Era el 15 de enero de 2008, un día de mucho calor en la Ciudad. Había salido de casa para hacer varios trámites, cuando veo un auto que se detiene, para dejar un bolso de viaje en un canasto que usan los edificios para la basura, y luego se retira a gran velocidad. Si bien no le di gran importancia a lo que había hecho esta persona, a medida que me acercaba al bolso, vi que algo en su interior se movía con desesperación. Debido a que el bolso era bastante grande, pensé que habían abandonado a un bebé, por lo que me acerque rápidamente y lo abrí. Fue bastante difícil, porque el cierre estaba trabado con un alambre, pero finalmente logre abrirlo. Al hacerlo, veo que asoma su cabeza un gato adulto color blanco y negro, con la lengua afuera, un ojito lastimado y muchísimo miedo. De inmediato lo llevé a casa, le di agua y le mojé el cuerpito, porque estaba completamente deshidratado.
Estaba muy asustado y no quería estar en la casa, así que lo llevé al balcón, para que este tranquilo y pudiera comer y tomar agua, sin tener miedo a las miradas de mis otros 4 gatos, que al principio no vieron con buenos ojos la llegada de un felino mas.
Después de estar muchas horas en un rincón en el balcón, finalmente se animó a entrar. Inspeccionó toda la casa, conoció a mis gatos Benjamín, Isis, Ozzy y Jack, fue a la bandeja sanitaria a hacer sus cositas, y se acostó a dormir en una manta que le puse en el suelo del comedor, porque tenía miedo de subir a las sillas o a la cama.
Estaba muy delgado y con muchos parásitos y pulgas, y no estaba castrado. Además al ser adulto tenía un carácter muy dominante, buscaba pelea constantemente con sus hermanos. Lo llevé al veterinario para castrarlo y revisarlo. El veterinario me dijo que estaba en perfecto estado de salud, y tiene alrededor de 5 años. Enseguida me pregunté quien había sido capaz de tener un gato durante 5 años y luego tirarlo a la basura, como si se tratara de algo que ya no le sirve más.
Con el correr de los meses se fue adaptando a su nuevo hogar, y comenzó a hacerse amigo de sus hermanitos, especialmente de Jack, con quien juega todo el tiempo, duermen juntos y hasta se dan besos antes de dormir. Se transformó en un gato dulce, bueno, mimoso y agradecido. Comenzó a dormir en la cama conmigo, vive dándome besos y me sigue a todos lados. Si se despierta y no me ve se pone a llorar. Le encanta estar en brazos y que le de besos, los cuales me devuelve con lengüetazos en la frente. Es incapaz de morder o arañar, es pura dulzura.
Cada vez que veo su carita tierna, su mirada tranquila, y lo bueno que es, me pregunto como su antiguo dueño fue capaz de hacerle semejante barbaridad, como sin un mínimo de compasión lo encerró en un bolso, lo trabó para que no se escape y lo arrojó a la basura. Sin embargo, ese acto de una crueldad indescriptible, me permitió conocer a este gato, dueño de una dulzura incomparable, y verlo ahora feliz, como juega constantemente, y duerme plácidamente, me llena el corazón y el alma de felicidad.
Este gato tan tierno se llama Fénix. Decidí ponerle este nombre, porque es como el ave, que resurgió de las cenizas, pero en este caso, de la basura.