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Sonido: EL SONIDO DE LA LUZ
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Thenard  (Mensaje original) Enviado: 25/05/2010 22:28
EL SONIDO DE LA LUZ



La oración es una elevación por encima de las cosas terrenas, una ardiente invocación, un transporte, un batir de alas hacia regiones que no turban los murmullos y las agitaciones del mundo material, y donde el ser obtiene las inspiraciones que le son necesarias. Cuanto más poderoso es su transporte, cuanto más sincera es su invocación, más distintas y más claras se revelan en él las armonías, las voces y las grandezas de los mundos superiores. Es como una ventana que se abre hacia lo invisible, hacia lo infinito, y por donde el ser percibe mil impresiones consoladoras y sublimes, se impregna con bellas emociones y se embriaga y se sumerge en ellas como en un baño fluídico regenerador.



Cuando una piedra llega a herir las aguas, se ve vibrar la superficie en ondulaciones concéntricas. Así, el fluido universal se pone en vibración por nuestras oraciones y nuestros pensamientos, con la diferencia de que las vibraciones de las aguas son limitadas y las del fluido universal se suceden hasta lo infinito. Todos los seres y todos los mundos están bañados en ese elemento, como lo estamos nosotros mismos en la atmósfera terrestre. De ello resulta que nuestro pensamiento, cuando está conmovido por una fuerza de impulsión, por una voluntad suficiente, llega a impresionar a las almas a distancias incalculables. Una corriente fluídica se establece de unas a otras y permite a los espíritus elevados que respondan a nuestras invocaciones e influyan en nosotros a través del espacio.



"Reuníos para orar" -ha expresado Jesús-.

La oración hecha en común es un haz de pensamientos, de voluntades, de rayos, de armonías y de perfumes que se dirige con mayor empuje hacia su objeto.

¡Qué palanca para el alma ardiente que pone en este transporte todo cuanto hay en ella de grande, de puro y de elevado!.

En este estado, brotan sus pensamientos como una corriente impetuosa en amplias y poderosas oleadas. A veces, se ha visto al alma en oración separarse del cuerpo y, en éxtasis, seguir el pensamiento ferviente que proyectaba como precursor hacia el infinito. El hombre lleva en sí un motor incomparable, del cual sólo sabe obtener un mediano partido. Para ponerlo en marcha bastan, no obstante, dos cosas: la fe y la voluntad.



Unamos nuestras voces a las voces de lo infinito. Todo pide, todo celebra el júbilo de vivir, desde el átomo que se agita en la luz hasta el astro inmenso que nada en el éter. La adoración de los seres forma un prodigioso concierto que llena el espacio y sube hasta Dios. Es el saludo de los hijos a su Padre, el homenaje rendido por las criaturas al Creador. Interrogad a la Naturaleza en el esplendor de los días soleados, en la calma de las noches estrelladas. Escuchad la gran voz de los océanos, los murmullos que se elevan del seno de los desiertos y de la profundidad de los bosques, los acentos misteriosos que rumorean en el follaje, que resuenan en las gargantas solitarias, que se exhalan de las llanuras y de los valles, franquean las alturas y se extienden por todo el Universo. En todas partes, recogiéndoos, oiréis el admirable cántico que la Tierra dirige a la Gran Alma. Más solemne aún es la oración de los mundos, el canto grave y profundo que hace vibrar a la inmensidad y cuyo sentido sublime sólo comprenden los espíritus.

(Extracto del Libro "Despues de la Muerte" Leon Denis)


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