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Sonido: Las células sanas emiten un ruido diferente al de las enfermas.
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Thenard  (Mensaje original) Enviado: 25/05/2010 22:03
Las células sanas emiten un ruido diferente al de las enfermas.

Estudiarlo también puede servir para la investigación musical de vanguardia.

Un director de cine ha pedido el sonido de una célula de levadura que emite un cambio de vibración.

Nuestras manos siguen teniendo el mismo tamaño, pero la tecnología que hay detrás de los controles cambia de proporción.

Los laboratorios hace tiempo que dejaron la escala micro y pasaron al nano: un nanómetro es la milmillonésima parte de un metro, mil veces más pequeño que un micrómetro.

Ahora lo minúsculo se explora con una precisión sorprendente.

La nanociencia ha disparado las ilusiones de la ciencia ficción, que ha pensado en computadoras minúsculas cuya capacidad de cálculo no está limitada por los materiales, y en nanomáquinas que circulan por nuestra corriente sanguínea desembozando arterias, compensando la acidez estomacal o reconectando células neuronales. Todo en unas medidas que producen vértigo, sobre todo a quienes tienen problemas para enhebrar agujas.


Una de las personas especializadas en el mundo de lo pequeño es James Gimzewski, que ha desarrollado la mayor parte de su vida profesional explorando la física y la química de las moléculas individuales.

Sus logros incluyen la fabricación de un ábaco molecular, el desarrollo de sensores nanomecánicos - instrumentos capaces de detectar y calibrar movimientos nanométricos- y el descubrimiento de los rotores moleculares: moléculas con forma de aspa que se mueven por sí mismas como helicópteros diminutos, pese a que el viento no es aplicable a esas escalas.

El rotor fue portada de la prestigiosa revista Science, y los que especulaban sobre nanomáquinas creyeron haber descubierto el mecanismo para impulsarlas. Por este motivo, los rotores son conocidos como nanopropulsores, pese a que, en palabras del propio descubridor, "no sirven para nada".

El intercambio con investigadores médicos llevó a Gimzewski a cambiar las moléculas por células, que son mucho más grandes y manejables.

Se fijó en particular en la membrana que las delimita, y pensó que su vibración debería producir algún tipo de sonido, al modo en que funcionan las membranas de los altavoces de los aparatos de música. Para conseguirlo aplicó uno de sus sensores nanométricos y registró la vibración en un fichero digital - no es posible la reproducción en directo-,que luego amplificó hasta hacerlo perceptible por el oído humano. Un sistema muy similar al de los clásicos discos de vinilo, con una aguja infinitamente pequeña.

El primer sonido celular, que provenía de una muestra de levadura, sonaba sorprendentemente agudo, dos octavas por encima del do (c3) que está en el centro del piano. "No parecía posible que una célula pudiera vibrar tan rápido".


Pruebas posteriores mostraron que las células suenan diferente bajo condiciones distintas.

Incluso pequeños cambios de temperatura hacen que la nota varíe.

En la dirección web se puede oír la levadura a 22, 26 y 30 grados centígrados. Gimzewski asegura que escuchar la membrana celular es como poner la oreja en el muro de una fábrica: se oye el funcionamiento de los mecanismos internos. Por eso las células enfermas suenan distinto de las células sanas. Un detalle de gran interés en la lucha contra el cáncer, porque cabría pensar en la detección de células propensas a convertirse en cancerígenas escuchando el cambio de su funcionamiento interno.

El químico sugiere la sonocitología -este es el nombre que propone para esta práctica- como herramienta de diagnóstico médico.

Sonido biológico

Una célula cancerígena es una célula que deja de cumplir la función que tiene encomendada. Durante la multiplicación celular que media entre la pareja ovulo-espermatozoide y el feto humano se asignan funciones muy determinadas. Unas se convierten en células cardíacas, otras en células hepáticas; unas se convierten en un pulmón y otras en un ojo y otras en los músculos de la pierna.

Una célula cancerígena es una célula rebelde, que se resiste a la función que se le ha encomendado; que abandona sus funciones y procura extender la desobediencia. Unas condiciones curiosamente similares a las que representa, en otra escala, la música punk.

El sonido de las células ha despertado gran interés: un director de cine de terror ha pedido el sonido de una célula de levadura que emite un cambio de vibración, no muy distinto de un grito, antes de morir al ser sumergida en alcohol. Seguidores de un yogi espiritual han contactado con el científico bajo la creencia de que ha encontrado el lenguaje de la vida. Y especialistas en cáncer están interesados en encontrar una forma de detectar la música del cáncer, el punk biológico, entre el rumor de las células sanas. El mundo de la música pequeña ha comenzado buscando el estilo más ruidoso.

Raúl Minchinela.


Las células sanas emiten un ruido diferente al de las enfermas.

Estudiarlo también puede servir para la investigación musical de vanguardia.

Un director de cine ha pedido el sonido de una célula de levadura que emite un cambio de vibración.

Nuestras manos siguen teniendo el mismo tamaño, pero la tecnología que hay detrás de los controles cambia de proporción.

Los laboratorios hace tiempo que dejaron la escala micro y pasaron al nano: un nanómetro es la milmillonésima parte de un metro, mil veces más pequeño que un micrómetro.

Ahora lo minúsculo se explora con una precisión sorprendente.

La nanociencia ha disparado las ilusiones de la ciencia ficción, que ha pensado en computadoras minúsculas cuya capacidad de cálculo no está limitada por los materiales, y en nanomáquinas que circulan por nuestra corriente sanguínea desembozando arterias, compensando la acidez estomacal o reconectando células neuronales. Todo en unas medidas que producen vértigo, sobre todo a quienes tienen problemas para enhebrar agujas.


Una de las personas especializadas en el mundo de lo pequeño es James Gimzewski, que ha desarrollado la mayor parte de su vida profesional explorando la física y la química de las moléculas individuales.

Sus logros incluyen la fabricación de un ábaco molecular, el desarrollo de sensores nanomecánicos - instrumentos capaces de detectar y calibrar movimientos nanométricos- y el descubrimiento de los rotores moleculares: moléculas con forma de aspa que se mueven por sí mismas como helicópteros diminutos, pese a que el viento no es aplicable a esas escalas.

El rotor fue portada de la prestigiosa revista Science, y los que especulaban sobre nanomáquinas creyeron haber descubierto el mecanismo para impulsarlas. Por este motivo, los rotores son conocidos como nanopropulsores, pese a que, en palabras del propio descubridor, "no sirven para nada".

El intercambio con investigadores médicos llevó a Gimzewski a cambiar las moléculas por células, que son mucho más grandes y manejables.

Se fijó en particular en la membrana que las delimita, y pensó que su vibración debería producir algún tipo de sonido, al modo en que funcionan las membranas de los altavoces de los aparatos de música. Para conseguirlo aplicó uno de sus sensores nanométricos y registró la vibración en un fichero digital - no es posible la reproducción en directo-,que luego amplificó hasta hacerlo perceptible por el oído humano. Un sistema muy similar al de los clásicos discos de vinilo, con una aguja infinitamente pequeña.

El primer sonido celular, que provenía de una muestra de levadura, sonaba sorprendentemente agudo, dos octavas por encima del do (c3) que está en el centro del piano. "No parecía posible que una célula pudiera vibrar tan rápido".


Pruebas posteriores mostraron que las células suenan diferente bajo condiciones distintas.

Incluso pequeños cambios de temperatura hacen que la nota varíe.

En la dirección web se puede oír la levadura a 22, 26 y 30 grados centígrados. Gimzewski asegura que escuchar la membrana celular es como poner la oreja en el muro de una fábrica: se oye el funcionamiento de los mecanismos internos. Por eso las células enfermas suenan distinto de las células sanas. Un detalle de gran interés en la lucha contra el cáncer, porque cabría pensar en la detección de células propensas a convertirse en cancerígenas escuchando el cambio de su funcionamiento interno.

El químico sugiere la sonocitología -este es el nombre que propone para esta práctica- como herramienta de diagnóstico médico.

Sonido biológico

Una célula cancerígena es una célula que deja de cumplir la función que tiene encomendada. Durante la multiplicación celular que media entre la pareja ovulo-espermatozoide y el feto humano se asignan funciones muy determinadas. Unas se convierten en células cardíacas, otras en células hepáticas; unas se convierten en un pulmón y otras en un ojo y otras en los músculos de la pierna.

Una célula cancerígena es una célula rebelde, que se resiste a la función que se le ha encomendado; que abandona sus funciones y procura extender la desobediencia. Unas condiciones curiosamente similares a las que representa, en otra escala, la música punk.

El sonido de las células ha despertado gran interés: un director de cine de terror ha pedido el sonido de una célula de levadura que emite un cambio de vibración, no muy distinto de un grito, antes de morir al ser sumergida en alcohol. Seguidores de un yogi espiritual han contactado con el científico bajo la creencia de que ha encontrado el lenguaje de la vida. Y especialistas en cáncer están interesados en encontrar una forma de detectar la música del cáncer, el punk biológico, entre el rumor de las células sanas. El mundo de la música pequeña ha comenzado buscando el estilo más ruidoso.

Raúl Minchinela.


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