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Ciencia: ¿Qué es la inteligencia… extraterrestre?
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De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 10/04/2014 04:47

Sir Martin John Rees es uno de los astrofísicos más notables del planeta. Fue  presidente de la Royal Society de Londres entre 2005 y 2010, rector del Trinity College de Cambridge entre 2004 y 2012 y, desde 1995, ejerce como astrónomo real de la Reina de Inglaterra, un título honorario al gusto de la alta aristocracia británica que lo convierte en consejero personal de Isabel II en asuntos científicos relacionados con el cosmos.

En 2010, nuestro Sir dejó su huella en el primer congreso que la academia británica celebraba en torno a la vida extraterrestre inteligente al hacer unas intrigantes declaraciones –el tipo es intrigante por naturaleza—: “Podrían estar observándonos cara a cara y no los reconoceríamos”.

Rees reflexionaba entonces sobre el error que es buscar vida más allá de la Tierra dando por sentado que ha de basarse en nuestra interpretación del mundo y nuestro conocimiento de la tecnología:

Sospecho que podría haber vida e inteligencia ahí fuera en formas que nos resultan inconcebibles. Igual que un chimpancé no puede entender la teoría cuántica, podría haber aspectos de la realidad que se escapan a las capacidades de nuestro cerebro.

Estas ideas eran las mismas que, por las mismas fechas, recogía otro astrofísico, Paul Davies, en su libro Un silencio inquietante, del que ya hemos hablado en una ocasión anterior en relación a la nueva iniciativa del proyecto SETI para ampliar su búsqueda a la Inteligencia Artificial Extraterrestre. Reproduciendo un extracto del mismo:

Sin unas mentes preparadas por los antecedentes culturales de la filosofía griega y el monoteísmo (o algo parecido), en particular la idea abstracta de un sistema de leyes matemáticas ocultas, tal vez la ciencia, tal como la conocemos, nunca hubiera emergido”, dice Davies. Son muchos los factores circunstanciales que determinan el nacimiento del método científico moderno, y no necesariamente los mejores.

Nuestro nivel máximo de manipulación se basa en la electrónica y en las comunicaciones nacidas de la manipulación electromagnética. Pero no es la única tecnología posible. Los alienígenas podrían estar manejando la información del universo de manera incomprensible para nosotros, pues no podríamos imaginar la “máquina” usada para ello.

Ahora, un nuevo estudio relacionado con las distintas posibilidades de inteligencia en la Tierra ha servido para ampliar el horizonte de la búsqueda, hasta el punto de que la Revista de Astrobiología de la NASA se ha hecho eco del mismo.

Se denomina COMPLEX (COmplexity of Markers for Profiling Life in EXobiology) y propone un modelo de posible inteligencia extraterrestre a partir de la comparación de las distintas formas de comportamiento no humanas de nuestro planeta, desde microbios a la inteligencia artificial. Se pretende, así, ir más allá del rango al que tradicionalmente se han reducido los estudios sobre la inteligencia de los no homínidos: delfines, ballenas, elefantes y córvidos; estudios que normalmente han quedado reducidos a una comparación con los estándares humanos.

Estos animales han demostrado que el ser humano debe renunciar a la exclusividad del concepto de inteligencia, dice Denise Herzing, creadora de COMPLEX, cuyos estudios sobre delfines la han llevado a relacionar la inteligencia, en cuanto conjunto de capacidades para sobrevivir a un ambiente dado, con la estructura corporal específica de cada especie, de modo que una criatura sin extremidades, por ejemplo, desarrollará un procedimiento muy distinto al nuestro para fabricar las herramientas que le permitan abrirse paso en el camino de la Evolución.

En este sentido, continúa Herzing, la ingeniería de un termitero, con controles de la temperatura en el interior, sistemas de ventilación o zonas de cultivo de hongos, no es algo que deba ser menospreciado. Estos insectos sociales, al igual que las abejas, son incapaces como individuos, pero su “mente  colectiva” deriva en logros increíbles. Según Herzing:

Algún día seremos capaces de vernos como una especie más de tantas que ha desarrollado un puñado de especialidades, como lenguaje oral y manipulación de objetos, en lugar de considerarnos la única especie inteligente porque creemos que poseer un lenguaje es lo inteligente.

El proyecto COMPLEX se interesará por otros aspectos relacionados con el procesamiento de la información, centrándose en cinco fuentes con que redefinir el concepto de inteligencia: delfines, pulpos, abejas, microbios y máquinas. Los atributos que destacan en cada uno de ellos son la comunicación compleja de los delfines, el aprendizaje asociativo de los pulpos, la danza de las abejas para indicar localizaciones concretas a sus compañeras, la capacidad de los microbios para trabajar en beneficio de la comunidad, y el poder computacional de las máquinas.

La idea es aprender a distinguir la inteligencia sobre la Tierra para así poder atisbarla en el espacio exterior sin caer en los actuales reduccionismos de una mirada antropocéntrica.

La pregunta inevitable es: ¿seremos lo suficientemente inteligentes para lograrlo?

Erraticario



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De: Marti2 Enviado: 10/04/2014 04:51
Uno de los argumentos tradicionales de la física para defender que la vida en la Tierra es única se basa en que las estrellas capaces de producir la cantidad suficiente de metales para que se crearan los primeros planetas tardaron su tiempo en formarse, de modo que el Sol sería de las primeras estrellas con los requisitos necesarios y, por tanto, la vida terrestre habría surgido cuando apenas el Universo permitía que ello fuera posible. Así, seríamos de los primeros, si no los únicos.

Pero las cosas han cambiado un pelín entre 2011 y 2012. Aunque, como siempre, el paradigma viejo, por muy desfasado que esté, permanece y sigue conformando la manera de ver las cosas. Quizás porque sencillamente resulta más cómodo y menos problemático.

Ahora se sabe que la existencia de planetas rocosos es ajena a las características de la estrella que los acoge en su sistema. Si hasta ahora se consideraba que ésta debía ser rica en metales, parece ser que tal requisito sólo es necesario para la formación de planetas gigantes, así que el abanico cósmico de lugares propicios se ha multiplicado considerablemente. En un estudio publicado en junio de 2012 a partir de los datos de la misión Kepler de la NASA, los científicos descubrieron que los planetas pequeños como la Tierra se pudieron formar en entornos mucho más amplios.

Lars A. Buchhave, astrofísico del Instituto Niels Bohr, el Centro de Formación Estelar y Planetaria de la Universidad de Copenhague y autor principal del estudio, comentó: «Deseaba investigar si los planetas pequeños precisaban hallarse en un entorno especial para formarse tal y como ocurre con los gigantes de gas, de los que se sabe que suelen desarrollarse en entornos con una concentración elevada de elementos pesados. Este estudio muestra que en el caso de los planetas pequeños no existen “preferencias” y pueden formarse alrededor de estrellas con una amplia gama de contenido metálico pesado, incluso de estrellas con tan sólo un 25 % de la metalicidad del Sol.» En el estudio se señala que en estas condiciones se pueden generar planetas de hasta cuatro veces el tamaño de la Tierra.

(Fuente: cordis.europa.eu)

Cuando la metalicidad ya no es un problema tan grande, la posibilidad de encontrar planetas habitables aumenta no sólo en el espacio, sino en el tiempo. Así, ahora se admite que los primeros planetas pudieron haberse formado hace 8.000 millones de años cuando menos o, extendiendo el margen a su límite, incluso hace 12.000 millones de años, cuando los primeros procesos estelares de fusión y expansión de elementos pesados tras las primeras supernovas hicieron que los metales comenzaran a tener una presencia mínima pero suficiente como para formar planetas rocosos, los cuales habrían orbitado en torno a enanas rojas con una prolongada existencia por delante. Esto significa que habrían existido planetas dos y casi tres veces más antiguos que los del Sistema Solar, cuya formación se remonta a “tan sólo” 4.500 millones de años.

planetas errantesMás aún, el abanico se abre de forma impensable si se tiene en cuenta que es posible considerar incluso la existencia de planetas ajenos a los sistemas estelares al uso, como podrían ser posibles compañeros de enanas marrones, díficiles de descubrir a causa de la mínima radiación lumínica de estas estrellas fallidas, pero capaces de proporcionar el ambiente propicio en una formación de distancias cortas:

La comunidad científica suponía que los granos de las regiones exteriores que rodean una enana marrón un objeto parecido a las estrellas, pero demasiado pequeño para brillar como ellas– no podían crecer ni crear planetas debido a la dispersión de los discos donde se encuentran, además de que las partículas se moverían demasiado rápido como para unirse al colisionar.

Pero según las observaciones del conjunto de telescopios Atacama Large Millimeter/submillimeter Array(ALMA), en Chile, ese planteamiento no es correcto y los granos podrían llegar a formar planetas rocosos.

Hasta ahora se creía que este tipo de planetas se forman a través de las colisiones aleatorias y la unión de lo que, en un principio, serían partículas microscópicas del disco de material que rodea a las estrellas. Este diminuto material, conocido como polvo cósmico, es parecido al hollín o a granos de arena muy fina

Además, las teorías predominantes afirman que, en el entorno de las enanas marrones, cualquier grano que quisiera formarse se movería con rapidez hacia la enana marrón, desapareciendo de las partes exteriores del disco en las que podrían detectarse.

“Nos sorprendió muchísimo encontrar granos de tamaño milimétrico en ese disco delgado y pequeño,” dice Luca Ricci, del Instituto Tecnológico de California (EE.UU.), quien lidera un equipo de astrónomos con sedes en EEUU, Europa y Chile.

“Tendremos que cambiar nuestras suposiciones sobre las condiciones necesarias para el crecimiento de sólidos”

“En las frías regiones exteriores del disco que rodea a la enana marrón no deberían formarse granos sólidos de ese tamaño, pero parece que se forman. No estamos seguros de que puedan desarrollarse planetas rocosos completos, o de si ya ha ocurrido antes, pero estamos viendo los primeros pasos, de manera que tendremos que cambiar nuestras suposiciones sobre las condiciones que se requieren para el crecimiento de sólidos”, afirma.

(Fuente: Agencia SINC)

Una idea que se afianza tras haberse confirmado que existen planetas errantes y que su número, ateniéndonos únicamente a la Via Láctea, podría ascender a unos cuantos cientos de miles de millones.

Rizando el rizo, los planetas errantes también podrían ser capturados por sistemas estelares y pasar a convertirse en parte de los mismos, de forma que la búsqueda de regiones con estrellas capaces de haber producido los metales necesarios pasaría a segundo plano.

Finalmente, y como anécdota complementaria a todo lo expuesto, el proceso de formación de vida en el universo también ha dado sus sorpresas en 2012 y algunas informaciones interesantes han quedado esparcidas en varios artículos de este blog.

Por no hablar, finalmente, de ese estudio sobre dinosauroides en algún lugar de la Galaxia

Todo ello no hace más que complicar la paradoja de Fermi, pues ante mayores posibilidades de vida inteligente, la pregunta sobre dónde se esconden las civilizaciones avanzadas aumenta la contradicción.

La paradoja de Fermi es la contradicción entre las estimaciones de una alta probabilidad de que existan civilizaciones inteligentes en el universo y la falta de evidencia de dichas civilizaciones. De ella se deriva la idea comúnmente aceptada de que si realmente existieran, deberíamos tener noticias de su realidad y, puesto que no la tenemos, no existen.

Aceptando por un rato –lo más breve posible, puesto que podría afectar peligrosamente los ya de por sí bajos niveles de sensatez en el inconsciente colectivo humano— que no hay evidencias de contacto extraterrestre alguno ni ahora ni nunca en el pasado, surge la duda de si realmente es apropiado preguntarse por qué no sabemos nada de inteligencias superiores.

Para la escritora de ciencia ficción Sarah Newton, esta cuestión es una equivocación surgida de la falta de humildad de esta nuestra especie. Según ella, la pregunta clave sería, por el contrario, cuánto nos falta por evolucionar para que alguien considere oportuno establecer un contacto abierto con los habitantes de un planeta cuya inteligencia presuntamente más evolucionada, el homo sapiens, apenas cuenta con medio millón de años.

Reflexiona el periodista científico Keith Cooper:

Uno de los argumentos favoritos en contra de la paradoja de Fermi era que se necesita tiempo para alcanzar el límite de metalicidad, lo que supone que el Sol sería una de las primeras estrellas con el nivel requerido y que, por tanto, la Tierra sería uno de los primeros planetas con vida. Ahora vemos que los planetas y la vida pudieron surgir en prácticamente cualquier punto de la historia cósmica, lo que socava este argumento en contra y nos obliga a preguntarnos una vez más: ¿dónde está todo el mundo? Si la vida aparece por primera vez en planetas hace entre doce y trece mil millones de años, entonces las civilizaciones inteligentes (si es que han sobrevivido todo este tiempo) estarán ahora miles de millones de años por delante de nosotros y sus preocupaciones ya no son las de los acontecimientos en una bola de barro húmeda en alguna parte de las interioridades de la galaxia. Quizás civilizaciones que son muchos miles de millones de años más antiguas emplean su tiempo desviando la energía de los agujeros negros o viviendo dentro de Esferas de Dyson.

(Fuente: Astrobiology)

A ver… si la vida hubiera sido posible hace 12.000 millones de años, las civilizaciones capaces de haber sobrevivido nos llevarían varios miles de millones de años de ventaja. Se dice pronto. En este marco cobra especial fuerza la escala de civilizaciones para contrarrestar la paradoja de Fermi.

En 1964, el astrofísico ruso Nicolai Kardashev teorizó que las posibles civilizaciones avanzadas que existan ahí fuera deben estar agrupadas de acuerdo a tres tipos, según las formas de energía que dominen y exploten: I, planetaria; II, estelar y III, galáctica. Kardashev calculó que el consumo de energía de estos tres tipos de civilización estarían separados por un factor de muchos miles de millones.

lostalienworld67Se trata de un método de clasificación que ha llegado hasta nuestros días bajo el nombre de “escala de Kardashev” y que ha sido perpetuado en el tiempo por grandes divulgadores como Carl Salgan y, ahora, por el físico y divulgador Michio Kaku, el cual lo ha puesto al día con los últimos grandes avances que permite la física teórica, tales como agujeros de gusano, teleportación cuántica, viajes espaciales, nanotecnología, etc.

1. Civilizaciones tipo I: las que recogen la potencia planetaria, utilizando toda la luz solar que incide en su planeta. Pueden, quizá, aprovechar el poder de los volcanes, manipular el clima, controlar los terremotos y construir ciudades en el océano. Toda la potencia planetaria está bajo su control.

2. Civilizaciones tipo II: las que pueden utilizar toda la potencia de su sol, lo que las hace 10.000 millones de veces más poderosas que una civilización de tipo I. La Federación de Planetas en Star Trek es una civilización de tipo II. En cierto sentido, este tipo de civilización es inmortal; nada conocido en la ciencia, como las eras glaciales, impactos de meteoritos o incluso supernovas, puede destruirla. (En el caso en que su estrella madre esté a punto de explotar, estos seres pueden moverse a otro sistema estelar, o quizá incluso mover su planeta hogar).

3. Civilizaciones tipo III: las que pueden utilizar la potencia de toda una galaxia. Son 10.000 millones de veces más poderosas que una civilización tipo II. Los borg en Star Trek, el Imperio en La guerra de las galaxias y la civilización galáctica en la serie Fundación de Asimov corresponden a una civilización tipo III. Ellas han colonizado miles de millones de sistemas estelares y pueden explotar la potencia del agujero negro en el centro de su galaxia. Circulan libremente por las calles espaciales de la galaxia.

(Kaku, Física de lo imposible)

Una civilización de tipo III, por ejemplo, sería capaz de dominar el tejido espaciotemporal a su antojo, no sólo para viajar libremente y aprovechar toda la energía disponible en el Cosmos, sino incluso para crear sus universos propios a la manera de universos paralelos. Los dioses en su estado puro, ni más ni menos.

Los terrícolas seríamos una civilización de tipo 0, fuera de la escala.  Derivamos nuestra energía no del aprovechamiento de fuerzas globales sino de la combustión de materia muerta como petróleo y carbón y aún no hemos desarrollado una conciencia planetaria. Según el físico Freeman Dyson, del Instituto para Estudios Avanzados de Princeton, deberíamos alcanzar la situación de Tipo I en un plazo no mayor de 200 años si queremos sobrevivir.

Y es que, por definición, una civilización avanzada debe crecer más rápido que la frecuencia de catástrofes que amenacen la vida, tales como las señaladas por Michio Kaku en The physics of Extraterrestrial Civilization:

  • El impacto de un gran meteorito o cometa tiene lugar una vez cada pocos miles de años, una civilización de tipo I debe dominar el viaje espacial para desviar los escombros en un marco de tiempo que no suponga un problema.
  • Las glaciaciones tienen lugar en una escala temporal de decenas de miles de años, por lo que una civilización de tipo I debe aprender a modificar el clima dentro de este marco temporal.
  • Las catástrofes artificiales e internas deben ser también tenidas en cuenta. Pero el problema de la contaminación global es solo una amenaza mortal para una civilización de tipo 0. Una civilización de Tipo I que ha vivido durante varios milenios como civilización planetaria necesariamente lleva a cabo un equilibrio planetario a nivel ecológico.

Esto significa que el tránsito de una civilización de tipo 0 como la nuestra a tipo I no está garantizado. Ello se debe a que esta es la fase en que hay que superar el sectarismo y la falta de conciencia colectiva, lo cual exige una evolución moral que acompañe al desarrollo tecnológico. De lo contrario,  una civilización que llega a un punto determinado de evolución se extermina a sí misma.

Dicho todo esto, el primer paso que se me antoja en esto de los niveles de evolución es contestar con sinceridad a la paradoja de Fermi:

¿Por qué no sabemos nada de ellos? Porque no quieren.

¿Por qué no encontramos evidencias de su paso por estos lares? Porque no queremos.

¿Dónde se esconden? Ah… quizás demasiado cerca para descubrirlos con telescopios…

Alcanzada la humildad, vendrá eso de la conciencia…


Erraticario




Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 10/04/2014 04:53
El cambio de criterios científicos en cuanto a la existencia de vida más allá de nuestro planeta, una vez que los estudios más recientes han establecido que los lugares y tiempos para la aparición de seres vivos son mucho más amplios de lo que se pensaba –prácticamente en cualquier parte y desde hace 8.000 millones de años, como mínimo—, se citaba al periodista de asuntos de ciencia Keith Cooper:

Uno de los argumentos favoritos en contra de la paradoja de Fermi era que se necesita tiempo para alcanzar el límite de metalicidad, lo que supone que el Sol sería una de las primeras estrellas con el nivel requerido y que, por tanto, la Tierra sería uno de los primeros planetas con vida. Ahora vemos que los planetas y la vida pudieron surgir en prácticamente cualquier punto de la historia cósmica, lo que socava este argumento en contra y nos obliga a preguntarnos una vez más: ¿dónde está todo el mundo? Si la vida aparece por primera vez en planetas hace entre doce y trece mil millones de años, entonces las civilizaciones inteligentes (si es que han sobrevivido todo este tiempo) estarán ahora miles de millones de años por delante de nosotros y sus preocupaciones ya no son las de los acontecimientos en una bola de barro húmeda en alguna parte de las interioridades de la galaxia. Quizás civilizaciones que son muchos miles de millones de años más antiguas emplean su tiempo desviando la energía de los agujeros negros o viviendo dentro de Esferas de Dyson.

(Fuente: Astrobiology)

La paradoja de Fermi es la contradicción entre las estimaciones de una alta probabilidad de que existan civilizaciones inteligentes en el universo y la falta de evidencia de dichas civilizaciones. De ella se deriva la idea comúnmente aceptada de que si realmente existieran, deberíamos tener noticias de su realidad y, puesto que no la tenemos, no existen.

Y, puesto que el objetivo de este artículo es hacerse eco de los últimos chismes de la astrobiología “seria”, obviaremos todo asunto relacionado con instalaciones del tipo “Área 51′ y aceptaremos que ningún gobierno ni órgano de poder superior y secreto –si es que lo hubiera o hubiese— ha tenido tratos, jamás de los jamases, con seres venidos de allende o aquende el Sistema Solar.

Dicho lo cual, y sumidos en la ignorancia e ingenuidad que felizmente nos convierte en seres racionales, por tanto, prosigamos.

Recurriendo a otra cita del artículo mencionado al comienzo, la escritora de ciencia ficción Sarah Newton consideraba que ese asunto de la paradoja de Fermi es una equivocación surgida de la falta de humildad de esta nuestra especie. Según ella, la pregunta clave sería, por el contrario, cuánto nos falta por evolucionar para que alguien considere oportuno establecer un contacto abierto con los habitantes de un planeta cuya inteligencia presuntamente más evolucionada, el homo sapiens, apenas cuenta con 500.000 años de experiencia vital, frente a los 8.000.000.000 en que se ha colocado la primera marca de salida.

Con todo ello, algunos han empezado a plantear en serio que, puesto que es altamente probable que pasen de nosotros como nosotros de buscar entendernos con las moscas, en lugar de rastrear señales de comunicación extraterrestre, que es a lo que se ha dedicado el proyecto SETI, habría que empezar a localizar huellas de su tecnología.

Alien civilization

Según cuenta la revista New Scientist, tres equipos de astrónomos ya se han puesto a ello. Dos de los grupos quiere dar con los efectos que la industria alienígena tendría sobre el medio ambiente: básicamente, fluctuaciones de la luz estelar a causa de la instalación de esferas Dyson para la explotación de soles. El tercero buscará los desechos y vertidos causados por dicha industria.

En los años 60, el físico Freeman Dyson estableció los criterios de consumo energético de los diferentes tipos de civilizaciones avanzadas y planteó una opción de cómo éstas extraerían la energía solar:

Una esfera de Dyson es una megaestructura hipotética propuesta en 1960 por el físico Freeman Dyson, en un artículo de la revista Science llamado «Search for artificial stellar sources of infra-red radiation». Tal esfera de Dyson es básicamente una cubierta esférica de talla astronómica (es decir, con un radio equivalente al de una órbita planetaria) alrededor de una estrella, la cual permitiría a una civilización avanzada aprovechar al máximo la energía lumínica y térmica del astro.

(Wikipedia)

DysonSphere2En 1964, el astrofísico ruso Nicolai Kardashev teorizó que las posibles civilizaciones avanzadas que existan ahí fuera deben estar agrupadas de acuerdo a tres tipos, según las formas de energía que dominen y exploten: I, planetaria; II, estelar y III, galáctica. Kardashev calculó que el consumo de energía de estos tres tipos de civilización estarían separados por un factor de muchos miles de millones.

Se trata de un método de clasificación que ha llegado hasta nuestros días bajo el nombre de “escala de Kardashev” y que ha sido perpetuado en el tiempo por grandes divulgadores como Carl Salgan y, ahora, por el físico y divulgador Michio Kaku, el cual lo ha puesto al día con los últimos grandes avances que permite la física teórica, tales como agujeros de gusano, teleportación cuántica, viajes espaciales, nanotecnología, etc.

1. Civilizaciones tipo I: las que recogen la potencia planetaria, utilizando toda la luz solar que incide en su planeta. Pueden, quizá, aprovechar el poder de los volcanes, manipular el clima, controlar los terremotos y construir ciudades en el océano. Toda la potencia planetaria está bajo su control.

2. Civilizaciones tipo II: las que pueden utilizar toda la potencia de su sol, lo que las hace 10.000 millones de veces más poderosas que una civilización de tipo I. La Federación de Planetas en Star Trek es una civilización de tipo II. En cierto sentido, este tipo de civilización es inmortal; nada conocido en la ciencia, como las eras glaciales, impactos de meteoritos o incluso supernovas, puede destruirla. (En el caso en que su estrella madre esté a punto de explotar, estos seres pueden moverse a otro sistema estelar, o quizá incluso mover su planeta hogar).

3. Civilizaciones tipo III: las que pueden utilizar la potencia de toda una galaxia. Son 10.000 millones de veces más poderosas que una civilización tipo II. Los borg en Star Trek, el Imperio en La guerra de las galaxias y la civilización galáctica en la serie Fundación de Asimov corresponden a una civilización tipo III. Ellas han colonizado miles de millones de sistemas estelares y pueden explotar la potencia del agujero negro en el centro de su galaxia. Circulan libremente por las calles espaciales de la galaxia.

(Kaku, Física de lo imposible)

Una civilización de tipo III, por ejemplo, sería capaz de dominar el tejido espaciotemporal a su antojo, no sólo para viajar libremente y aprovechar toda la energía disponible en el Cosmos, sino incluso para crear sus universos propios a la manera de universos paralelos. Los dioses en su estado puro, ni más ni menos.

Los terrícolas seríamos una civilización de tipo 0, fuera de la escala.  Derivamos nuestra energía no del aprovechamiento de fuerzas globales sino de la combustión de materia muerta como petróleo y carbón y aún no hemos desarrollado una conciencia planetaria. Según Dyson, deberíamos alcanzar la situación de Tipo I en un plazo no mayor de 200 años si queremos sobrevivir.

Si pensamos en la cantidad de energía consumida por una civilización de tipo II o III, los soles de que se abastecería deberían estar rodeados por una tremenda red de paneles solares, o algo parecido, pues la tecnología y la manera en que se apañarían se escapa al conocimiento terrícola:

No tenemos forma de juzgarlo. Lo importante es que si los extraterrestes han construido esferas Dyson, hay opciones de que las podamos rastrear.

(Fuente: New Scientist)

Los científicos se muestran optimistas porque, bien visto, las plantas generadoras deberían tener el tamaño de planetas y, en cuanto al resto de maquinaria, el montaje completo de las infraestructuras sería tan vasto que el oscurecimiento de la galaxia en que actuaran sería significativo para un observador avispado.

Más o menos, sería como darse cuenta de que en la Tierra hay vida cuando un satélite detecta carreteras, instalaciones, luces y demás.

Las esferas Dyson bloquearían la luz solar, haciendo que la estrella fuese invisible a los telescopios, pero no así la radiación emitida como residuo de la actividad industrial en los alrededores de la misma. En este sentido, Carl Sagan, allá por 1966, ya había apuntado que, si un telescopio de infrarrojos detectaba un punto caliente pero no se atisbaba nada en el espectro visible, podríamos haber descubierto, realmente, una esfera Dyson.

Hay objetos naturales que producen el mismo resultado, como estrellas muy jóvenes o demasiado viejas que se muestran rodeadas por enormes nubes de gas y polvo interestelar. No obstante, en estos casos se producen picos de señal significativos, mientras que en el caso de desechos industriales alienígenas la cosa sería más suave. Según Matt Povich, de la Universidad Politécnica de California:

Esperaríamos encontrar que el espectro resulta aburrido. Cuanto más aburrido, mejor.

Los equipos que se han puesto a la tarea usarán los datos de los telescopios Spitzer y WISE, con la esperanza de que las civilizaciones más antiguas de la galaxia hayan hecho bien su trabajo de colonización, de manera que estemos rodeados de esferas Dyson por doquier. De hecho, de haberlas, Jason Wright, de la Universidad de Pennsylvania, considera que por lógica deberían estar por todas partes, pues una vez que instalas las primeras, tu civilización está llamada a propagarse indefinidamente. Según Wright:

Una galaxia colonizada iría rápidamente desde un aspecto normal a otro muy rojo. Así que buscamos una galaxia muy brillante en los datos de WISE que no tenga su equivalente óptico.

El problema que se le presenta al equipo buscador de desechos es que, si la tecnología de una civilización tipo III ha sido capaz de hacer artefactos capaces de aprovechar la energía solar y, al mismo tiempo, dejar escapar la luz como si nada hubiera pasado, todo este asunto de detectar esferas Dyson se va al garete.

battlestar-lego-ships5Pero todo está pensado, así que aquí entran los otros dos equipos de astrónomos, los cuales buscarán pequeños artefactos con la ayuda del telescopio Kepler. Siguiendo el mismo criterio por el que se detectan los exoplanetas, se rastrearán las pequeñas variaciones en la luz emitida por las estrellas, que indican que algo se ha interpuesto entre ellas y el telescopio.

De esto se encarga, entre otros, Andrew Howard, de la Universidad de California en Berkeley, cuyo equipo tratará de distinguir entre objetos naturales y artificiales. Junto a ellos, otro equipo de la Universidad de Princeton analizará datos “extraños” recibidos por el telescopio. Por ejemplo, las variaciones de luz detectadas por el Kepler les permitiría determinar si un objeto que ha cruzado por delante de una estrella es redondo o cuadrado. Si es lo último, la cosa se pondría interesante.

La base sobre la que se fundamenta la investigación, según Walkowicz, es que resulta una pérdida de tiempo pensar en cómo sería una civilización extraterreste y aventurar su comportamiento. Ellos, sencillamente, van a buscar cosas raras ahí fuera que no se pueden explicar según las leyes naturales de la física.

Huellas de que una inteligencia ha metido mano en el orden del universo.

Y quién sabe, a lo mejor está ahí la solución a tanto fenómeno inexplicable…

Erraticario



 
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