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Ciencia: La Memoria
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Respuesta  Mensaje 1 de 7 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 02/11/2013 01:19

La ciencia de borrar la memoria y editar los recuerdos dolorosos

La palabra contra la neuroquímica: científicos avanzan en la posibilidad de borrar recuerdos dolorosos específicos manipulando correctamente la química necesaria para memorizar, sustituyendo con un procedimiento preciso el mucho tiempo destinado a la terapia.


Durante muchos años se ha creído que la mejor manera de tratar un suceso pesaroso es hablar de ello con una persona específicamente entrenada para ayudar al sufriente no solo a que sufra menos, sino a entender mejor la causa de dicho sufrimiento.

Como sabemos, este método fue sistematizado, desde una perspectiva más teórica, por el vienés Sigmund Freud y continuada, por distintos caminos, por Carl Jung y Jacques Lacan, entre los más prominentes. Pero igualmente otros como Jeffrey Mitchell (sobreviviente de un accidente automovilístico) han elaborado manuales prácticos para estas situaciones que en la terminología médica se agrupan bajo la denominación de Estrés Post-Traumático (EPT).

Sin embargo, en los últimos años los descubrimientos en el campo de la neurociencia han contribuido a aclarar lo que verdaderamente sucede al interior de nuestro cerebro cuando intentamos lidiar con recuerdos dolorosos.

Sin duda el hallazgo crucial en este sentido fue saber que la memoria no se comporta como habitualmente (incluso desde el sentido común) estamos habituados a creer. En términos generales, la memoria no es un bloque indiviso en el que se van grabando nuestras vivencias y permanecen ahí, marmóreas, hasta el día en que ya no las recordamos más. Según varios neurocientíficos, la memoria es más volátil y no se puede decir, estrictamente, que los recuerdos se almacenan. Su comportamiento es más errático: cada vez que recordamos algo, el cerebro vuelve a formar ese recuerdo, introduciendo sutiles variaciones que dependen de las circunstancias en que volvemos a recordarlo, sobre todo nuestro estado emocional (por eso, dicen algunos, es tan fácil inducir recuerdos falsos).

Así es como se explica que la terapia, hablar de la situación dolorosa con otra persona, haya ayudado a muchísimas personas a sobrellevar su situación: situadas en un contexto inofensivo, pacífico, propicio, el recuerdo emerge en una versión distinta a la del momento en que se vivió, en muchos casos perdida la asociación traumática que lo hacía insoportable.

La neurociencia interviene en este punto para identificar la manera, a nivel cerebral, en que se forman dichos recuerdos, los neuroquímicos y las parte del cerebro que intervienen al memorizar en cada ocasión una de esas imágenes. Porque, no está de más subrayarlo, ahora se sabe también que la memoria no reside en un solo sitio, sino que está dispersa en varias zonas dependiendo del tipo de recuerdo registrado: las emociones negativas en la amígdala, los elementos visuales en el córtex visual, los auditivos en el córtex auditivo, etc. Al volver a recordar la química del cerebro y las acciones que este ejecuta también son otras.

Con esta premisa, la siguiente pregunta parece obvia: ¿es posible realizar artificialmente eso que el cerebro hace naturalmente? Y la respuesta, en el estado actual de la neurociencia, parece positiva. Varios experimentos (algunos de ellos reseñados por Jonah Lehrer en el artículo de donde procede esta información) han demostrado que con la combinación química correcta es posible manipular la memoria, en particular eliminar un recuerdo doloroso permanentemente y sin afectar otras funciones cerebrales. “En el futuro el acto de recordar algo será una decisión”, dice Lehrer.

Un ejemplo análogo, por así decirlo, de una sustancia que puede alterar la memoria actualmente es el MDMA (éxtasis). Ya que esta droga detona emociones positivas –y entendiendo el proceso de reconsolidación de una memoria–, pacientes que recibieron MDMA para tratar su depresión post traumática asociaron los eventos traumáticos que revisitaron en su terapia con los sentimientos positivos de esta sustancia. El 83% de los pacientes mostraron una dramática disminución el los síntomas en menos de dos meses.

Pero el tratamiento potencial va más allá, pues a diferencia de otros procedimientos (casi todos ficticios) que plantean posibilidades similares pero borrando la memoria entera, la neurociencia propone una especie de inyección precisa que ataca el dolor de un recuerdo, esa dimensión de pena que impide a una persona continuar con su vida.

“Una vez que la gente se dé cuenta de cómo funciona realmente la memoria, muchas de las creencias de que esta no puede cambiarse parecerán un poco ridículas. Cualquier cosa puede cambiar la memoria. Esta tecnología no es nueva. Es solo una mejor version de un proceso biológico existente”, explica Karim Nader, quien descubrió la síntesis de proteínas directamente relacionada con la reformulación de los recuerdos.

En cuanto a las contrariedades éticas en este asunto, quizá la más importante sea la que señala Lehrer al final de su recuento: el hecho de que en nuestra realidad cultural vigente el dolor, el sufrimiento, la aflicción, tienen fin y sentido claro, usualmente identificados con el aprendizaje, con el carácter, incluso con la promesa de recompensa (no necesariamente ultraterrena) que se cristaliza en la adquisición de sabiduría, de experiencia, de ese residuo consolador que, creemos, permanece en el fondo de toda experiencia penosa.

La pregunta quizá sea si de verdad sería viable un mundo sin dolor.

 Wired



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Respuesta  Mensaje 2 de 7 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 02/11/2013 01:22

El pasado es una invención de la memoria: cómo la mente edita los recuerdos

La memoria al repasar un recuerdo edita la realidad y transforma el pasado según el estado del presente: tal que lo que vivimos --siempre incierto, nunca objetivo-- está permanentemente siendo modificado en una construcción dinámica del ser.



Como bien supieron artistas como Marcel Proust o Wallace Stevens, la memoria es una forma de imaginación, y al recordar recreamos lo que vivimos a veces hasta el punto de almacenar recuerdos completamente falsos. Un ejemplo de esto es lo que le ocurrió al famoso escritor y médico Oliver Sacks, quien en su autobiografía relata vívidamente haber experimentado la explosión de una bomba en su patio trasero durante la Segunda Guerra Mundial en Londres. Un recuerdo que su hermano le hizo ver que era falso –o la reconstrucción dramática basada en otro recuerdo en el que ciertamente ninguna bomba explotó. Otro caso interesante es el de publicidad que logra invadir la psique para hacer pensar a los consumidores que una pauta que vieron en realidad es un recuerdo que vivieron, formando de esta forma una complicidad emocional inconsciente con un producto.

En un experimento reciente realizado por psicólogos de Harvard, se pidió a un grupo de voluntarios que se destuvieran dentro de algunas exhibiciones en un museo. Se tomó fotos de estas exhibiciones, las cuales fueron mezcladas con fotos de exhibiciones dentro del mismo museo en las que los participantes no se detuvieron. Luego se les pidió a los voluntarios que vieran estas imágenes y que dijeran que exhibiciones habían visto.  De manera esperada, en algunos casos exhibiciones que no habían sido vistas fueron tomadas como si sí hubieran sido presenciadas. Pero lo más interesante ocurrió en una tercera sesión en la que se volvió a mostrar imágenes; en este caso las exhibiciones no vistas, que ya habían sido recordadas (aunque falsamente) como vistas en la segunda sesión fueron reforzadas y tomadas como verdaderas con mayor asertividad.

Los investigadores sugieren que la memoria es un sistema dinámico modificándose constantemente. Y si la memoria en cierta forma define quiénes somos, entonces nuestro ser es una construcción mental, una obra en progreso. La forma en la que decidimos recordar –consciente o inconscientemente– determina en buena medida cómo afrontamos las situaciones presentes y cómo nos proyectamos hacia el futuro. El acto de almacenar información está influido por nuestras emociones y nuestros deseos; difícilmente es un acto de almacenamiento puro de información –por lo cual el estado mental en el que almacenamos en primera instancia pero también cada vez que recordamos y recreamos esa memoria influye en la “sustancia” misma de la información. Según Jonah Lehrer:

Aunque nos gusta pensar en nuestras memorias como impresiones inmutables, de alguna forma separadas del acto de recordarlas, en realidad no lo están. Una memoria es tan real como la última vez que la recordaste. Lo que es un poco perturbador es que no podemos más que pedir prestadas nuestras memorias de otros lugares, así que el anuncio de televisión que vimos se convierte en nuestro, parte de esa narrativa personal que repetimos y recontamos.

Lo que implica esto es que si acaso un hecho ocurrió de cierta forma, con una realidad objetiva, esta realidad está por siempre comprometida por la memoria humana que proyecta su propia naturaleza psíquica, que mezcla la información con el acto de observar y con todos su archivos (miedos, traumas, ensueños, etc.). De aquí que podamos decir que el pasado es una invención de la memoria, una trama elusiva que se vuelve a tejer con cada mirada en el espejo retrovisor (algo que puede explorarse a mayor profundidad viendo la interesantísima película Mr. Nobody, una reflección cuántica de la memoria y las líneas de tiempo que se bifurcan). Asimismo esto es una muestra de por qué algunas psiocterapias en las que un sujeto revive sus memorias pueden ser tan efectivas, porque efectivamente modifican lo vivido. Por ejemplo, en el sistema de Carlos Castaneda era fundamental realizar una recapitulación de todo lo vivido. Y de una manera menos esotérica, el poder que tiene la mirada de alguien que reflexiona sobre su vida después de haber logrado cierto entendimiento o que lo hace desde un estado de conciencia elevado: desde ese nodo, desde ese alto valle de conciencia, transforma su pasado un poco en cómo es él en ese momento. Desde esa claridad, desde esa apertura, el pasado cobra una nueva luz.  

Todo esto es también altamente estimulante ya que nos permite redimirnos –y vindicarnos de la tiranía de la historia.  Tal vez no fuimos quienes quisieramos haber sido –y por lo tanto nuestra psique es un pesado bául (el pasado) que llevamos a todos lados (en el sentido freudiano de que la infancia y nuestra relación con nuestros padres es destino), quitándonos la mecha de agilidad del presente. Pero por suerte, como si fuéramos el guionista de nuestra propia película, a la manera de Charlie Kaufman, podemos viajar en el tiempo y modificar lo que vivimos, o, lo que es más importante, cómo lo vivimos. También podemos saciar aquella nostalgia de lo que no fuimos (esa sed onírica tan característica de Pessoa), descubriendo que todo sucedió, que tomamos todos los caminos (en esa encrucijada supuestamente definitiva, sendero del estigma).  Saber que la forma en la que miramos lo que sucedió, en la luz del recuerdo, determina cómo existe en nosotros lo sucedido, nos habla de la posibilidad de refundar el mundo. Cada mirada reinventa la realidad y en cada momento podemos refrescarnos hasta el punto de renacer (al menos simbólicamente).


Psyblog


Respuesta  Mensaje 3 de 7 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 02/11/2013 01:25

Inception 2.0: Implante de memorias falsas es una realidad

Investigadores de MIT logran implantar memorias falsas en ratones, abriendo un interesante campo de aplicaciones y usos controversiales.


La realidad del mundo que experimentamos es suficientemente confusa tal como la vivimos. Existen innumerables variables para tomar una decisión o para intentar definir algo como verdadero; nos asimos de nuestra memoria, de aquello que creemos nos sucedió como lo más entrañable, la fibra de nuestro fuero íntimo, casi como una segunda naturaleza.  Anteriormente ya habíamos empezado a dilucidar que esto tiene un factor ilusorio, lo que se conoce como la reconsolidación de la memoria: cada vez que recordamos algo reconstruimos ese recuerdo conforme nuestro estado actual, editamos permanentemente el contenido de nuestra memoria, bajo el filtro de lo que pensamos y sentimos en ese momento. Tal que la memoria es también una reconfiguración perpetua del cariz emocional de lo presente (“La memoria es engañosa porque está teñida por los eventos del hoy”, decía Einstein). Ahora, sin embargo, se abre la posibilidad científicamente funcional de implantar memorias externas completamente falsas.

Investigadores del Instituto Picower del MIT para el Aprendizaje y la Memoria han logrado implantar memorias falsas en ratones utilizando tecnología de activación celular a través de la luz, lo que se conoce como optogenética. En el experimento primero se logró condicionar el comportamiento de los ratones mediante una descarga eléctrica leve recibida al entrar en una cámara; luego al aplicar un mismo pulso de luz en el hipocampo el ratón manifestaba el mismo miedo pese a ya no estar en la misma cámara o recibir la descarga directamente: el miedo era el resultado de la activación de una memoria.

En el nuevo estudio los investigadores colocaron a los roedores en una cámara “A” sin ningún tipo de descarga, y al día siguiente en una cámara “B” en donde se les aplicaba una descarga –pero en el momento de aplicar esta descarga los investigadores usuaron la luz azul para activar las células que codificaron el recuerdo de la cámara “A”. En un tercer día los ratones fueron colocados en la cámara “A” donde no habían recibido descarga y mostraron una parálisis que evidencía  el implante de un recuerdo falso: al entrar en esta cámara vivían el recuerdo de la descarga de la cámara “B” como si hubiera sucedido en la cámara “A”. Las memorias inducidas probaron ser tan fuertes como las memorias falsas.

Las implicaciones de la investigación comprueban lo que ya se sospechaba desde una perspectiva legal. Según el Innocent Project, el 75% de los casos revertidos por pruebas de ADN involucraron testimonios de  testigos oculares, pero en la mayoría de los casos no fue porque estos estuvieran mintiendo, sino porque tenían una memoria falsa. Uno de los casos más famosos, el de la familia McMartin, demostró, después de 7 años de prisión y 15 millones de dólares de gastos legales, que la acusaciones estaban basadas en memorias falsas, posiblemente implantadas por los terapeutas de los niños que supuestamente habían sido abusados.

Un experimento anterior logró manipular el sueño de unos roedores en un laberinto.

Por el momento la optogenética requiere de la implantación de células fotosensibles, no queda del todo claro si en un futuro se podrá realizar un procedimiento de activación celular no invasiva, quizás  frecuencias de onda baja o con ultrasonidos. El proceso de intencionalmente implantar una memoria fasla, quizás para que una persona logre un veredicto de inocencia, o como Inception para lograr manipular a un multimillonario CEO, resulta todavía muy complicado. Pero de cualquier forma se abre un panorama de manipulación y también de sanación traumática que en el futuro seguramente tendrá varias aplicaciones

Alejandro de Pourtales

Pijamasurf


Respuesta  Mensaje 4 de 7 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 02/11/2013 01:27

La publicidad implanta memorias falsas en tu cerebro

Un estudio científico muestra que el marketing es capaz de crear experiencias falsas en nuestro cerebro, llevando la narrativa de un anuncio a la narrativa de nuestros recuerdos


¿Recuerdas ese verano hace ya varios años? La luz del sol hacía medios diamantes en la arena,  una fresca brisa soplaba las hojas de tu libro, en la orilla un grupo de chicas —con las que por suerte habías viajado desde la  gran urbe— jugaba con las olas y se correteaban entre sí por la playa, lanzando un ocasional frisbee que un labrador intentaba interceptar… sus bikinis estilo brasileño relumbraban entre el cielo y el mar. Tu amigo te pasaba una cerveza Sol con un guiño en el ojo y abría la suya con donaire. Esto es lo que se llama la buena vida, pensabas al tomar los primeros tragos de cebada helada…

Sólo que un detalle no encaja con este recuerdo: en esa rústica playa no tenían Sol, sólo llegaban camiones de Tecate, tu amigo no tomaba cerveza y probablemente esas chicas en bikini no iban contigo. En realidad el evento nunca sucedió pero puedes saborear esa cerveza fresca en el presente. Es como si la cervecería hubiera pagado product placement en tu cerebro. ¿Pero entonces de dónde viene esa memoria? Muy posiblemente, de los miles de anuncios de televisión que has visto.

Un nuevo estudio publicado en The Journal of Consumer Research ayuda explicar cómo las estrategias de marketing llegan a implantar memorias que nunca ocurrieron relacionadas con un producto en la mente de los consumidores. Al parecer, vívidos comerciales logran engañar al hipocampo (el centro de memoria de largo plazo en el cerebro) y le hacen creer que lo que acaba de ver en la televisión en realidad sucedió. Creemos que nos sucedió a nosotros en una especie de transpersonalización de los rayos catódicos al lienzo mental.

En un experimento se les presentó a 100 estudiantes un nuevo producto de palomitas de maíz llamado “Orville Redenbacher’s Gourmet Fresh Microwave Popcorn” (un producto que no existe). Luego se les asignó a los estudiantes aleatoriamente diferentes condiciones publicitarias. Algunos vieron anuncios de poco contenido visual que describían el delicioso sabor de este  nuevo alimento. Otros fueron expuestos a comerciales de alto contenido visual en los que vieron todo tipo de personas felices disfrutando de estas palomitas de maíz en su sala. Después de ver la publicidad los estudiantes fueron asignados a una de dos habitaciones. En una de ellas se les hizo un sondeo no relacionado. En la otra se les dio una muestra de estas palomitas de maíz ficticias.

Una semana después a los estudiantes se les examinó a propósito de su memoria sobre el producto. Los estudiantes que vieron los anuncios de poco contenido visual rara vez reportaron haber probado las palomitas de maíz, pero aquellos que vieron los comerciales de alto impacto visual respondieron en varios casos haber probado las palomitas de maíz aunque muchos no lo habían hecho. Y dijeron haber probado las palomitas con un alto grado de aprobación, de forma contundente. La delusión era verosímil: no les gustaban las palomitas porque habían visto un buen anuncio, les gustaban porque tenían un buen sabor.

Los científicos se refieren a esto como “efecto de falsa experiencia”. “Ver el comercial vívido creó una falsa memoria de haber comido las palomitas, pese a que haber comido ese producto no existente habría sido imposible”, escribió el autor del estudio Priyali Rajagopal. “Como resultado, los consumidores deben de estar alertas al procesar comerciales de alto contenido visual”.

Aunque en un principio parece imposible que un estúpido comercial me haga pensar que amo un producto que no he consumido, Johan Lehrer, autor de varios libros de neurociencia, explica esto a través de los que se conoce como reconsolidación de la memoria. La reconsolidación está enraizada en el hecho de que cada vez que recordamos algo lo recreamos, hasta el punto de alterar los detalles neuronales. “Aunque nos gusta pensar en nuestras memorias como impresiones inmutables, de alguna forma separadas del acto de recordarlas, en realidad no lo están. Una memoria es tan real como la última vez que la recordaste. Lo que es un poco perturbador es que no podemos más que pedir prestadas nuestras memorias de otros lugares, así que el anuncio de televisión que vimos se convierte en nuestro, parte de esa narrativa personal que repetimos y recontamos”.

Más allá de lo perturbador —puesto que los publicistas y neuromarketingeros ciertamente saben esto—, lo interesante es que esta información nos revela que la memoria es un proceso incesante, activo y creativo. Es la diferencia entre “Guardar” y “Guardar como”: los archivos se reescriben cada vez que los recordamos. “La gente de marketing”, dice Lehrer, “simplemente es buena en darnos historias que queremos robar”.

Esto nos muestra la naturaleza programable del cerebro, el cual fácilmente puede ser ocupado y dirigido por la propaganda y la publicidad, pero igualmente puede ser codificado hacia un “pasado” deseado, para un “futuro” deseado por ti mismo.  Si bien esto no significa que intentes implantar memorias felices en tu pasado similares a los anuncios de felicidad o de autosuperación que ves en la televisión, para proyectarte en el futuro sobre esa tabula como un tipo genial y exitoso, sí abre la puerta para que limes y sanes tus recuerdos, haciendo las paces, por decirlo de alguna manera, con algunos de ellos, recapitulando y retrotrayendo algunos más a tu desktop con poderosos iconos o sigilos que los propulsen al tálamo de lo que quieres crear.



Respuesta  Mensaje 5 de 7 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 02/11/2013 01:29

¿Quieres reprogramar tu mente y ser feliz? Tienes que saber qué es “la memoria dependiente del estado”

"La memoria dependiente del estado" es probablemente lo más importante que deberías de saber de tu cerebro y seguramente lo más útil. Ser consciente de cómo las memorias, que se convierten en sistemas operativos, se forman según el estado en el que nos encontramos, es el primer paso para editar, reprogramar y transformar nuestra mente


Las condiciones espaciales, fisiológicas y neurales en las que nos encontrábamos cuando primero procesamos cierta información son determinantes en cómo codificamos esa información–es decir, en la formación de una memoria. Esto es importante porque de manera muy básica lo que constituye nuestra personalidad no es más que una asociación de recuerdos, un entrar y salir a ciertos estados mentales que son en suma bloques de memoria, que se presentan (acaso ilusoriamente) como una unidad. Lo que soy en este momento puede considerarse la suma de todas las cosas que he sido, es decir, de todas las memorias que he almacenado, pero de manera más sucinta y específica lo que soy en este momento es la relación entre lo que estoy viviendo en el presente –la música que estoy escuchando, la horas que dormí, los fármacos o la comida que consumí, el ambiente en el que me muevo y los pensamientos que evocan– y las otras veces que he vivido una situación similar (que consumí las mismas sustancias, que me moví por el mismo ambiente, etcétera). Esto es lo que se llama “memoria dependiente del estado”.

¿Alguna vez te ha pasado que cuando bebes alcohol, tomas una droga, estás con cierta persona o escuchas una canción recuerdas algo que de otra forma te era inaccesible? O incluso, ¿que cuando estás con alguien o tomas cierta sustancia entras en un estado mental,  a una faceta de tu personalidad que resulta remota o extraña cuando no te encuentras bajo estas condiciones? Esto se debe a que la memoria, su evocación e implementación de su estado mental relacionado, depende de las condiciones en las que se formó. Al formarse, la memoria cobra una especie de neurosello distintivo, un “cóctel de neurortransmisores de la casa“:

Normalmente en la formación de la memoria el patrón específico de excitación presente en el cerebro en el momento del aprendizaje se vuelve un componente integral de la información almacenada. La representación neural de este patrón específico de excitación depende del patrón de actividad generado por los sistemas de acetilcolina, catecolamina y serotonina. Es este estado idiosincrático de patrón cerebral único, presente en el momento de la formación de la memoria, que debe de ser reproducido, o al menos aproximado, en el momento del recuerdo para que la información almacenada sea elaborada.(Zornetzner, S.F.)

Los terapeutas e hipnotistas Milton Erikson y Ernest Lawrence Rossi, autoridades en la investigación de la “memoria dependiente del estado”, documentan casos en los que se vuelve patente que la memoria está ligada a un estado neural específico. En uno de ellos un grupo de voluntarios que estudió para un examen bajo los efectos del alcohol obtuvo mejores resultados cuando presentó el examen bajo los mismos efectos, a diferencia de cuando lo hizo sobrio. Otro estudio mostró que si bien la cafeína permite que estudiantes pasen más tiempo memorizando el material de un examen, al menos de que se presente ese examen en un estado cafeínico similar, el tiempo de estudio no suele mejorar su memoria.

Un caso típico para entender la memoria dependiente del estado es aquel en el que de repente nos encontramos en la cocina sin saber para qué hemos ido ahí (brevísmos vórtices interdimensionales de la sinapsis). Una breve amnesia nos posee y tenemos que tomar un tiempo para recordar qué era lo que queríamos, a veces regresar al lugar donde estábamos antes. Esto suele ser consecuencia de que antes de entrar a la cocina estábamos en la computadora, escuchando música sentados. Al entrar a la cocina una serie de factores cambiaron: la luz, nuestra postura, nuestro ritmo cardíaco, nuestra respiración el sonido, etc… todos los cuales están ligados a una cierta fase de memoria. (Se ha demostrado que, por ejemplo, una postura anatómica abierta, expansiva –ejemplo de dominación entre los mamíferos–, inmediatamente reduce el nivel de cortisol e incrementa la testosterona, cambiando evidentemente nuestro estado mental). (No es del todo descabellado pensar que para recordar cierto poema debemos de pararnos de puntas y tocarnos la oreja). Phillip Farber, en su libro Brain Magick, nos recomienda un ejercicio práctico para familiarizarnos con esto: después de despertarte intenta recordar tus sueños exactamente en la posición en la que te encontrabas cuando dormías; otro día levántate inmediatamente después de que te despertaste e intenta recordar tus sueños sentado en una silla. ¿Cuál es la diferencia?

Lo anterior nos ayuda a entender cómo el proceso de codificación de información ocurre, de manera permanente, y siempre ligado al estado en el que nos encontramos. La memoria es el pegamento de nuestra existencia, mayormente entrópica, y en sus nodos conectivos: la determinación de cómo experimentamos esa existencia. Ernest Lawrence Rossi escribe:

La naturaleza fundamental de toda experiencia fenomenológica es dependiente-al-estado. La aparente continuidad de la conciencia que existe en la vida cotidiana es en realidad una ilusión precaria hecha posible por las conexiones asociativas que existen entre pedazos de conversaciones y la orientación de nuestras tareas, etc. Todos hemos experimentado las amnesias instantáneas que ocurren cuando nos vamos demasiado por una vía tangente por lo que “perdemos el hilo del pensamiento” o “olvidamos lo que ibamos a hacer”, etc. Sin estos puentes asociativos que conectan los flujos mentales, la conciencia se desmoronaría en una serie de estados discretos con poca contigüidad como resulta aparente en nuestra vida onírica.


Respuesta  Mensaje 6 de 7 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 02/11/2013 01:30
Trauma, Hipnosis y Dependencia

La memoria dependiente del estado es uno de los rasgos característicos de la hipnosis, una vez que una persona deja de estar hipnotizada no recuerda lo que le sucedió durante ese estado de “trance”, pero cuando vuelve a ser hipnotizada suele recordarlo. En el caso de la hipnosis, también llamada amnesia reversible, se hace claramente notable el nivel de disociación presente entre nuestra mente inconsciente y nuestra mente consciente. Pero esta disociación ocurre ordinariamente creando un bloque que separa la mente consciente de la mente inconsciente y que separa también a cada estado mental, con sus particulares características neurológicas, de cada otro estado mental, con sus diferentes características neurológicas. La memoria es una forma moderada y socialmente aceptada de la posesión (la información, sugería McLuhan, es espíritu).

El uso terapéutico de la hipnosis tiene como fin revertir el cerebro al estado en el que se formó el trauma para resignificar el evento traumático y reconsolidar una nueva memoria. Esto es lo que se conoce como “resíntesis interna”, en palabras de Milton Erikson, el padre de la hipnosis moderna. El trauma es un momento de hipnosis espontánea, cuando se detona cierto estrés un individuo regresa a través de la memoria a un momento previo de gran estrés. Cuando estamos deprimidos regresamos a otros momentos en los que hemos estado deprimidos, evocando situaciones similares, conectando memorias: la depresión tiene un fuerte componente de obsesión, es un aspecto de un diálogo interno que se narra a sí mismo un pasado recurrente. Inmodificable en tanto no evoquemos otro modelo de memoria operativa.

La memoria dependiente del estado es una de las principales razones por las cuales nos volvemos dependientes a ciertas sustancias, las cuales en realidad no son adictivas fisiológicamente. Muchas veces usamos ciertas sustancias para detonar procesos creativos, para tener sexo, para socializar o para evitar ciertas sensaciones desagradables. El problema, por ejemplo, de utilizar la marihuana para escribir (o el tabaco, en mi caso, en este preciso momento) es que nuestra mente asocia la creatividad y el flujo de pensamiento propio de un estado que favorece la escritura con el consumo de una sustancia y las características neurológicas que emergen. Esto hace que el aprendizaje que hemos logrado al poner en práctica el “modo mental de escritura” y las memorias que hemos formado, ciertas palabras o construcciones verbales, quizás una cierta agilidad verbal asociativa o incluso un ritmo (“los mejores momentos de nuestra historia escribiendo”), nos sean mucho más fáciles de acceder cuando estamos fumando marihuana (a veces acompañada de un tipo de música o de algún otro factor ambiental) –y en algunos casos, si no estamos utilizando esa sustancia simplemente no podemos acceder a ese modo mental y a todas las memorias (operandi) que conlleva.

Ernest Lawrence Rossi teoriza que momentos de alto estrés y shock, al mismo tiempo codificando estas experiencias e impidiendo el funcionamiento de mecanismos de adaptación apropiados, llevan a “la génesis de muchas de las disfunciones de mente-cuerpo, típicamente llamadas problemas psicosomáticos”. Un momento de gran estrés puede ser el origen de una enfermedad; una enfermedad puede ser el recuerdo inconsciente de un momento de estrés, que la mente y el sistema endócrino convierten en un mecanismo de defensa repetitivo, pese a que la amenaza o el estímulo para la reacción ya no se encuentra ahí, de esta manera desgastando el sistema inmunológico. Es particularmente cruel este mecanismo, nos agazapamos en nosotros mismos, cerrándonos al mundo, generando cortisol y noradrenalina, porque así aprendimos a defendernos, pero justamente esta acción es la que sigue lastimándonos. Proyectamos una película psicoconductual, como a la que sometían los agentes a Alex Dellarge en la película Naranja Mecánica, pero, a diferencia del legendario droogie, nadie nos obliga a observar esa lacerante cinta. Somos nosotros mismos los que dirigimos las imágenes, proyectando nuestra memoria y confundiéndola con una implacable e inalterable realidad actual.

El poder de la hipnosis para sanar experiencias traumáticas tiene que ver con la capacidad de colocarnos en un estado de conciencia alterado –algo que también podría decirse de sustancias psicodélicas como la ayahuasca– en el que revivimos una memoria con gran intensidad, hasta el punto de que algunos sujetos presentan condiciones fisiológicas casi idénticas a las que vivieron cuando se formó la memoria. Al entrar en un estado de relajación profunda podemos suprimir los estímulos externos que nos distraen e impiden concentrar en un substrato de información específica; al penetrar la profundidad de nuestra mente inconsciente accedemos a una cantidad de información descomunal, que nos sugiere que el cerebro humano es un poderoso aparato de grabación (algunos sujetos bajo hipnosis llegan a recordar grandes cantidades de datos o pueden describir minuciosamente un evento que sucedió hace décadas). Es la labor del hipnotista reprogramar esa memoria, resignificarla y así liberar al sujeto de la carga que arrastra la experiencia. No puede hacer esto sin que antes el sujeto sea capaz de recordar esa experiencia. Al revivirla el sujeto puede vivir otra experiencia muy distinta  y quedarse con una nueva impronta (como bien saben los historiadores, el pasado siempre se puede modificar, especialmente cuando hay un nuevo vencedor).



Respuesta  Mensaje 7 de 7 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 02/11/2013 01:32
Memoria, Magia y Felicidad

Si bien la memoria y las características de su formación tienen una cualidad determinante en cómo nos conducimos, hasta el punto de que puede ser un precondicionamiento casi fatídico (la infancia es destino, se dice), lo mismo puede usarse para programar nuestro cerebro para obtener beneficios, como pueden ser estados mentales de gran conciencia y felicidad. Como descubrieron algunos psiconautas como Tim Leary y John Lilly, el cerebro humano en muchos aspectos se comporta como una computadora, albergando programas mentales o biosoftwares. Lo que nos define, al menos en el calor del momento, es la memoria que tenemos operando. Y si bien es prácticamente imposible controlar todas las condiciones externas que detonan ciertas memorias, con un poco de disciplina es posible editar nuestras memorias, limpiar nuestros discos duros y actualizar el contenido de nuestra biocomputadora para que los estados que se suceden evoquen memorias felices, creativas y de menor estrés –y tener una mayor cantidad de RAM disponible, una mayor ligereza funcional. Como suele ser el principio rector en todo trabajo psicoanalítico, el primer paso tiene que ver con hacer conscientes nuestras memorias traumáticas, las improntas y complejos formados durante ciertos estados mentales. (“Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino”, escribió Jung, un destino que somete a nuestra voluntad).Una vez que descubrimos que la sensación de depresión que nos oprime en realidad es el resultado de una serie de condiciones –actos, sustancias, personas, ambientes– que detonan un conjunto de memorias, nos es más fácil distanciarnos de esta sensación. Por una parte podemos soltarnos y relajarnos cuando sabemos  que no necesariamente somos nosotros los que estamos deprimidos o somos depresivos, sino que la depresión es algo que nos sucede cuando hacemos o experimentamos ciertas cosas (y así yo no soy esa depresión o ese estado mental). Y entonces podemos escoger sentir esa depresión, como una sensación más, sin apretar demasiado o asfixiarnos, para que fluya y cumpla su curso natural o cambiar las cosas que la producen. Por otro lado podemos empezar a resignificar y transformar esa memoria para que ya no genere el mismo efecto –a “recablear” nuestro cerebro y formar loops de retroalimentación positiva.

En realidad, lo que nos sucedió no es algo que existe de manera objetiva e inmutable, su existencia está dada por la forma en la que lo recordamos. La negatividad de un fenómeno, su estrés, su herida, existe en tanto que tenemos una impronta que la asocia negativamente. El factor que tiene mayor influencia en la cualidad asociada a un evento o fenómeno es la última vez que evocamos esa memoria. Si reforzamos (o en algunos casos debilitamos) una memoria recordándola de una manera distinta consistentemente podemos modificarla casi en su totalidad (recordar es sinónimo de recablear). Así podemos afirmar, asimilar y aceptar algo que nos dolió mucho y hacernos menos susceptibles no sólo a esos estados que detonan ciertas memorias (que ya son otras) sino también a nuevos estados que podrían tener un alto potencial de estrés. La clave parece ser tener conciencia de que nuestro organismo es un ente que constantemente está formando memorias (todo está siendo grabado) y que más importante que lo que nos sucede es cómo codificamos aquello que nos sucede. “La experiencia no es lo que te sucede, es lo que haces con lo que te sucede”, decía Aldous Huxley. Entramos aquí a la dimensión de la memoria activa, conciencia programativa, a la velocidad del instante: meditación en movimiento de la realidad como una construcción perenne en co-elaboración entre nuestra mente y los fenómenos que experimentamos. Se abre la posibilidad de una profunda liberación, ya no somos víctimas de lo que nos sucede (lo cual es incontrolable): la memoria también depende de nuestra voluntad. Nos convertimos en cirujanos de nuestro inconsciente, reescribimos nuestra sombra, y al hacerlo nos permitimos la posibilidad de la magia: que nuestras intenciones, que la información que entretenemos en nuestra mente pueda hacer lo que queremos que haga. From bit to it.

Imagina que estás haciendo algo, especialmente algo que te cuesta mucho trabajo. ¿Puedes notar cómo al hacerlo se instala una memoria, un sistema operativo, relacionado a las otras veces que haz hecho ese mismo acto y en las que has fallado? Si logras detectar el surgimiento de ese recuerdo, que es un algoritmo, un procedimiento, puedes decidir simplemente no correrlo…utilizar otro, evocar un recuerdo de otra situación en la que lograste resolver algo complejo. Seguramente, entonces, estarás generando los neurotransmisores que favorecen la realización de ese trabajo (beneficiándote de tus mejores settings). El aprendizaje, ligado indisociablemente a la memoria, también es dependiente del estado. 

Phillip Farber en su libro Brain Magick, sobre ejercicios de magia, invocación y reprogramación, sugiere que ya que cada estado mental-mnemónico tiene una base de datos asociada, debemos explorar nuevos estados “los cuales pueden revelar información oculta”, un nuevo arrecife coral de data rutilante debajo de nuestros ojos. El practicante de magia se sirve de explorar de manera empírica la mayor cantidad de estados mentales a los que pueda someterse de manera consciente, intentando no formar apegos, desde la perspectiva del observador, para así conocer la amplitud del espectro de su mente y posiblemente descubrir habilidades insospechadas.

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La felicidad, o al menos un bienestar predominante, puede ser cableada al cerebro. Cualquier cosa, en realidad, puede ser programada –siempre que haya suficiente espacio en la memoria. “Las neuronas que se encienden juntas, permanecerán conectadas” (en inglés la frase es mejor: “neurons that fire together, wire together”). Este es el adagio de la neurociencia que sintetiza la memoria dependiente del estado. “Es un dicho clásico, aceptado ampliamente porque es verdadero”, dice el neuropsicólogo Rick Hanson, autor de Hardwiring Happiness: The New Brain Science Of Contentment, Calm and Confidence. Entre más tiempo las neuronas se enciendan, entre más de ellas se enciendan, y lo hagan con más intensidad, más se cableará esa fuerza interior –esa felicidad, gratitud, esa sensación de confianza, de éxito, de sentirse amado y amable”. Hanson señala que no pasamos el suficiente tiempo disfrutando y  codificando las experiencias positivas para que se impriman en nuestra estructura neural –cuando investigaciones muestran, por ejemplo, que las relaciones duraderas requieren de un promedio de cinco veces más interacciones positivas que negativas para cimentarse. El cerebro está acostumbrado a buscar amenazas para sobrevivir y defenderse. “Merodear y detenerse en lo positivo mejora la codificación de estados mentales pasajeros en características neurales duraderas… La clave aquí es: estamos tratando de hacer que las cosas buenas entren en nosotros. Y esto sigifica convertir las experiencias positivas que se suceden en memorias emocionales duraderas”. En otras palabras, no sólo te comas el chocolate que te gusta,  saborea el chocolate y permanece unos segundos disfrutando ese aftertaste, que puede ser la inscripción de una memoria en tu código… y el inicio, el diablo-dios está en los detalles, de una vida feliz.

Hanson señala que existen investigaciones científicas que sustenan su teoría de la felicidad como un reforzamiento de la memoria positiva. Y esta misma técnica es la más usada en la programación neurolingüística donde se suele pedir a las personas que viajen a “su lugar feliz” y se llenen de él. Resulta quizás un poco simplista –en el tenor de piensa positivo y sé feliz–, cargado de un reduccionismo moral que divide toda experiencia en buena o mala. Algunos de nosotros quisiéramos también probar largamente experiencias de otros colores, sabores grises o contenidos emocionales inclasificables, abstractos y de alta complejidad. De cualquier forma, de la mano de la conciencia de la memoria como dependiente del estado, tenemos una base teórica y una técnica para poder poner en práctica una serie de recursos de autoprogramación. Quizás más importante que la utópica felicidad –los helados de vainilla con topping de cereza o las sonrisas infinitas– es saber por qué somos así. “Feliz quien conoce las causas invisibles”, escribió el poeta Virgilio. La mayoría de esas causas invisibles están en nuestra mente inconsciente. Para conocerlas sólo hay que saber recordar. 

Alejandro de Pourtales

Pijamasurf



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