MI CUERPO
¡Bendito sea mi
cuerpo!
El cuerpo, mi cuerpo, es lo
mejor que me ha pasado. Todo lo que me sucede y lo que hago es a través de él:
el placer, el dolor, la risa, el calor, el frío, escribir, ver, disfrutar,
comer, amar, dormir.
Mi vida sucede en mi cuerpo,
mi mente es mi cuerpo, mi espíritu está en mi cuerpo, mi alma se une a mi
cuerpo, mi creatividad sale de mi cuerpo. Nada más por eso lo adoro, si pudiera
agarrarlo todo a besos lo haría: mi cuerpo me dice que estoy viva y cómo es la
vida que llevo. Y todo esto lo digo y escribo con el corazón, aquí, frente a la
máquina, porque si me paro frente al espejo la cosa es otra: mi cara es, los
poros abiertos y la espinilla que presiono; mi busto quiere ver hacia abajo; mi
panza es una bola contenida; la piernas están aguadas, la celulitis
y...
Mi cuerpo es toda esa
grandiosidad que he escrito, también el tuyo, pero el espejo frío no es la
herramienta que necesito para verlo. Si mis piernas me sostienen todo el día,
son fuertes y firmes (aunque el gordo del muslo se agite cuando camino). Si mis
pies me llevan a donde quiero, están preciosos (a pesar del talón seco y los
dedos chuecos). Si mis ojos me permiten ver las letras que escribo, son una
bendición (aún con las arrugas). Si mis manos me permiten tocar el cuerpo de mi
amado, acariciar a mi perro y hacer de comer, son divinas (con todo y
padrastros).
Para valorar mi cuerpo
necesito verlo como si fuera el más querido de mis hijos, que es precioso aunque
orejón. Mi cuerpo es mi hijo y yo lo adoro como su madre que soy: lo cuido, lo
quiero, lo acepto, lo cultivo, lo mejoro, lo perdono. El espejo me dice lo que
ven los otros, los que no me quieren, pero no me dice cómo soy. Así que en el
espejo del baño de mi casa, que es el que me conoce sin ropa y con mascarilla,
puse un par de corazones rojos de cartoncillo (como esos que decoran los salones
de clase el día de san Valentín) para que la imagen que me devuelva sea amorosa.
No sabes qué bien funciona, porque claro que me sigue señalando el acné y las
estrías, pero también me dice la maravilla que soy.
Esos corazones, por la
humedad del baño y el tiempo, tengo que reemplazarlos a cada rato, porque si el
amor con que me miro no se renueva, queda descolorido y arrugado. Salgo de ese
cuarto cada mañana dispuestísima a la vida, sabiendo que soy este cuerpo sano e
imperfecto. Reconociéndome así soy capaz de ser creativa y hacer muchas cosas
imperfectas, sanas y bellas. La creatividad no es perfecta, sólo es
creativa.
Yo, producto de la creación
divina, soy buen ejemplo de ello.
D/A
