El hecho de que alguien nazca en una familia de malhechores implicaría que también desarrollase la misma tendencia a delinquir.

Como éstos la genética humana ofrece muchos más ejemplos. ¿Se trata de caracteres hereditarios que dependen de una herencia poligénica o aún no ha sido hallado el gen en el que está grabado “el comportamiento” del individuo? Lo que acabo de exponer es sólo uno de los interrogantes a los que antes hacía referencia.

Según los biólogos mecanicistas, las células, los tejidos, los órganos y los organismos completos adoptan una forma adecuada como resultado de la síntesis de las substancias químicas apropiadas en el lugar y momento apropiados. El hecho de que un bebé no se parezca en absoluto a un cachorro de perro o a un capullo de rosa se debe a que su formación se produce “espontáneamente” como resultado de complejas “interacciones físicoquímicas”, de acuerdo con las “leyes” de la física.

¿Pero, de qué física: la mecanicista (clásica) o la de vanguardia? Los biólogos simplemente dejan abierta la cuestión. Si hoy en día se asiste en el campo de la física a una verdadera revolución respecto al pasado, el sentido común nos sugiere que la misma revolución no está muy lejos de producirse en el campo de la biología.

En efecto, Rupert Sheldrake en 1981 formuló y experimentó su teoría de “La causación formativa”. Ésta no sólo no niega las expectativas de las teorías mecanicistas, sino que las apoya en la medida en que nos ofrece una interpretación de la morfogénesis biológica, que tiene su soporte en la física actual.

A las “partículas virtuales” que engendran “campos de fuerzas”, según los físicos, Sheldrake las llama “gérmenes morfogenéticos”.

Éstos producen lo que el biólogo mismo, mediante una genial analogía, llama “campos morfogenéticos”. Y cómo las fuerzas desatadas por las partículas virtuales actúan formando, por ejemplo, un protón, un átomo y una molécula; así los “gérmenes morfogenéticos” actúan desatando fuerzas (campos morfogenéticos) que darán como resultado la formación de los seres vivos.

Resumiendo, mientras la biología clásica atribuye prácticamente todos los fenómenos de los seres vivos a la herencia genética que contienen las moléculas del ADN, según Sheldrake los organismos heredan “los campos morfogenéticos” de organismos anteriores con características similares. Es decir, los campos morfogenéticos son como campos de fuerza que actúan sobre la estructura y la forma de los seres vivos.

Este segundo tipo de herencia se transmite por “resonancia mórfica” y no a través de los genes. La “resonancia mórfica” se puede parangonar a la “memoria” de los esquemas repetitivos, que están grabados como si lo estuvieran en el disquete de un ordenador. En este caso, el programa que tiene grabado en su memoria se manifiesta en las moléculas del ADN y en los átomos que las constituyen para luego, a través de unas reacciones físico-químicas, revelarse en las células, tejidos y órganos que formarán el cuerpo y su comportamiento, en el sentido más amplio del término.

¿Cómo se puede producir tal grabación? Sheldrake dice que a través de la “resonancia mórfica”.

Comparemos un ser vivo con una radio que emite música. A la emisión contribuyen tanto los elementos del aparato y la energía eléctrica que lo alimenta, como la emisora que emite la música. Pero aunque la emisora emita música, el sonido puede ser alterado por las condiciones de los cables, de los transistores, y cesará al desenchufar el aparato. Aquél que ignora que existe la transmisión de vibraciones invisibles, intangibles e inaudibles (”radio ondas”) piensa que dicha transmisión se produce en función de las piezas de la radio, de su disposición y de la energía eléctrica que la alimenta. Es decir, no admite que la música provenga del exterior porque el aparato pesa lo mismo cuando está conectado que cuando no lo está . Por lo tanto, supone que los patrones rítmicos y armónicos de la música proceden del interior del aparato y son el resultado de las interacciones enormemente complejas que se producen entre sus piezas. Para convencerse aún más de que está en lo cierto, podría estudiar y analizar todas las piezas de la radio y llegar a fabricar una réplica que emitiese idénticos sonidos que el aparato original, de la misma manera en la que actúa la “clonación” biológica cuando “fabrica” plantas o animales absolutamente iguales entre sí. El caso reciente de la oveja Dolly “fabricada” por los biólogos, explica mejor la analogía a la que me refiero. Muy probablemente, el investigador consideraría éste resultado como una prueba evidente de su teoría.

Pero a pesar de su éxito continuaría ignorando que, en realidad, la música se origina en una emisora y que ésta sigue emitiéndola esté o no conectado el aparato. Tal es la postura de los biólogos que hoy en día siguen aferrados a los esquemas mecanicistas de connotación cartesiana. Aunque los hallazgos de la biología sean extremadamente importantes y útiles, no resultan suficientes para explicar muchos fenómenos inherentes a la “vida” y a sus manifestaciones. Puesto que el término “biólogo” quiere decir literalmente “estudioso de la vida”, me parece apropiado plantearse esta pregunta: ¿qué es la vida? Intentar contestarla no es fácil, sin embargo, los avances de la ciencia pionera nos sugieren que no es imposible.

Según Sheldrake, la “transmisión” en un ser vivo procedería de “sistemas similares anteriores” y la “recepción” dependería de la estructura y organización del sistema receptor que podría sintonizarse a través de distintas “emisoras”, o sea, con distintos “campos morfogenéticos”. Así, se producen las diferencias entre las especies vivientes. Es justamente éste el concepto que nos puede explicar porqué los seres humanos constituyen, cada uno, un universo aparte aunque pertenezcan a la misma especie (Homo sapiens sapiens).

Resumiendo, según la teoría de la “causación formativa”, la formación de un ser depende en primer lugar de la manera de sintonizarse con los “gérmenes morfogenéticos”, como si se tratara de una elección consciente. Ya he dicho que los electrones tienen “conciencia” (D. Bohm; Quantum Theory de Constable, 1951) aunque todavía falte demostrarlo matemáticamente. Y, luego, la formación del ser está sujeta a las vías que los “gérmenes morfogenéticos” utilizan para manifestarse, como por ejemplo el ADN que imprimirá la estructura y la forma definitiva al organismo.

Sheldrake deja abierta la cuestión del origen de estos campos de fuerzas y de las partículas que los engendran (gérmenes morfogenéticos) y no descarta un origen trascendente y/o metafísico, a través del cual se podrían explicar también los llamados fenómenos “paranormales o parapsicológicos”, como la videncia, la telepatía y demás. En efecto, si tenemos en cuenta lo que nos dicen los físicos, no me parece indispensable recurrir a la “metafísica” puesto que la “física”, aunque sea la de vanguardia, nos explica que el vacío no existe y que todo lo que nos rodea está lleno de “campos de fuerzas”.

Así que, aquél que he llamado el “cuarto piso” de la realidad tiene una explicación científica con la teoría de los “eones” de Charon, con la de Bhom del “orden implicado” y con la de la “causación formativa” y los “gérmenes morfogenéticos” de Rupert Sheldrake.

El biólogo inglés afirma además que los campos morfogenéticos no sólo actúan a escala individual, sino también en el entorno de una misma especie cuyos componentes están en estrecho contacto entre sí. Un concepto muy similar lo expone Bell en su teorema (véase Apéndice). Sheldrake observó que si, por ejemplo, en un laboratorio de Nueva Zelanda se enseñaba a unas ratas de la misma especie a procurarse la comida a través de “trucos”, a miles de kilómetros, por ejemplo en un laboratorio español, ratas de la misma especie aprendían al unísono los “mismos trucos” sin que nadie las hubiera entrenado. Se trata, pues, de unas “informaciones” que han “viajado” a la velocidad “supralumínica” (más veloces que la luz), la misma de la que habla el matemático Ved Sawjatan.

Tal experimento explicaría, entre otras cosas, por lo que concierne a la especie humana, porqué el mismo hallazgo científico se produce contemporáneamente en distintos puntos del planeta. Por ejemplo, ¿quién descubrió el teléfono: un italiano (Meucci) o un inglés (Bell)? Siguiendo la teoría de la “causación formativa” lo hicieron los dos al mismo tiempo. Es decir, las ideas nuevas aparecen en lugares distintos de la Tierra simultáneamente y en individuos que no han tenido ningún tipo de comunicación entre sí .

En su teoría, Sheldrake habla también de “patrones anteriores” que el ser vivo va repitiendo morfológicamente. Esto quiere decir que la formación biológica de un hombre dependerá de las fuerzas de los campos morfogenéticos que reproducen el ADN, los tejidos y las estructuras completas del cuerpo de un ser humano. Otra vez se vuelve al concepto de los conjuntos de partículas subatómicas que llevan grabadas las “memorias” de patrones anteriores que se van repitiendo a lo largo de la existencia. Si los “patrones anteriores” influyen sobre la constitución de la estructura física, es lógico ampliar este concepto y deducir que influyen también sobre la “estructura psíquica”, o sea, en el comportamiento, la inteligencia, la sensibilidad y todo lo que pertenece a las esferas del pensamiento, de la emocionalidad y de la mente.

Mientras Rupert Sheldrake expresa su teoría en términos específicos de las ciencias biológicas, Charon, Bhom y los otros se expresan con términos de la física, pero aunque utilicen diferente terminología dicen las mismas cosas. Por ejemplo, si digo pan en castellano o bread en inglés me refiero a una misma cosa, a algo que se prepara con harina y levadura y con lo que estamos acostumbrados a acompañar nuestras comidas.

Sheldrake habla de “gérmenes morfogenéticos”, o sea, de “cositas” tan pequeñas que resultan invisibles e intangibles y que son las responsables de la génesis de las distintas especies vivas de la naturaleza. El físico Jean Charon habla de electrones repletos de fotones (eones) y David Bhom, de un espacio “no vacío” repleto de “campos de fuerzas” (y/o de “partículas virtuales”).



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De: Marti2 Enviado: 06/10/2011 01:36

Además, los “gérmenes morfogenéticos” actúan obedeciendo a una “memoria” (”resonancia mórfica”) y desatan fuerzas (los campos morfogenéticos) que les hace repetir el patrón anterior.

Los electrones y las “partículas” virtuales actúan también de manera similar (campos de fuerza). Los “eones eternos” de Charon (conjunto de electrones y fotones) obedecen, entre otras, a una fuerza que él llama Conocimiento. Éste, desde siempre, ha sido una característica de la “mente” y/o de la “memoria” como depósito de cantidad y calidad de informaciones almacenadas. La pregunta es: ¿dónde está la “mente” humana? Desde luego no se halla sólo en el cerebro porque, por ejemplo, los cabellos tendrían que preguntarle a él cómo, cuándo y cuánto crecer.

En una célula fecundada (zigoto), de la que se formará en un individuo completo, los distintos tejidos y órganos se van organizando sin preguntar al cerebro cómo tienen que hacerlo, pues en los primeros estadios del desarrollo embriológico ese aún no existe. Parece evidente que la información está, por lo que atañe el primer ejemplo, en el mismo tejido de los cabellos y, en el
segundo, que una sola célula contiene todas las informaciones.

Así es lícito deducir que la “mente” está en todas las partes del cuerpo humano y que tiene su misma extensión y volumen. Esto explicaría también porqué algunos biólogos llaman “mente biológica” al conjunto de las hormonas del líquido cefalorraquídeo y del sistema nmunitario, puesto que el óptimo funcionamiento de un organismo depende del equilibrio de estos componentes presentes en todos los órganos del cuerpo.

Cuando el equilibrio empieza a tambalear sentimos un malestar psicosomático o funcional que a la larga puede transformarse en un trastorno orgánico, en una enfermedad clínicamente diagnosticable. Las hormonas, por ejemplo, tienen muchas y variadas funciones que se pueden resumir bajo el término de funciones metabólicas en cuanto a la cantidad y calidad de elementos nutricionales y plásticos, incluyendo los oligoelementos presentes en nuestro organismo (proteínas, lípidos, hidratos de carbono, sales minerales y demás). El sistema inmunitario es el que provee al cuerpo de las defensas adecuadas contra los agentes patógenos, ya sean externos o internos. El líquido cefalorraquídeo nutre y protege el sistema nervioso: cerebro, médula espinal, nervios. Puesto que las “substancias” producidas por los tres sistemas están en íntimo contacto entre sí, circulando en la sangre con un delicado equilibrio de velocidad de producción y de absorción, se puede comprender la importancia que tienen en el correcto funcionamiento de la totalidad de los órganos y aparatos de un ser vivo.

Cuando una persona manifiesta un malestar de carácter psicosomático es muy probable que la “memoria” de su mente biológica esté poniendo en funcionamiento un “programa” equivocado, repitiendo el patrón de un desequilibrio grabado allí con anterioridad (gérmenes morfogenéticos) que puede manifestarse más tarde o más temprano. En capítulos anteriores he llamado “alma” a los conjuntos de electrones y “partículas” virtuales presentes en cada átomo de nuestro cuerpo. Ahora se les podría llamar conjunto de “gérmenes morfogenéticos”, porque las dos clases de conjuntos son invisibles e intangibles, no tienen masa (cantidad de materia) y los dos desatan fuerzas medibles como consecuencia de las “memorias” de acontecimientos y de las reacciones ante éstos.

De todas maneras, prefiero llamarles “alma”, aunque tal término no tenga connotaciones científicas.

Dicho con otras palabras, el “alma” empieza a “patalear” cuando repite un patrón equivocado que tiene en su memoria y, a medida que el “pataleo” aumenta, el sufrimiento se hace siempre más perceptible. Pero ¿cómo puede empezar esta reacción por parte del alma? ¿Qué es lo que la provoca? A menudo son las “informaciones” que le llegan desde el exterior las que ejercen de “resonancia” sobre las que tiene grabadas en su interior, amplificando las fuerzas que éstas últimas desatan. Los que intercambian “informaciones” entre sí y con el mundo externo son los fotones (”partículas” de luz) que acompañan a los electrones.

Y puesto que nosotros y todo lo que nos rodea está formado por átomos y por sus equipos de electrones y fotones, las “informaciones” son continuas e ininterrumpidas aunque el cerebro clasifique, filtre y deseche las que no le parecen interesantes. Y de todo este bombardeo ni nos damos cuenta.

Por lo que concierne a las “informaciones” que nos llegan desde el exterior me parece superfluo subrayar que cualquier mensaje “negativo” nos va a afectar y su efecto puede ser aún peor si a través de él se produce una “resonancia” que amplifique alguna “información” similar grabada en nuestra propia memoria.

Por ejemplo: si a una persona deprimida, porque está repitiendo inconscientemente un patrón grabado en su alma, algún profesional le informa que su problema no tiene remedio y que tendrá que seguir medicándose toda la vida seguramente empeorará, dado que la “información negativa” que tiene grabada en su interior desatará una fuerza aún mas intensa al ponerse en resonancia con la información que le acaba de llegar desde el exterior.

Cuando se trata de una enfermedad declaradamente orgánica, como un cáncer para cuya curación la medicina no ha encontrado aún el remedio radical, y al enfermo se le dice cuánto tiempo de vida le queda, puede producirse un efecto devastador. Tales mensajes deprimen aún más el sistema inmunitario a través de un mecanismo “inconsciente” y el enfermo, en la mayoría de los casos, deja de luchar por su vida y acepta la “sentencia de muerte” que le acaba de ser comunicada. Claro está que los profesionales han dicho la verdad, ¿pero qué verdad?

Si la medicina actual no ha descubierto todavía los medios para curar ciertas enfermedades y tiene que conformarse con diagnosticar sus síntomas, no quiere decir que los remedios no existan, quiere decir sólo que hasta el momento no han sido hallados.

Admitir que aún no “se sabe” cómo solucionar el problema podría parecerles a algunos casi como admitir su propia ignorancia, cosa que en muchos casos puede molestar, sobre todo a aquéllos que aplican al pie de la letra un tratamiento y siguen el “protocolo” que otros han descubierto con sus investigaciones.

No obstante, mucha gente “presiente” que el remedio “existe” aunque no haya sido descubierto y, por este motivo, acude a los llamados “curanderos”. Esta conducta está muy a menudo tachada de ignorante o de crédula. Dejando de lado el hecho de que entre los “curanderos” hay muchísimos que se engañan a sí mismos y por consiguiente engañan a los demás, me parece evidente y lógico que la ignorancia no es patrimonio exclusivo de los ingenuos. ¿Cómo explica la medicina ortodoxa las “curaciones espontáneas” que los creyentes -los que se basan en la fe- llaman “milagros”? Aunque sean hechos esporádicos y/o anecdóticos existen y, por ende, vale la pena investigarlos, de la misma manera en que obra cualquier investigador: primero formula una hipótesis; luego la experimenta y, si los resultados la avalan, crea una teoría. Tras una demostración objetiva, si ésta puede ser considerada válida, la teoría se convertirá en un hecho concreto (o una ley).

CREDENCIALES:

La ciencia descubre el alma.
© Clementina Lozzi
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