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Ciencia y Cosmos: El enigma de la Mente
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De: ☼TäRA☼  (Mensaje original) Enviado: 30/05/2010 08:15
El enigma de la Mente

Por Ralph M. Lewis, F.R.C. Revista Rosacruz



Con respecto a la mente y a la consciencia, existen opiniones diversas en el campo de la Psicología. La Psicología Orgánica difiere de la que se conoce como Psicología Transcendental. Algunos de los primeros psicólogos adoptaron la posición de que la consciencia se hallaba en estado naciente, esto es, en el proceso de nacer en las formas inferiores de vida, o bien potencialmente en ellas. Después, de manera repentina, se manifiesta en un organismo que se encuentra lo suficientemente evolucionado para retenerla, como un objeto que tiene una cierta clase de existencia, pero que no puede hacer su aparición hasta tanto no posea un recipiente o receptáculo adaptado a su naturaleza.


Esto se refiere a la teoría de la materia mental. Esta teoría concibe la mente como una substancia misteriosa (ni física, ni material), que se halla presta a entrar en un receptáculo orgánico, ya dispuesto para recibirla. Este concepto hace a la mente y a la consciencia independientes del cuerpo, pero empleándolo para su manifestación.



En oposición a esta teoría de la consciencia naciente y de la materia mental, William James, psicólogo clásico, dice: “Si la evolución ha de trabajar natural e ininterrumpidamente, la consciencia, en alguna forma, tiene que haber estado presente en el mismo origen de las cosas”. Por la tanto, para James, un cierto grado de consciencia existe en todas las cosas vivientes y evoluciona. No surge de repente, como un fenómeno completamente desarrollado.



Este argumento también se presenta contra aquellos que han sostenido que hay unidades de consciencia independiente a través del organismo, en lugar de una continuidad total de consciencia. Si existieran unidades de consciencia, entonces, las conmociones nerviosas aisladas se sentirían aún cuando cualquier parte del sistema nervioso fuera separado. Las otras unidades de consciencia, si fueran independientes, registrarían la conmoción. La realidad es que esto no es así, indicándose con ella que la consciencia no es una serie de unidades independientes, sino una corriente, que se ve interrumpida, cuando cualquier parte del sistema nervioso es removida.



Una opinión aceptada mas generalmente por los psicólogos sobre el fenómeno de la consciencia es que ésta “acompaña a una corriente de inervación a través del organismo, variando de calidad según el carácter de las corrientes,” produciendo estas variaciones diferentes expresiones de la misma. Además se sostiene que la consciencia es una cosa integral y que no está compuesta de partes. Corresponde a la actividad total del cerebro, sea cual fuere la actividad en un momento dado. Por consiguiente, desde este punto de vista, existe una relación entre la mente y el cerebro. De aquí que podamos presumir que la mente es un estado particular de consciencia, inducido por las variaciones energéticas de las neuronas cerebrales.



Relacionado con este concepto de la consciencia se halla la noción ortodoxa de lo inconsciente. Se afirma que este inconsciente es un gran almacén de neurogramas, los cuales son los anales psicológicos de nuestras vidas mentales. Sencillamente, esto implica que tenemos una corriente de consciencia, de cuya función nunca nos damos cuenta por completo, y esta parte no realizada es generalmente conocida baja la denominación de inconsciente. En este inconsciente, los arcos neurales han depositado ciertas combinaciones de impresiones, las cuales encierran ideas llamadas neurogramas. Estas son rememoradas y traídas a flor de mente para formar la estructura de una consciencia más elevada, como la razón, el juicio, la memoria y la voluntad.



Para la Psicología Convencional, por tanto, la mente es una cosa objetiva, que no ha de suponerse como algo divino o que posee alguna clase de relaciones sobrenaturales. Estas teorías mecánicas y químicas con respecto a la mente, han hecho que la personalidad sea considerada, en el dominio de la Psicología, como un producto del funcionamiento glandular. Por supuesto, las glándulas, efectivamente, afectan las emociones y las maneras del individuo, y la resultante que corresponde al comportamiento es comúnmente aceptada como la personalidad, el yo manifestado del individuo.



Una importante escuela o categoría de Psicología es conocida bajo la denominación de Psicología Transcendental. Sus teorías acerca de la mente son una combinación de idealismo filosófico y de ciencia. Refiriéndose de manera principal al estudio de los procesos mentales inconscientes, explica el significado de las acciones y motivos humanos, a medida que emergen del inconsciente, siendo este aspecto inconsciente la causa latente de cierto comportamiento humano. Una cuestión a considerar dentro de las especulaciones de la Psicología Transcendental, es si las células, al nacer, poseen una consciencia independiente, como estado completo, con una inteligencia inherente.



¿Es dicha consciencia, entonces, la dominante, comparada con los otros estados que se presentan posteriormente en el cerebro, el resultado de las impresiones nerviosas? ¿Poseemos, entonces, dos clases de consciencia: una, la inteligencia nativa de la célula, y otra, la adquirida con el uso y desarrollo del arco neurónico, a medida que el organismo vive y se desarrolla? Si, al nacimiento, existe una consciencia básica y una inteligencia inherente a cada una de las células, en ese caso, las variaciones mentales e intelectuales que percibimos en los hombres, se deben a las diferencias en la estructura individual humana, la cual, a su vez, produce variaciones en los impulsos y las sensaciones.



Los psicólogos transcendentalistas y el cerebro



Siguiendo esta línea de razonamiento, los psicólogos transcendentalistas dicen que el cerebro, que registra tanto los estímulos externos como los internos, puede separarse, es decir, “diferenciarse en dos direcciones.” Esto significa que puede realizar su consciencia inherente, dando lugar a la noción del yo, al igual que puede realizar el mundo exterior. De este razonamiento se puede deducir que el inconsciente, esta corriente total de “energía-inteligencia” es una especie de equilibrio de la fuerza vital.



Tiene la finalidad de mantener el equilibrio entre la vitalidad y la estructura atómica del cuerpo físico. Las sensaciones primeras, por tanto, la clase más sencilla de consciencia experimentada, son el dolor y el placer, los cuales determinan los efectos de los estímulos sobre este equilibrio, sobre esta balanza de la fuerza vital. Sin semejantes sensaciones como guías, un organismo podría destruirse.



Por la tanto, esto hace de nuestro estado consciente un producto, hijo o descendiente del gran inconsciente. Además, de acuerdo con ciertos psicólogos transcendentalistas, el gran inconsciente es una consciencia colectiva. Fundamentalmente, es la misma en todos los hombres y probablemente en todas las cosas vivientes.



El sistema nervioso, según algunos, es algo desarrollado del gran inconsciente. En realidad, se ha afirmado de manera definida que: “El sistema nervioso, especialmente el sistema cerebro-espinal, cuyo exponente final es la consciencia, es un producto orgánico del inconsciente, el cual está destinado a conservar el equilibrio entre el mundo exterior y el interior”, haciéndose referencia con la expresión de mundo interior a nuestras impulsiones, complejos y tendencias psíquicas.



La filosofía moderna, especialmente el idealismo, se conforma en general con las nociones de la Psicología Transcendentalista, en lo que respecta a la mente. En esencia estos filósofos manifiestan que la mente pensante existe como un fenómeno del organismo y que reside básicamente en el ser. Su manifestación depende del orden objetivo de la naturaleza que le hace surgir. Por esto queremos decir, por medio del mecanismo del sistema nervioso y de las neuronas.



Se afirma además que la mente es “la consciencia del organismo de su relación actual y posible, dentro del sistema dinámico de la realidad.” Esto significa que la mente es un instrumento unificador; es un estado por medio del cual el organismo tiene conocimiento de sí mismo, en relación con el resto de las realidades, siendo la mente la totalidad de la realidad. La mente realiza su propia naturaleza infinita y esa otra expresión de la realidad llamada materia.



El hombre tiene mente y cuerpo, no como cosas necesariamente separadas, dice un filósofo moderno, sino más bien, porque pertenecen a la misma realidad. Esta separación se debe a la diferencia de sus fenómenos. “El objeto que piensa y camina, que obra mentalmente, físicamente es uno e indiviso,” es la conclusión de este concepto.



El concepto Rosacruz acerca de la mente es idealista, en el sentido filosófico, aún cuando reconoce que la mente emplea procesos mecánicos para el cumplimiento de sus funciones. El Manual Rosacruz define brevemente este concepto de la manera siguiente:

El místico hace una importante distinción entre mente y cerebro. Este último es un órgano físico por medio del cual se efectúa parte del funcionamiento de la mente, así como los pulmones son los órganos de la respiración. La mente funciona en gran parte por medio del cerebro, pero no exclusivamente a través de él. La mente puede funcionar de muchos modos después que se ha separado del cerebro, lo cual ha sido probado por experimentos efectuados en animales inferiores. La mente se divide en dos dominios de funcionamiento: subconsciente y objetivo. El objetivo tiene asociado a él un aspecto subjetivo, como en el caso de la memoria y la imaginación. A pesar de que es común hablar de esos dos dominios como si fuesen dos mentes, en un sentido amplio, no es correcto. La mente del hombre es inmortal, porque es parte del alma y de la personalidad, mientras que, por la otra parte, el cerebro, como todos los órganos físicos, es mortal.



Conceptos divergentes reconciliados



Intentemos reconciliar los conceptos divergentes que hemos presentado: La fuerza vital básica, ese factor que impregna y anima la materia, tiene una consciencia. Persiste en la manifestación de sus características particulares. Por lo tanto, tiene una finalidad.



Dirige conscientemente las condiciones que necesita para su existencia. Por lo tanto, la fuerza vital responde a todo aquello que le favorece y, de la misma manera, se opone a todo cuanto le es contrario. Produce dentro del protoplasma y de los genes, las condiciones necesarias para la creación de las formas físicas en que ella reside. Esto, en un cierto sentido, se convierte en una memoria de aquellos elementos necesarios para obtener el desarrollo estructural del organismo viviente.



Esta fuerza vital es, por consiguiente, una corriente subconsciente en todo organismo. Es una mente colectiva, la que se manifiesta como fenómeno consciente, solamente cuando se halla en una estructura orgánica lo suficientemente compleja como para permitir tal expresión. Si la fuerza vital es una energía independiente de una clase tal que solamente entra donde las condiciones fisioquímicas del cuerpo son susceptibles a ello, entonces, su atributo de la mente subconsciente, tiene también una existencia independiente del cuerpo. El sistema nervioso, los arcos neurales, suministran un canal a las diferentes manifestaciones de la consciencia.



Dan a la inervación subconsciente, a la mente, un medio a través del cual puede producir las funciones mentales que conocemos en el ser humano, como razón, memoria, imaginación, pensamiento, etc. Cuanto más complejos son el órgano cerebral y los arcos neurales, más complejo resultará el fenómeno creado como intelecto humano. Esto no quiere decir, sin embargo, que las llamadas consciencias objetiva y subjetiva no pertenezcan a la misma corriente de la gran subconsciencia, mente de la fuerza vital. Más bien, son variaciones suyas, producidas por el mecanismo del sistema nervioso.



Para facilitar la comprensión de este concepto, imaginemos el viento como si fuera la fuerza vital con su gran mente subconsciente. Si colocamos en ese viento unos instrumentos musicales, con cuerdas de longitudes distintas (las neuronas del sistema nervioso), produciremos entonces sonidos de diferentes octavas e intensidad, cuando el viento pase a través de las mismas.



Los sonidos, pues, en esta analogía, son como los diferentes fenómenos mentales, llamados aspectos de la mente. La mente, tal como la conocemos, es una función. Es la consciencia de la gran fuerza vital, funcionando a través de medios físicos y por grados, en nosotros y a través de nosotros. La consciencia puede realizarse a sí misma a través de un órgano cerebral lo suficientemente complejo, como el del hombre, y, de esta manera, conocemos al yo y simultáneamente nos ponemos en contacto con la realidad de la consciencia total dentro de nosotros mismos.


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